2.

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El funeral había sido sobre las 10 de la mañana, duró aproximadamente 1 hora y dentro de nada serían las 12 cerca de la hora de comer de Ciel.

El trayecto a casa fue calmado quitando algún accidente del niño, que causó que se despertara y llorara, pero nada que no pudiera manejar Sebastian.

Cuando al fin llegaron a la mansión, los sirvientes los recibieron y, con el niño en brazos, lo llevaron a que siguiera durmiendo en su cuna. Habían sido muchas emociones y qué mejor que un buen sueño para poder recuperarse y estar descansado.

Después de dejar todo, Sebastian, fue paseando por la mansión observando las tareas que les había encargado a los sirvientes.

El comedor, milagrosamente dado que Mey-Rin siempre acababa rompiendo algo, estaba intacto. Los platos y vasos eran de un color blanco crema con pequeñas flores azul celeste ; la cubertería de plata estaba reluciente y ordenada encima de servilletas de tela ; la mesa llevaba un mantel blanco puro y en el centro lo adornaba un centro de flores color negro junto rosas blancas (las favoritas del señor).

Continuó su paseo hasta la cocina. En la encimera estaba la comida lista como sopas frías, una mousse y la preparación de las carnes, cómo ternera, para hacerla al momento y servirla. Y, por supuesto, ningún rastro de los armarios quemados por el lanzallamas de Bard.

Por último, observó el patio trasero. El patio se divide por zonas donde había diferentes tipos de flores. Las violetas eran las más cercanas a la puerta trasera de la mansión. Le seguían las amapolas rojas, los tulipanes azules y, por último, en el fondo, las rosas blancas con las espinas quitadas por si, algún día, Ciel no era vigilado y acababa yendo hacia allá para que no se hiciera daño.

En medio de todo esto, dividido por caminos de piedra y hierba, se encontraba una especie de templete con una mesa octogonal de madera de roble y sillas.

Entró a la mansión, dónde los sirvientes esperaban saber que opinaba Sebastian de su trabajo.

Les miró a los tres en fila, mientras Tanaka sujetaba a un lado su vaso de té caliente, y carraspeó.

- Mey-Rin. El orden en el salón, la vajilla que escogiste, el mantel, la cubertería, el centro de mesa... Fue perfecto, menos mal que no se te rompió nada. - dijo mientras miraba a la chica de pelo rojo recogido en dos coletas con traje de maid y gafas redondas.

- G-Gracias Sebastian.- respondió tartamudeando.

- Bard. La comida se encontraba bien preparada, el haber dejado el preparado para la carne de los comensales y la mousse... Estaban de buen ver, buen trabajo por abstenerte de usar un lanzallamas, chef. - miró al hombre de pelo rubio

- No fue para... ¿C-chef?- preguntó incrédulo. Era cierto que era el chef pero últimamente no hacía más que casi incendiar la casa con sus armas de EEUU. sino fuera por Sebastian.

- Sí, chef. - ultimó y procedió a hablar con el último sirviente. - Finnian, perdón, Finny. - se corrigió. - Las flores siguieron intactas tal y como ordené, la hierba fue cortada precisa con el cortacésped y mataste la mala hierba sin matar nada más con el insecticida. Te felicito. - Término Sebastian.

-¡Gracias Sebastian!- dijo animado el más joven de los sirvientes.

Sebastian observó el reloj para encontrarse con la sorpresa de que casi eran las 5 de la tarde y, a pesar de tener los preparativos, Ciel seguía durmiendo.

Dos ruidos a la par interrumpieron el silencio que había, el timbre y un llanto.

- Mey-Rin, recibe a los invitados; Finny, lleva sus abrigos al cuarto de los abrigos y Bard, lleva unas copas de vino blanco. - comentó para subir a los aposentos de Ciel.

Un niño con las mejillas sonrojadas del llanto y los ojos enrojecidos junto a un apestoso y mojado pañal estaba en la cuna con los brazos alzados para ser cargado.

Sebastian recogió al niño para llevarle al cambiador mientras que en tono suave decía :

-Cálmate pequeño, está bien, te voy a cambiar y estarás limpito.- a la par que le daba un peluche para calmarlo, su conejo favorito.

Por otro lado, en el comedor se encontraban los invitados. Madame Red junto a su sirviente Grell Sutcliff, Lady Elizabeth Mildford y el príncipe Soma Asmankadar junto a su sirviente Agni.

- ¡Bien, bien, bien! ¡Qué comience la fiesta!- dijo Soma.

- Su alteza, silencio. Lord Ciel no sabe sobre ello ni se encuentra presente. - respondió Agni tocando el hombro de Soma.

- Sólo espero que esté bien Ciel. - soltó Elizabeth.

- Seguro que lo está, tiene a Sebastian a su lado. - contestó Madame Red.

Todos ellos bebían a la par que esperaban. Pasado un rato, Sebastian apareció en la sala.

- Escondanse y apague la luz, Mey-Rin. Ahora vuelvo con el señorito Ciel.- anunció para, posteriormente, ir al cuarto dónde se encontraba Ciel.

Sebastian fue al cuarto de Ciel para prepararle para la ocasión. Le sacó del corral dónde lo dejó, anteriormente jugando, y lo vistió con una camisa blanca junto un listón negro, un suéter color azul cielo, unos pantalones cortos de color azul marinos y unos calcetines hasta las rodillas color crema junto unos zapatos negros. Lo cargó, llevándolo junto a su peluche y el chupete y bajó las escaleras.

- Ciel, tienes una sorpresita para tí en el comedor. ¿Por qué no vas a buscarla?- le comentó dejándole de pie bajo las escaleras en el recibidor para que fuera caminando hacia el comedor.

Cuando el pequeño Ciel entró en el comedor, por las sombras, dado que estaba todo con la luz apagada, se abalanzó alguien detrás de él.

- Te en-con-tré.- dijo la voz y un grito agudo salió del infante.

Inmediatamente encendieron las luces para revelar quién era la persona que había rodeado con sus brazos.

- Alois Trancy. - soltó Sebastian al verlo.

- S-Se-Sebby.- gimoteó con el rostro lleno de lágrimas y su nariz moqueando.

Daddy's little.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora