°Capítulo #1.

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1. “Poder”.

No se cuál es mi origen, tampoco se de donde vengo, ni como llegue hasta donde estoy, sólo sé que en mi infancia sentí y pasé de todo; menos felicidad. Fui hija adoptiva, sí, en pasado, yo misma me encargué de que sufrieran tanto como yo lo hice en aquel entonces.

Pasé abusos físicos y psicológicos, cada noche esperé con temor a que la puerta de mi habitación rechinara al abrirse, cada una de esas noches sentí esas manos repugnantes tocarme, sentí aquel dolor y el olor estridente de alcohol en su aliento, cosa que ninguna niña debería sentir, yo solo permanecí inmóvil cuando entendí que luchar empeoraba todo, simplemente lloré en silencio cada vez que pasaba, algunas veces ni siquiera las lágrimas fueron capaces de salir.

Al día siguiente el infierno continuaba, a pesar del dolor en ciertas partes de mi cuerpo me obligaban a hacer los quehaceres del hogar para ganarme una hogaza de pan duro y un vaso de agua caliente  en cada comida.

Era miserable.

Para sentirme más animada recuerdo  pesar que era Cenicienta, ese fue mi escape por un tiempo, hasta que entendí que el dichoso Príncipe Azul, nunca existiría para mí.

Justo allí, el corazón inocente que en ese momento poseía se lleno de rencor y odio hacia todo lo que me rodea, jamás pensé volverme tan despiadada y sin escrúpulos, jamás imaginé ser capaz de hacer todo lo que hice.

Sus gritos y súplicas aún me persiguen, pero, no me arrepiento de absolutamente nada, de igual forma ya tengo el infierno ganado.

Yo los asesiné.

Las personas nunca saben distinguir de alguien bueno o malo, simplemente juzgan por lo que ven, señalan o alaban solo con una mirada superficial.

Aquellos que hicieron mi vida miserable, esos mismos que actuaban como una pareja ejemplar, eran una escoria, y yo odio las escorias.

Todo a mi alrededor a los ojos de otros gritaba “normalidad” ¿Qué habría de raro en una pareja estable, devotos a la iglesia y con la típica vida perfecta?

Exacto.

Nada de extraño, pero estaba todo mal en mi vida.

Era un infierno y decidí acabarlo.

Mi muñeca da pequeños giros revolviendo la copa de vino tinto que sostengo y por un momento me concentro en el color carmesí que baila dentro del cristal.

Ya no me duele. Hace mucho ya nada me duele...

***

—¡Amelia!— Escucho gritar a la señorita Anthonella, ella es linda conmigo y me enseña a leer.

Estoy en el suelo jugando con unas piezas de legos incompletas y veo a la señorita Anthonella entrar al salón mientras vuelve a mencionar mi nombre.

Se ve emocionada.

Que linda es la señorita, quisiera tener una mamá, una como ella. Sus pasos se detienen muy cerca de mí y baja hasta quedar en cuclillas a mi altura.

—¡Te han adoptado, pequeña!—La emoción en su rostro me contagia y siento mi pecho vibrar emocionado.

¡Por fin voy a tener una mamá! ¡Y un papá!

A Sangre Fría Donde viven las historias. Descúbrelo ahora