Londres, siglo XIX.
El mundo se rige por una clasificación obligatoria para todos los niños desde que cumplen 3 años.
Esta clasificación constaba de 3 rangos que no se pueden cambiar.
Los animales, niños con capacidades semejantes a los animales como dientes afilados, olfato y oído desarrollado.
Los normales, niños con capacidades sin ninguna diferencia a lo establecido en el rango de su edad.
Y, por último, el rango que nadie quería ser. Little.
Los little son niños en donde sus pensamientos y acciones son totalmente coherentes con la edad que regresa (una edad más pequeña a la biológica conocido como "little space") y pierde la conciencia de su "lado grande",a esto también requiere de la necesidad de un cuidador en su vida dado que pueden regresar en cualquier momento.
Por otro lado, se encuentra la familia Phantomhive. Una familia de clase alta, que pertenecía a la nobleza desde hace generaciones, se dedicaba a la construcción y lanzamiento de juguetes y caramelos para los infantes en la compañía Funtom.
Compuesta, principalmente, por Vincent Phantomhive, Rachel Phantomhive y su hijo legítimo, Ciel Phantomhive.
Todo en ellos era alegría hasta la víspera del décimo tercer cumpleaños de su hijo, Ciel.
Sus padres estaban en la mansión de Angelina, la hermana menor de Rachel conocida por el apodo de Madame Red, dónde se celebraba una fiesta por el nuevo lanzamiento de la compañía Funtom. Una gama de peluches conocidos como "Peter Rabbit" que se lanzaría la próxima semana.
Rachel y Vicent cogieron el coche en el garaje de Madamme Red para partir a su casa con su hijo después de despedirse de los invitados. Vicent hacía maniobras para bajar la montaña, dado las grandes curvas que presentaba, y ambos hablaban sobre el cumpleaños de su preciado hijo hasta que sucedió algo para lo que no estaban preparados.
Un coche con un conductor ebrio avanzaba tambaleándose en el asfalto a gran velocidad ocupando ambos carriles.
No podían creer todo lo que estaba pasando, todo fue fugaz como un rayo. Ambos coches colisionaron de tal forma que los cristales de las ventanas y ventanillas se clavaron en el rostro, cabeza y manos de la pareja.
Se escuchaban los gritos y sollozos de agonía a pleno pulmón por parte de Rachel y Vicent.
¿Quién se iba a imaginar que esto iba a suceder?
Poco a poco la voz de los cabezas Phantomhive fueron disminuyendo hasta que sólo quedó el silencio. Ambos acabaron muertos.
Cuando llegaron los paramédicos y la policía ya era muy tarde. Debían darle la fatídica noticia al sucesor de la familia, Ciel Phantomhive.
Un oficial que se encontraba en el cuartel, llamado Abberline, recibió información sobre lo sucedido. Salió del cuartel para, posteriormente, subirse a su coche patrulla con la sirena y bocina encendidas en dirección a la mansión de campo de los Phantomhive.
Al llegar a la puerta de la mansión tragó saliva y tocó el timbre. Logró percibir pasos dentro de la casa hasta que abrieron.
Tras la puerta se encontraba un hombre adulto de entre 25 o 30 años que debía ser el mayordomo de la mansión. Su aspecto de pelo negro, vestido con un frac negro, camisa blanca, zapatos negros, unos guantes blancos y un reloj color plata que colgaba del bolsillo de su frac.
- Buenas noches. - dijo el oficial.
- Buenas noches oficial...- dijo en el aire el mayordomo ya que no conocía el nombre del policía.
-Abberline.- respondió.
- Oficial Abberline, ¿Qué le trae por la mansión Phantomhive? Los dueños no se encuentran en estos momentos.- Miró su reloj. - Seguramente están de camino.
El oficial agachó la cabeza por un momento lo que le dio a entender al mayordomo que algo malo sucedía.
-¿Les pasó algo malo a los señores?- preguntó preocupado.
Unos pasos pequeños se arrastraban bajando las escaleras. Ciel Phantomhive se había levantado del sofá por culpa del ruido y caminaba hacia dónde provenían las voces.
- Si. -dijo sin más tapujos. - La señora Rachel y el señor Vicent Phantomhive... Han fallecido, lo siento, le damos el pésame.
- ¿S-Sebby...?- se escuchó la voz torpe de un niño medio somnoliento, ambos voltearon sorprendidos.
Ciel Phantomhive, de 12 años casi 13, se encontraba parado de pie con el pelo revuelto, un chupete de los osos amorosos, un peluche de un conejo gris en una mano, una camiseta manga larga color amarillo con estampado de barrio sésamo, un pañal abultado de dinosaurios y unos calcetines con volantes color verde pastel.
Ambos adultos no sabían qué responder. Se quedaron en shock por la presencia inesperada del niño.
-¿P-papi, m-mami?- dijo de la mejor forma posible dado que el chupete le impedía hablar bien y había logrado escuchar que algo malo les habían pasado a sus padres. Sus ojos azul marino comenzaron a aguarse y las lágrimas no tardaron en caer.
Sebastián, cómo se llama el mayordomo, cogió al niño por los brazos apoyándole la cabeza en su hombro y mientras que con una mano acariciaba la espalda del niño en forma de círculos para calmarlo, con la otra lo cogía por el trasero pesado por el pañal mojado.
- Por favor oficial, pase. - dijo Sebastián. - Espere en la sala un momento y ahora le saco un poco de té.
Abberline fue hacia la sala y se sentó en un sofá mientras Sebastián fue a la habitación del niño para cambiarle su mojado pañal y meterlo en la cama con barrotes plegados simulando una cuna. Cuando ya calmó al niño, le cambió, cogió un monitor de bebés.
Pasó por la cocina para preparar un poco de té negro y lo llevó en una bandeja hacia la sala.
Sirvió la taza de té al oficial y se sentó.
- Cuénteme, ¿Qué les sucedió a los señores?
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