2- Pisadas.

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Todos le dieron la bienvenida al nuevo compañero con aplausos.
Pedro cubrió su rostro otra vez y fue directo al último asiento vacío que quedaba, justo delante del escritorio del profesor.
Desde mi asiento del fondo, lo observaba con furia, por culpa de él tendría que abandonar mi plan de sábado, y olvidarme de mi "noche de series".
Azúl y sus apuestas... sus estúpidas apuestas que mi pobre alma competitiva no puede evitar.
Desde que tengo memoria tiene una extraña obsesión por este tipo de cosas.

Jamás había tenido novio, es decir, una verdadera relación de noviazgo. Siempre eran pocos encuentros y de una u otra manera las cosas dejaban de ser llevaderas, simplemente lo dejábamos ahí.
Nunca me molestó, creí que era normal, todos deseamos esa relación de confianza y comodidad, pero realmente no lo buscaba desesperadamente.

Para Azúl siempre fuí la persona más extraña que ella conocía,no lograba entender mis comportamientos dignos de una ermitaña, siempre que podía trataba de presentarme a sus amigos, como si quisiera desesperadamente conseguirme novio, supongo que todos tenemos distintas maneras de ver el amor.
Creo que llega cuando tiene que llegar, prefiero no salir a buscarlo.

La clase transcurrió con total normalidad, una parte del salón escuchaba con atención todo lo que el profesor decía y la parte restante dormía.

Luego de apuntes y más apuntes, me levanté de mi asiento para salir al receso, sacudí a mis dos mejores amigos que dormían detrás mío para que podamos irnos.

Todos parecíamos un ejército vestidos de la misma manera, nuestro uniforme, fuera de los horarios relacionados con la actividad física, constaba de una camisa blanca, medias, falda, pantalón (en caso de los hombres) y el abrigo de un color rojo oscuro y los zapatos debían ser preferentemente negros.

Los pasillos de la escuela eran largos, a veces parecía que nunca terminaban, tantos casilleros, tantos bolsos, tantas personas y... un pelirrojo.

Justo cuando lo había olvidado.

Azúl volteó y sonrió pícaramente.

- Te lo dije.- Escupió Azúl.

- Lo sé, lo sé. No me lo recuerdes.- Respondí cruel y cortante.

- Yo también me sorprendí, creció mucho, es más alto que yo. Recuerdo cuando le decíamos "hormiga roja", era muy pequeño de estatura.- Comentó Sebastián.

¿Recordar? ¿Cómo que recordar?

- ¿Cómo que "recuerdas"? ¿Acaso lo conoces? - Cuestioné.

- Todos lo conocemos, fue parte de nuestra clase hasta tercero o cuarto de la primaria. - La respuesta de Azúl causó un gran impacto en mí.

Sentí como los recuerdos golpeaban mi cara.

Recordaba a un pelirrojo, éramos cercanos, fue uno de mis primeros amigos durante la infancia, mi memoria está repleta de momentos con él, juegos, abrazos, risas.

¿Pero era "ese" pelirrojo?
¿Cómo rayos iba a suponerlo?
Existen miles de pelirrojos, no tenía que ser necesariamente él. ¿Cómo iba a recordarlo con tanta claridad y exactitud?
Es decir, no hablabamos desde hace años, es obvio que iba a crecer y a cambiar.
Pero, ¿por qué solo yo no podía reconocerlo?

- ¿Cómo no lo recuerdas? ¿Cuántos Pedros pelirrojos conoces? - Azúl pregunta algo sorprendida.

- Había olvidado su nombre... y su cara... y su existencia. - No me sentí muy bien al decirlo.

- Regresó para arruinar tu plan de sábado.- Sebastián bromea, innecesariamente, otra vez.

Azúl y Sebastián comenzaron a reír como tontos, para luego iniciar el gran "renovado plan de sábado" con una emoción contagiosa, mientras yo caminaba a su lado.

Creo que no es necesario aclarar que Azúl y Sebastián eran una bomba explosiva juntos, no se quedaban quietos, mucho menos callados, me gustaba observarlos.
Definitivamente no era como Azúl, no me gustaba presentar amigos ni crear relaciones, no me interesaba, pero ellos dos parecían una excelente pareja.
Asumir que sentían algo el uno por el otro era demasiado, solo ellos saben lo que sienten, pero algo había, estaba segura.

Esa forma extraña en la que se miraban, esa manera de preocuparse el uno por el otro, era sencillamente dulce de observar.
Amigos, pareja o lo que fueran, era tan... puro.
Siempre deseé poder encontrar a ese alguien que pueda verme así, ese alguien que yo pueda ver así.

Dos personas maravillosas como ellos lo son, harían una hermosa pareja.
Son realmente bondadosos, no se los decía seguido, pero estoy segura de que ellos sabían lo mucho que yo los apreciaba.

(Y también sabían lo poco que lograban disimular cuando estaban juntos, así que simplemente ignoraban mis preguntas de persona extremadamente chismosa)

- La saga de Crepúsculo perderá a su última admiradora que los visita cada sábado. - El comentario de Sebastián me saca de mi nube de pensamientos.

-No te atrevas a subestimar mi amor por Jacob, si no es el sábado, veré la saga completa todos los domingos, no te preocupes.- Respondí acompañada de una traviesa sonrisa.

Azúl y Sebastián estallaron a carcajadas, y yo tuve que acompañarlos.

El día escolar voló, pronto estábamos en la puerta de la escuela.
Saludé con mi mano a mis dos mejores amigos, y me concentré en mi rutina.
Comencé mi típica caminata para ir a mi casa, no estaba muy lejos, por eso siempre regresaba a pie, caminar sola me gustaba, aunque a veces daba un poco de miedo, sobre todo cuando anochecía.
Los audífonos tapaban casi cualquier sonido, pero habían unas pisadas no muy lejanas que no desaparecían, y comenzaron a llamar mí atención.

Un sonido o movimiento proveniente de algo o alguien que se encuentra detrás de tí, en un camino solitario y oscuro, para cualquier persona exageradamente dramática (yo), significaba peligro.

Asustada, me dí la vuelta lentamente y ahí estaba... Pedro.
Sus ojos se encontraron con los míos, pero regresé mi vista al camino casi de inmediato y seguí con lo que estaba haciendo.

Mi música pasó a estar en segundo plano, en mi mente solo estaba la imagen del rostro de Pedro y no podía dejar de preguntarme: "¿qué rayos hace aquí?"

El tiempo pasaba, y las pisadas seguían ahí.
¿Por qué seguía detrás mío?
Seamos realistas, ¿cuántas posibilidades habían?
Solo tomé tres en cuenta.
Tal vez quería mi número y no sabía cómo pedirlo, simplemente estaba aburrido y me siguió o era un acosador.

Quizás exageré.

A unos diez metros de mi casa, decidí voltearme otra vez, y ahí estaba, ¿por qué Pedro seguía ahí? Era extraño.
Sin pelos en la lengua, y siendo la persona más extremista que puedan conocer, protesté.

- Oye.

Pedro seguía con la mirada baja, sobre su celular, así que me acerqué y me detuve justo en frente de él para evitar que siga su camino.

- Te estoy hablando.

Pedro levantó la cabeza, algo confundido.

- ¿A mí? -

Reí sarcásticamente.

- Sí a tí. ¿Necesitas algo? ¿Por qué me sigues?

Para mí sorpresa, Pedro sonrió.

- El camino para ir a mi casa... queda por allí.

Pedro señaló la curva que se encontraba justo en la esquina de mi casa, él vivía unas cuadras más adelante.

No sabía como recuperar la valentía.

Pedro parecía notar lo avergonzada que estaba, él se apartó y siguió su camino. Pero justo antes de desaparecer entre las casas, volteó para volver a verme.

- ¡Nos vemos, Mónica!

"Él sí recuerda mi nombre, él sí me recuerda a mí",

entré a mi casa aún sin poder despedirme de la vergüenza.

Incluso sin recordarte...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora