Imaginas: Desea Versión Prichael [#4]

Te azotaré

Y allá iba él. Caminando por el jardín con una revista en mano, buscando un lugar tranquilo para relajarse. Mientras que su esposo caminaba detrás de él, esperando a que dijera algo sobre lo sucedido en la cocina. Fue un desastre en toda la palabra.

—Ya deja de seguirme... —pidió volteándose a verlo sin dejar de caminar— quiero un tiempo a solas.

—Sabes lo que hiciste —. Habló Prince a su pareja de forma molesta.

—Yo no hice nada —. Respondió Michael sin importarle mucho.

—No seas mentiroso —le reprochó—, te comiste los chocolates, hiciste un desastre en la cocina con ellos y ahora no quieres limpiar.

El rizado suspiró, se detuvo y se giró en sus talones para verle a la cara.

—Yo no lo hice, ya te lo dije, Prince —. Volvió a mentir.

—Vuelve a decir mentiras y te azotaré ¿es eso lo que quieres?

Pronto se pudo escuchar la risita avergonzada de su pareja. Eso que había dicho logró exaltarlo y sus mejillas que se iban tornando rojas lo delataban.

—Estás loco si crees que dejaré que me azotes —rio—. A menos de que me atrapes.

Jackson comenzó a correr, Rogers venía detrás de él tratando de alcanzarlo con una de sus sonrisitas juguetonas. Se la pasaron un buen rato correteándose por todo el jardín, brincando, saltando y riendo sin parar. Hasta que por fin, Prince logró alcanzarlo y acorralarlo contra un árbol, aunque fuera algo difícil tenerlo entre sus brazos hizo lo que pudo para que no huyera de él.

—Debería darte unas buenas nalgadas por ser un niño malo —. Le miró de arriba a abajo lamiéndose los labios.

—Sí... deberías —. Repitió su gesto entre un pequeño gemido.

Se miraron un par de segundos, ambas miradas llenas de deseo, aquel deseo carnal del que pocos se niegan cuando llega. Intentaron mantener el contacto visual otro rato, hasta que no pudieron resistir más, se apartaron y estallaron en risas por las frases tan estúpidamente calenturientas que estaban diciendo.

—Anda ve a limpiar —le dijo entre carcajadas al verlo caminar hacia la casa, dándole una nalgada juguetona—, nalgón.

—Si sigues así seré yo el que te azote —contestó sonrojado y sin dejar de reírse—, príncipe calenturiento.