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Sebastián se levantó cómo siempre por los rayos de Sol que asomaban a la ventana y vio la hora. Eran las 09 de la mañana y hora de despertar a Ciel.

-Ciel, cariño, hora de despertar.- dijo acercándose. Lo movió un poco con la mano causando un pequeño gemido por parte del pequeño.

Comprobó el pañal del infante, el cual se encontraba húmedo. Cogió al niño en brazos y lo llevó al cambiador color celeste.

El niño se quejaba un poco balbuceando y, a la par, se desperezaba. Por otra parte, el mayordomo le sacó el pañal, le limpió sus partes con unas toallitas húmedas, expandió talco y le puso un pañal seco.

Dejó a Ciel un momento en el cambiador mientras se frotaba los ojos con las manos y se acercó al armario a sacar un conjunto.

Posteriormente, alzó al niño y lo llevó escaleras abajo hasta la cocina para sentarle en una trona y preparar el desayuno del niño y el suyo propio. Una vez listo, le puso el babero, le dio el biberón y una papilla de frutas. Cuando acabó de darle de comer, limpió su carita y manos embarradas de papilla de frutas con una toallita húmeda.

Quitó los platos sucios del niño y se puso a comer su desayuno : un par de tostadas francesas y un café con leche. Al terminar su desayuno, fregó los platos.

Subió a la habitación y dejó la ropa al lado de Ciel. Comenzó a vestirle con unos pantalones hasta las rodillas color negro, una camisa de tirantes blanca, una camiseta blanca, una chaqueta negra y unos calcetines blancos juntos unos zapatos negros.

Cuando acabó de vestirlo, le dejó sentado jugando en el corral de la habitación y procedió a vestirse. Sebastián cambió su ropa por un esmoquin color negro, una camisa negra y un calzado negro. Después, se fue a la habitación contigua y preparó un bolso grande con lo necesario: pañales, chupete, toallitas, talco, su peluche favorito, algunos biberones y papillas.

-¡Sebastián!- se escuchó la voz de Ciel, lo que significaba que ya no estaba (por el momento) en una regresión de edad de mentalidad más pequeña a la suya propia. -¡Sebastián es una orden, ven aquí!- Este suspiró al escuchar a su amo. No quería admitirlo, pero prefería llevar a un infante bebé al ser más fácil de calmar.

-Sí, mi lord.- Sebastián apareció en presencia del ahora "grande Ciel" de 13 años.

-Quiero explicaciones. -dijo sin vacilar. - ¿Por qué estoy vestido con esta ropa? Y quítame el pañal. - Protestó Ciel cómo siempre hacía cuando volvía a su edad biológica.

-Mi lord, sabe que no puede quitarse el pañal. -Comenzó a relatar.- Dado que la ley os lo prohíbe. Recuerde que ahora es grande y no pequeño, pero su esfínter tiene alteraciones y puede sufrir accidentes.- Recitó la explicación que Ciel odiaba.

Sonó el timbre e hizo una reverencia y fue a ver quién era. El carruaje para el funeral de sus progenitores.

Sebastián volvió con su amo.- Mi señor, su carruaje ya está listo. Es hora de partir. - Sacó el bastón del armario, un sombrero y se los dio al conde.

-Tsk.- Chistó a desgana. - Explícame por el camino. - Comentó comenzando a caminar torpemente y salir de ese cuarto de aspecto infantil con olor a bebé.

Sebastián cogió la bolsa y bajó junto a su amo.

Una vez dentro del carruaje, Sebastián le relató lo que el oficial Abberline le comentó la noche anterior sobre el accidente automovilístico que causó la muerte de sus padres.

Ciel, al escucharlo, sintió un torbellino de emociones y pensamientos entre los cuales estaba la tristeza, pero no iba a llorar. No podía permitirse a un Phantomhive mostrarse débil.

Llegaron a la iglesia y Ciel se fue a la primera fila mientras que su mayordomo , ahora cuidador, se apartó. Se sentó en medio de su tía Ann, Madamme Red, y su prometida, la señorita Elizabeth Mildford.

La ceremonia avanzaba. La mente de Ciel era un caos, sentía que debía irse. Ver el cuerpo de sus padres difuntos en un ataúd abierto le afectaba mentalmente. Deseaba que eso fuera una especie de broma de muy mal gusto, no podía ser cierto, más bien, no se lo podía creer del todo.

Sebastián observaba a su amo que miraba el suelo con la mirada perdida intentando evitar contacto con el frente. A su vez evitaba el hablar con la señorita Elizabeth y su tía Ann, a pesar de la insistencia de la primera.

Elizabeth, harta de ser ignorada por Ciel, y por supuesto Sebastián, le observaron dándose cuenta de que su mano de Ciel temblaba. Sebastián ya sabía que eso le sucedía para evitar que salga su "yo pequeño", ya que, al conde le provocaba un desequilibrio mental y tendía a rechazarlo.

- Ciel. ¿Estás bien? - Preguntó Elizabeth cuando ya llegó casi el final de la ceremonia. Ciel ensimismado en evitar que todo aquello le afectara, se desmoronó.

Su labio comenzó a temblar, su expresión neutral cambió a miedo, sus ojos comenzaron a aguarse.

Las campanas anunciaron el final y el ruido de un grito/llanto desgarrador llenó el silencio y causó la atención de los asistentes. Su cuidador se acercó para cogerle en brazos, la mirada de preocupación de Madamme Red y Elizabeth miraron a Sebastián a lo cuál hizo una reverencia y salió en dirección al carruaje.

Una vez dentro del carruaje, calmó al pequeño con masajes circulares en la espalda, el chupete, su peluche favorito y alguna canción de cuna hasta que se durmiera.

Volverían a la mansión. 

Sebastián se quedó pensando en todo lo que les habían dicho previamente a abandonar la mansión para ir al funeral.

"Ho-Ho-Ho-Ho." (Todo está listo.) - Tanaka

"¡Todo listo para organizarlo! "- Finny

"Todo estará preparado tal y como lo ordenaste Sebas-chan. No romperé ningún plato."- Mey-Rin

"Tampoco quemaré la comida."- Bard.

Suspiró al recordar y miró su reloj.

Si la habían fastidiado en su ausencia en vez de prepararlo todo, por suerte, tenía un plan B.

Sólo era un simple mayordomo, un mayordomo infernal.

Daddy's little.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora