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Capítulo 2

Lucy

Todo era amplio, incluso se podía decir que cada jodido rincón tenía doscientos metros cuadrados. Miré a mi alrededor, Aidan, Vanya y los otros dos chicos estaban en fila con uniformes a juego y junto a ellos, dos chicos y una chica más.

—Bienvenida al que será su nuevo lugar de entrenamiento. —el señor Hagreeves observaba la escena desde un balcón interior que estaba justo encima del salón de entrenamiento. —Eso si consigue demostrarnos lo que dice, señorita Parker.

Volví a echar un vistazo al entorno. Lo primero que encontraron mis ojos fueron los del pelinegro con traje y pantaloncitos. Esos hoyuelos que salían sin la necesidad de sonreír mucho, las innumerables veces que se ha metido las manos en los bolsillos aburrido y pareciese que no se daba ni cuenta.

A su lado, se encontraba mi rubio, Jace. Quien parecía totalmente fuera de lugar pero aún así, estaba haciendo un esfuerzo por intentar que no se notase lo incómodo que se le hacía estar enfrente de ocho adolescentes de su misma edad que parecían tan similares a él, pero que sin embargo no lo eran en absoluto. Ni siquiera yo lo era.

—¿Cómo se supone que debo demostrarlo? -pregunté, confusa. Si solo tenía que enseñarle un poder ¿por qué no el que más cómodo me parece? Total, para leer mentes no hace falta una sala de entrenamiento más grande que el edificio donde estaba mi piso.

—Eso es muy fácil, Parker. —respondió el señor Hagreeves desde arriba, parece que estaba apuntando algo en un cuaderno negro. —Estos de aquí son mis siete hijos y esta es su sala de entrenamiento donde entrenan sin descanso durante largas horas para estar preparados para cualquier mal. Te enfrentarás a ellos aquí.

Mis ojos se volvieron a posar en Aidan. Había algo en él que no me dejaba pensar con claridad, tan vez era solo efecto de mi imaginación pero necesitaba saber en qué narices pensaba. Cerré los ojos y me concentré en sentir lo que él sentía. Y entonces lo oí.

No voy a dejar que esa mocosa se quede con todo esto. —la voz sonora de Aidan me invadió la cabeza ¿Qué quería decir con eso? ¿Que me quedara con qué? No pude evitar sentir una pizca de rabia al escuchar esas palabras ¿Quién se creía que era?

—Adelante. —y no sé si fue por la ira que recorría mi cuerpo o porque no iba a dejar que me pasara por encima ninguno de ellos pero me puse en posición de combate y cerré los puños.

No pasó ni un segundo antes de que uno de los chicos se abalanzara sobre mí, era moreno y tenía cara de mala ostia. Me caía bien. Empezó lanzando puñetazos que yo fácilmente esquivé con agilidad, en un momento en el que él estaba mal posicionado clavé mi pie en su estomago tirandolo al suelo dolorido. Me di la vuelta y respiré hondo, me sentí mejor. Por lo menos me había desahogado, eso era algo. Aunque pensé ¿Solo eso? antes de que el mismo chico me plantara un puñetazo en el abdomen del cual tuve que aguantar un grito de dolor cerrando los ojos con fuerza. Cuando los abrí el chico tenía una especie de cuchillo de tres picos afilados ¿Su padre les dejaba llevar encima esas mierdas? El me lanzó uno antes de que pudiera parpadear tuve la suerte de conseguir detenerla con mi mano. Mi super movilidad ayudaba bastante en estos momentos. Pero por desgracia para mí, el chico no se rindió y me lanzó otro cuchillo que consiguió hacerme un pequeño corte en el brazo izquierdo.

—¡Serás hijo de puta! —la ira me volvió ha recorrer el cuerpo y explotó en mi interior. Ese dolor de cabeza me empezó a retumbar por todo mi ser pero no me importaba en ese momento. Mis ojos se volvieron de un color morado intenso y comencé a levitar. Sentía la electricidad recorrer mis venas hasta llegar a las palmas de mis manos. Y entonces lo hice.

Número 8Donde viven las historias. Descúbrelo ahora