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–Bakugo. -le llamo, en ningún momento dejo de mirar al frente.

Si llegara a mirar a su acompañante, sabía que se arrepentiría de las palabras que diría, y no, no importa cuán rojas estén sus mejillas o que sus piernas temblaran, iba a declararse.

–¿Qué quieres peppermint? -En cambio Bakugo si le miró, poniéndolo más nervioso.

Dejó de caminar, logrando que el mayor copiara su acción, ahora más confundido viendo cómo esos cabellos bicolores tapaban los ojos del más alto.

–Bakugo... -lo volvió a llamar, mientras tomaba aquel regalo de su bolso.

Una bolsita de un rosa-transparente con un moñito rojizo en donde estaban aquellos dulces, los mejores y que con tanto cariño había hecho. Para luego extenderselos al cenizo.

–Tú... Me gustas mucho Bakugo, por favor, acepta mi confesión.

Lo había dicho, al fin aquellas palabras habían salido de su interior, y a pesar de los nervios, sentía una increíble paz.

–Te tardaste mucho, Shoto.

Estaba feliz.

Estaba feliz

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Shoto está enamorado; bktdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora