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°• Capitulo IV •°

Tres, cuatro, cinco o quizás diez.

No sabía cuantos minutos habían pasado desde su despertar, sin notar diferencia alguna en el ambiente más que una nube oscura que impedía visualizar si quiera la cama sobre la que descanzaba. Con lentitud guió sus dedos hacia lo que obstruía su visión llegando a lo que parecía ser un trozo de tela.

"Vendas, tengo los ojos vendados" Pensó Horacio, recayendo en lo acontecido y haciendo una mueca al recordar el dolor de las garras cortando sus ojos. Sangre, gritos, una pelea, las voces de los profesores, oscuridad. Todo ocurrió tan rápido que no había logrado reaccionar de la mejor manera, pero ¿Había otra forma de actuar ante tal escena? Su hermano le había atacado al punto de dejarle un daño permanente perdiendo el control de sí mismo en medio del entrenamiento, era imposible predecir cuando Pogo hacía sus apariciones para dañar gente. Por otro lado, no era justo que siempre fuera el afectado de la situación.

— Soy tan egoísta... —Susurró con pesar. Su hermano sufría las constantes manipulaciones del payaso y él más que nadie lo sabía, pero no podía evitar sentirse como la víctima en la situación, después de todo era él quien estaba en una cama con los ojos vendados, posiblemente ya curados con la habilidad de la maestra Eri pero, igualmente afectados. Sacudió la cabeza con rapidez de un lado a otro en un intento de borrar la bola de pensamientos que se acumulaban junto a sus emociones cruzadas— No, no debo pensar así, joder...

— ¿Debería preguntarle si está bien o...?

Junto con un escalofrío, detuvo sus movimientos abruptamente ante la voz a su derecha, aquel acento era imposible de confundir para Horacio.

— Ah. —Una presión en su estómago comenzó a atacarle debido a la vergüenza de su accionar, agradeciendo interna e irónicamente la venda en los ojos que poseía en el momento. No sabría a donde mirar de la pena que sentía si no la tuviera encima. — Volkov ¿Hace cuánto estás ahí?

— Desde que le trasladaron a la enfermería — dijo el ruso mientras deslizaba su silla tomando distancia de Horacio para no incomodarle, si bien este no podía verlo, fácilmente sabría la cercanía que mantenían al hablar. Posteriormente procedió a quitarse restos de hielo sobre su piel, evidencia de su constante uso de portales— luego de que la profesora... — con una pausa, decidió cambiar la explicación a una más directa.— Estabas inconsciente y me ofrecí para cuidarle en caso de cualquier difisultad.

— "Dificultad" — Corregió Horacio.

— Sí, eso.

Con un suspiro, el menor se preparó mentalmente para la respuesta de su próxima duda— Volkov, ¿Sabes como está Gustabo? —segundos pasaron y ninguna frase llegó a sus oídos, de no ser por la pesada respiración del contrario, pensaría que este se retiró del lugar.— ¿Volkov?

El peligris rodó los ojos con la frustación aumentando en su ser, no lograba comprender la preocupación de Horacio por el rubio cuando era él quien había sido lastimado. Eran como hermanos, lo entendía, pero desde su punto de vista aquella relación era unilateral, por otro lado, no era Gustabo en sí quien lastimó al de cresta, sino el ente encerrado en su cuerpo. No tenía una postura clara, pero era obvio que se inclinaba más a defender a su amigo en aquella camilla.

— Escuche, no puede ser que estando a punto de quedar ciego, su prioridad sea Gustabo —Habló después de unos segundos intentando modular y que su creciente ira no se transmitiera en sus palabras, manteniendo un tono neutral.— Luego podrán hablar, por ahora debe descanzar. Mantenerse separados por un tiempo también sería buena opción, aunque sean unas horas.

— Tengo que saber si se encuentra bien, no tengo idea de qué pasó con él, lo único que recuerdo es a Pogo atacarme, el resto solo son voces y un dolor horrible... — Giró su cabeza hacia la dirección donde supuso que estaría su amigo.— ¿Podrías ir a por él? Por favor...