°Capítulo #2.

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2. “Ojos Azules”.

Se a que vinieron, se lo que quieren...

Miro la sombra de Matteo a mi lado con la poca luz que hay en el callejón es casi imposible verlo, a pesar de que mis ojos se han acostumbrado.

Como si él supiera lo que pasa por mí cebeza pregunta: —¿Algún plan, mía donna?

Chasqueo la lengua. Y se que es suficiente afirmación para él.

—Salgamos de aquí—le comento—el frío de la noche cala mis huesos.

Saca su móvil del bolsillo de su pantalón y frunce el ceño a penas la luz blanca del aparato ilumina su rostro.

Sin decir una palabra extiende su móvil hacia mí, la claridad de la pantalla quema mi vista e intento anular el contacto de la luz con mis ojos, pero me es difícil. Cuando por fin puedo ver de qué se trata.

“Estamos bien, debemos salir de aquí. Tenemos las cosas de la Donna.
Hay dos bajas”.

Doy varios paso decidiendome a salir de ese callejón, el frío golpea fuerte y me abrazo a mi misma.

Conozco a mis hombres, son eficientes así que me tranquilizo, Matteo sale justo detrás de mí.

Nunca en mi vida me he alegrado tanto por tener la habilidad de huir tan rápido de algún lugar, cosa que le debo a Pierre.

—Necesito su armamento—me susurra Matteo, supongo que el frío también lo ha afectado—Usted debe ir por los autos con cautela, enviare un mensaje, los hombres estarán a una cuadra del estacionamiento. Yo la seguiré de cerca.

Le indico que estoy de acuerdo y agrego: — Espera en la entrada mientras  saco uno de los autos, esperaremos unos minutos para sacar el siguiente, en ese tiempo necesito cambiar mi ropa.— Cámaras de seguridad—aclaro al ver su cara confusa al mencionar tal cosa.

En el estacionamiento el guardia de seguridad no me da mucha importancia, sin embargo, su mirada me escanea como si pudiera ver dentro de mí ropa.

¡Viejo asqueroso!

Desearía poderle volar los sesos.

Sigo mi camino a pesar del desagrado que se instala en mi estómago. Encuentro el auto y entro en el, urgo los cables debajo del volante cortando algunos y junto otros. Sonrió satisfecha al escuchar suave ronroneo del motor.

Salgo del estacionamiento del hotel y aparco media cuadra después en un lugar no tan iluminado, no logro distinguir a Matteo por ningun lado, pero se que esta cerca.

Siempre a mi lado protegiendome.

Desde medio metro de distancia un bolso es lanzado hacia mí, lo atrapó en el aire y entro a la parte trasera del coche.

Pasados unos 15 minutos estoy de vuelta.

El viejo verde me mira extrañado, pero está vez mi ropa no deja ver nada en mi figura y él decide ignorame.

Hago lo mismo con el otro auto, solo que esta vez un hombre que no logré ver antes me mira curioso y me preocupa un poco que vaya a intentar algo, eso si que nos dejaría en evidencia.

Salgo del coche y doy una vuelta al estacionamiento.

Voy tan distraída en buscar algo extraño que de alguna manera tropiezo con alguien, el impacto me hace retroceder varios pasos.

Un “Disculpa” ronco y grave se escucha. Levanto la mirada para  ver su rostro.

—No se preocupe—murmuro en tono tranquilo para seguir mi camino. Sin embargo, sus ojos, azules como el mar, me han dejado la mente tatuada.

Sacudo la cabeza y sigo mi rumbo hasta llegar de nuevo al auto y salir de allí.

Necesito más vías de escape.

***

Después de la faena de anoche encontramos un hotel pequeño y pintoresco, debo decir que, a penas toque la cama he caído como un tronco.

Hoy será un día largo.

Me levanto y camino hasta el baño y la imagen que me da el espejo empañado no es clara, paso mi mano sobre el cristal y logro ver mi imagen nítida.

Unos ojos verdes como la esmeralda con un par de pequeñas manchas oscuras debajo me dan la bienvenida del nuevo día, un bostezo se me escapa y cubro mi boca con la mano.

Mi cabello castaño claro esta un poco enmarañado algunos de mis rizos deformes, otros conservan su forma.

Me ducho lo más rápido posible, el agua helada contrae mis músculos y me eriza la piel, pero me despierta, una vez fuera de la ducha cepillo mis dientes.

De un momento a otro mis pensamientos llegan al estacionamiento, justo en el momento en el que miro esos ojos tan azules, tan vibrantes.

Sacudo la cabeza.

Enjuago mi boca y salgo del baño.

Desenredo y peino mi cabello, preparo mi rostro y me visto: jeans negros ajustados, camisa blanca transparente y un llamativo bralette de encaje negro, tacones negros de aguja sujetados al tobillo. Y listo.

En cuanto al maquillaje, algo básico, cubro mis ojeras, y me decido por un llamativo labial rojo que resalta la forma de corazón de mis labios.

Mi mente divaga y Pierre se asoma en mis pensamientos, el fue mi mentor y lo más cercano al “amor” que he tenido.

No me arrepiento de haberlo asesinado; aún así se que gracias a él estoy aquí y ahora. Luego de haber asesinado a mis padres adoptivos, llegué a algún bar de mala muerte y fui parte del show de poor dance, me gane la confianza del dueño y le robé para poder salir de allí.

En ese tiempo solo tenía 20 años, lo único que me acompañaba era una maleta de mala muerte con poca ropa y los documentos del olfanato.

Estuve sola en las calles más de cuatro días y de pronto él se apareció.

Pierre, con su acento francés, su cabello rubio y ojos azules; me enseño francés e italiano, clases de etiqueta y a tener la mejor puntería de todas.

Pero nada de eso fue gratis, era su puta, cada cosa que me daba debía pagarsela con buen sexo, debía soportar que se paseara con cuanta mujer le diera la gana, y no eran celos, ni siquiera lo amaba. Solo se sentía como una burla y odio que la gente se burle de mí.

Descarto mis pensamientos, ese bastardo no se merece ni siquiera un minuto en mi mente.

Empaco  mi ropa  y salgo de la habitación, ya mis hombres se han ido desde la madrugada.

Camino un poco hasta llegar al auto lo que también me ayuda a pensar y así armar planes brillantes.

A Sangre Fría Donde viven las historias. Descúbrelo ahora