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Por fin había entendido lo que me ocurría: es este niño. Este niño es el que me hace entrar en celo. Pero, ¿cómo? Apenas tendrá 5 años, no puede tener las feromonas descontroladas, y parece que solo me afecta a mí. ¿Por qué? ¡¿Qué narices es ésto?!

Ahí, en la entrada de la cafetería, acuclillado y temblando, como un animal indefenso, no puedo hacer nada para alejar a esa madre preocupada y a su hijo, la causa de mi patética condición. Entonces me parece escuchar la campanilla de la puerta del local y entonces una voz familiar llega a mis oídos.

- ¡Levi! ¡Oh, Dios Mío! -El señor Magnolia se apresura a socorrerme. Se inclina a mi lado y me sostiene por los hombros. No tarda mucho en darse cuenta de lo que me ocurre-. Venga, entremos adentro. Te llevaré arriba para que descanses.

Mi jefe se disculpa con la madre de Eren y entramos a la cafetería, ante la mirada curiosa de los clientes, quienes no dejan de mirarme hasta que el señor Magnolia abre una puerta con un cartel de "Privado" que muestra unas escaleras que llevan al piso de arriba.

Subo a trompicones hasta llegar a un amplio y moderno salón. Se trata de la casa del señor Magnolia; aquí vive con su esposa y su única hija, Isabel. A mis oídos llega el ritmo de una canción pop y logro ver a las coletas rojizas de Isabel bamboleándose enfrente de la televisión de plasma, bailando al ritmo de los bailarines de algún videojuego. Al darse cuenta de nuestra presencia, detiene sus movimientos frenéticos y nos observa, extrañada.

- ¿Qué ocurre, papá? -pregunta, acercándose a nosotros mientras yo logro alcanzar uno de los sillones y desplomarme sobre él.

- Levi ha entrado en celo. ¿Podrías traer un inhibidor para que lo tome? -le pide, sin apartar su vista de mí.

Ella asiente y entonces los dos caminan en dirección contraria, apresurados. Isabel vuelve con un inhibidor y mi jefe con un vaso de agua. Me tomo ambas cosas enseguida, mientras padre e hija comienzan a hablar entre sí.

— ¿No me habías dicho que tenías tarea pendiente? ¿Qué haces jugando al Just Dance? —le recrimina, de brazos cruzados.

Isabel se encoge sobre sí misma antes de ladear la cabeza y desvía la mirada, probablemente en busca de alguna excusa.

— Eh... Bueno...

— Si no tienes nada que hacer, baja a ayudarme —le dice, con tono autoritario.

— ¡No, no! ¡Debo quedarme! ¡Levi me necesita! —salta enseguida, usándome a mí como escudo.

El señor Magnolia le iba a replicar, pero el sonido de un timbre le hace volverse sorprendido y, sin decir o hacer nada más, sale apresurado escaleras abajo. Seguramente algún cliente haya usado el timbre para llamar a alguien que le atienda. Isabel suspira aliviada al librarse de una reprimenda y un posible castigo.

Un poco más tranquilo, observo a la chica frente a mí. Isabel es una adolescente de apenas 16 años. La conocí hace dos, cuando empecé a trabajar para su padre. Es una muchacha alegre y despreocupada. Lo único que tiene en común con su padre es en el color de ojos. Oh, y que también es una omega.

— Dime, Levi... ¿Por qué trabajas es tu semana de celo? —me pregunta, con un tono curioso.

— No es mi semana de celo... —le contesto cansado, pasando una de mis manos por mi cara.

— ¿Mmm? ¿Y eso no es raro? —vuelve a preguntar, tomando los mandos de su consola, volviendo al menú del juego en busca de alguna nueva canción que bailar.

La miro de reojo. Obviamente no es algo normal, pero nada de lo que me pasa últimamente es normal. ¿Cómo les voy a explicar que la causa de que me excite de esta manera es por culpa de un crío de parvulario?

U.M.E.M.A (Un mocoso es mi alpha)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora