Aizawa Shota llevaba siendo mejor amigo de Hizashi Yamada desde que tenía memoria. El no sabía lo que era el amor. Pero un año, gracias a sus alumnos, se da cuenta de que lo que quiere no es una simple amistad.
Su jornada había acabado, volvía a casa con paso tranquilo, hoy no le corría prisa.
Una vez frente a la puerta de su casa, metió la llave en la cerradura, girándola hasta conseguir el típico crujido que indicaba que estaba abierta.
Como siempre, habían unos zapatos mal colocados en el suelo, los cuales puso bien antes de entrar, se quitó los suyos y se adentró a la casa. Allí también vio una camiseta y pantalones tirados en el suelo.
Los tomó y se encaminó al salón, viendo allí la figura que siempre lo sacaba de quicio sentado en el sillón.
-Pon esto en tu cuarto- les tiró las prendas a la cara.
-Buenas noches a ti también papá- dijo el chico con una sonrisilla.
-No te hagas el inocente, me voy a duchar- habló.
Antes de que el peli-morado se lo impidiera, entró al baño encontrándose con un pequeño gato negro y con una mancha blanca en el ojo.
-¡Shinsou Hitoshi!- gritó el mayor tomando al minino en sus manos.
-Papá...- lo interrumpió.
-¿Me explicas?- preguntó.
-Estaba en la calle, hacía frío y pues me lo he traído-
-Espera, ¿Has salido a la calle? ¿No estabas enfermo?-
-Emm... Era para comprar... Soba...?- dijo dudoso.
-Shinsou, no puedes fingir tener una enfermedad cuando no la tienes y menos para faltar a clase- regañó.
-Ya pero... Me daba miedo...- murmuró jugando con sus dedos. El mayor suspiró.
-Mira, por ese mismo tema he estado hablando con el director- el menor lo miró- hemos decidido que tienes un don lo bastante fuerte como para estar en 1-A, solo que la prueba de admisión no lo dio a relucir-
Shinsou no se lo podía creer, iba a ir a la mejor clase de la academia UA y encima iba a estar con su padre para que no le pasara nada.
El peli-negro iba a hablar, pero los delgados brazos de Shinsou lo interrumpieron.
-Gracias gracias gracias, te quiero mucho- le dio un beso en la mejilla y subió las escaleras hacia su habitación.
-¡Espera! ¡El gato!- gritó con este en brazos.
Lo miró a la vez que el pequeño animal levantó la mirada, viéndose mutuamente. El minino se acurrucó en su pecho y cerró sus ojitos, dejando para Aizawa una escena maravillosa.
Sonrió levemente y se levantó con cuidado de no despertarlo.
Lo llevó a su cuarto y lo dejó a los pies de la cama, luego el se quitó su traje de héroe –el cual aún llevaba puesto– y se puso una camiseta ligera.
Se metió en la cama acurrucado para no molestar al animal. Pronto cayó en un profundo sueño. Había sido un día muy ajetreado.
