Habiba entró a la tienda con la misma rapidez de una ráfaga repentina de aire, tiró el turbante que llevaba en la cabeza pero como estaba anudado a su garganta se dio a ella misma un apretón que le sacó un pequeño grito, se desenrolló la tela como pudo y buscó por la tienda donde esconder esa prueba incriminatoria. ¡Tonta! ¡Debía quitarse toda la ropa de hombre que llevaba encima! Estaba segura que Zaím entraría en cualquier minuto, ¿Dónde esconderla? Dio vueltas por la enorme tienda hasta que vio los almohadones de la esquina, se desnudó como pudo y metió la ropa bajo ellos. Estaba en ropa interior jadeando por la carrera, bueno, por las dos carreras y se desplomó cansada en los almohadones, estaban tan mullidos y suavecitos que suspiró sonoramente, concentrada en recuperar el aliento ni siquiera escuchó que alguien entraba.
- Vaya... -dijo esa voz que conocía muy bien. Habiba se incorporó de golpe y lo vio sorprendida. – Si así es que vas a recibirme cada vez que vuelva... - Ella no entendió al principio hasta que al percatarse de su falta de ropa abrió los ojos con horror y tomando un almohadón se lo puso a modo de escudo.
- ¿Por qué no avisas que entrarás? –le espetó y odió como su voz sonó aun agitada, esperaba que él pensara que era por la sorpresa de haberla encontrado así.
- Porque es mi tienda y tú mi mujer.
- Esposa, mujer aun no.
- Eso cambiará pronto ¿no crees? –caminó hacia ella y Habiba tragó saliva.
¿La había descubierto? Todo había ido bien esa mañana, todo lo bien que se podía esperar, se había despertado, no lo había encontrado, habían compartido cama sin ella saberlo y después él había aparecido con esa hermosa yegua y la había llevado a la tienda no sin antes dejarle claro que sabia muy bien que le había tocado y dicho en sueños que parecía una tableta de chocolate... y luego, luego había oído de que ese día al atardecer habría carreras de camellos y ella queriendo vengarse pues había urdido la forma de participar vestida como hombre, hasta Azima había competido pero claro, sin disfraz. El caso es que si Zaím la había descubierto, mínimo un mes sería lo que perdería y se acortaría el tiempo para que la tuviera en su cama en todo el estricto sentido de la palabra.
Horas antes...
Así que el chocolate había sido él, es decir su abdomen, si que el hombre estaba bien definido pensó debatiéndose entre la vergüenza, la curiosidad y algo más que por ahora no prefería definir, en menos de lo que pensó estaban en la tienda, él soltó su mano y arrojó la capa exterior que portaba, se giró hacia ella observándola Habiba estaba demasiado absorta viéndolo que por un momento no entendió porque él la miraba con ojos interrogantes.
- ¿No vas a gritar o algo así? –le dijo al fin.
¿Por qué debería? Ah, sí. Estoy en su tienda, dormimos juntos.
- ¿Debería?
- Podrías, pero nadie vendría en tu auxilio.
- ¿En serio? –lo vio curiosa. –si que regresamos unos cuantos cientos de siglos en el tiempo. –añadió con sarcasmo.
- Supondrían cualquier cosa menos que te estoy poniendo la mano encima de modo violento. –aclaró él y sin decir nada entró una chica con una bandeja con agua fresca, él tomó un vaso y ella tomó otro, la chica se fue. –No irás a aventarme ese vaso ¿o sí?
- No me tientes. –lo vio sonreír divertido y beber de su vaso, para luego ir a sentarse en unos enormes almohadones en una esquina. –Quizás tu gente no me defendería pero no estoy sola.
- Claro, Azima... ¿pero que podría hacer ella?
Incendiar toda la tribu si se lo propusiera... esta vez ella fue la que sonrió divertida al pensarlo y él la vio con los ojos entrecerrados.
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Princesa Habiba (Princesas de Durban 2)
RomanceHaber gozado del favoritismo de su tío el rey de Durban desde que tiene memoria hace que a veces una princesita se sienta demasiado libre, es decir, que crea que puede hacer cosas "inocentes" como nadar desnuda. Esto provoca un incidente que le cam...