Detenidos

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El viernes llegó con gran contento de Park Hyung Sik y Ah Ro, quienes esperaban con ansia el evento programado para ese día. La familia Jung había dispuesto su hogar y su mesa, donde esperaban celebrar el acontecimiento con una fastuosa cena.

-- ¿Ya estás lista, mi niña? -- preguntó la señora Jung a las tres de la tarde -- falta poco para que lleguen los invitados y debes estar ahí para recibirlos como es debido.

-- Sí, mamá, ya estoy -- contestó la niña, saliendo de su pieza  con un aspecto realmente hermoso. Llevaba una túnica roja y el cabello recogido. En su brazo derecho, cuando levantaba las manos,  se podía apreciar el brazalete  que le había regalado su futura suegra, que estaba usando como un reconocimiento por el gesto tan bello que tuvo con ella.

-- Pequeña, necesito ir a recoger algunos regalos para tus futuros suegros. ¿Te gustaría venir conmigo? -- preguntó su madre -- No tardaremos.

-- Claro que sí, mamá, vamos -- respondió Ah Ro con entusiasmo.

Se encaminaron, luego de haber avisado a los ALPHAS de la casa, hacia una tienda de artículos de lujo, donde esperaba la buena señora recoger los regalos antes encargados, cuando se dieron cuenta que eran señaladas por la gente que veían  en el camino. Murmuraban y se cuchicheaban entre si, logrando ponerlas nerviosas.

-- ¿Qué sucede, mamá? -- preguntó Ah Ro temerosa, cogiéndose del brazo de su madre.

-- No lo sé hija -- respondió la dama -- pero pienso que podemos enterarnos si nos acercamos a preguntar.

Se acercaron, pues hasta una de las tiendas de la calle por la que iban, preguntando al tendero.

-- Buenos días -- saludó la señora Jung al tendero, a quien conocía de años.

Éste último, que estaba también cuchicheando con un chico que había entrado presuroso, se volvió hacia ella alarmado.

-- Discúlpeme, señora. La respeto mucho y siempre he pensado bien de usted y de su esposo, pero ahora le tengo que rogar que salga de mi tienda. No quiero problemas.

-- ¡Vaya! -- se lamentó ella con voz dolida -- por supuesto que saldré, si me lo piden de modo tan directo. Solamente me gustaría preguntar qué es lo que hace que pierda los modales y la cortesía conmigo, después de tantos años de conocernos.

-- No es usted, señora -- respondió el tendero bajando los ojos avergonzado -- es la niña.

Diciendo esto, le entregó uno de los panfletos que el mismo Hoseok se había encargado de distribuir por la ciudad.

Las dos OMEGAS observaron el panfleto y fue cuando la dama mayor entendió el por qué del trato frío de los vecinos y tenderos del lugar; en el papel se mostraba con claridad el dos brazalete que la niña llevaba en el brazo, rodeados de varios artículos más, con la leyenda de "robados".

-- ¿Qué hacemos? -- preguntó la dama con apremio, sin saber que los guardias venían ya en camino.

Pero la chica, más avisada y entendedora de la situación política del país, le sugirió con voz trémula -- Vamos a separarnos, mamá, así será más difícil que nos atrapen; si llegas antes a la casa, cuéntale a Hoseok y a papá lo que ocurre y que ellos se encarguen.

La buena dama partió enseguida, sin embargo Ah Ro sabía que ella debía quedarse donde estaba; no podía exponer a su familia a la vergüenza de que los guardias entraran a su casa a sacarla por la fuerza. Con toda la dignidad que pudo se colocó en el centro de la plaza, esperando que llegaran los guardias que, sin duda alguna, ya vendrían por ella.

El Rey Tirano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora