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Capítulo 4

Lucy

Pensar. No somos conscientes de lo presente que está esa palabra en toda nuestra vida. Conforme el tiempo va pasando vamos aumentando esa acción, tanto en un "¿me veré guapa hoy?" o "No me cae nada bien". Pensamos casi tanto como respiramos y es que cuanto más mayor te haces, más te das cuenta de que la única persona con la que acabamos pasando la mayoría del tiempo cuando nadie mira o nadie está presente, es solo una: tu misma.

Y es que cuando acaba el día y estamos solos, solo podemos quedarnos a solas con nuestros propios pensamientos. Para algunas personas eso llega a ser un hecho aterrador: enfrentarse a sus propias opiniones, incluso secretos que no son deseados revelar. Para mí, el simple hecho de que nadie sea capaz de escuchar cada cosa que pienso es un alivio, pero mi verdadera pesadilla comienza cuando tengo que lidiar tanto con mis propios demonios como con los de los demás.

Nos adentrábamos por un pasillo largo que estaba rodeada por enumeradas puertas de madera evidentemente cara. Varias estaban abiertas de par en par y nos detuvimos en la segunda donde se encontraba un chico rubio, el mismo chico rubio que había visto entrar ayer mismo junto a Aidan.

—Este es Luther pero delante de papá tendrás que llamarlo Número Uno. -comentó Allison mientras le hacía una seña con la cabeza para que se acercara. -Preséntate como es debido, cielo.

—Encantado de conocerte oficialmente. —se llevó la mano a la nuca con nerviosismo—. "Es aun más preciosa de cerca" —la voz de Luther retumbó por mi cabeza como si de eco se tratase. —Supongo que seremos hermanos.

Sepdije sonriendo tímidamente. No sabía como tomarme ese pensamiento la verdad pero me había agradado.

Y gracias a eso me pude parar a mirarlo detenidamente. Tenía el pelo bastante largo, su cabellera rubia estaba peinada en forma de libro abierto y he de admitir que le quedaba de maravilla. Sus ojos eran de un color menta y sus facciones bastante definidas para tener la edad que tenía. Mandíbula marcada y cuello esbelto. Labios finos pero carnosos y brazos sutilmente fuertes. Era bastante atractivo.

Nuestras miradas se entrelazaron y sentí como un calor vergonzoso recorría mis mejillas. Lo único que pude decir es un débil "adiós" que sonó como un susurro apenas reconocible cuando Allison se despidió de él y me agarró del brazo de vuelta al pasillo. Solo pude llegar a escuchar como Allison le decía que se reunieran en su habitación ahora y que ella ya iría.

Pasamos unas cuantas puertas más hasta que frenamos en una que estaba entre abierta. Allison abrió del todo la puerta mostrando a otro chico. Diego. A este si que lo había llegado a conocer aunque no creo haber entablado una conversación normal, creo que mas bien fueron farfullos y gritos sin sentido.

Pelo castaño, piel morena y ojos negros. Tenía unas leves ojeras marcadas debajo de los ojos y se veía cansado pero eso no evitaba que su semblante fuese serio, incluso molesto.

—¿Por qué todo el mundo se cree que por vivir en la misma casa tienen el derecho de irrumpir en mi cuarto? —sostenía un cuchillo en su mano de recha que apretaba lo más fuerte posible. Seguramente este era el de los problemas de ira.

—Diego, compórtate por una vez en tu vida. —le reprochó Allison—. Solo hemos venido a saludar. No seas un capullo.

—Por lo menos podrías llamar a la puerta —Diego se cruzó de brazos.

—Diego, tenías la puerta abierta —recalcó Allison.

—Eso no te da derecho a...

Más y más peleas. Como odiaba las peleas. En mi casa no paraba de escucharlas, retumbaban por las paredes, tanto que me quitaban el sueño por las noches y me provocaban pesadillas de madrugada.

Número 8Donde viven las historias. Descúbrelo ahora