9| Familia

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Los primeros rayos del sol se colaban por la ventana entreabierta, dejando un rastro cálido en la habitación mientras el viento fresco acariciaba el rostro de Will. Parpadeó lentamente, intentando acostumbrarse a la luz del día que, aunque tenue, le molestaba un poco después del descanso profundo que había tenido.

Se estiró en la cama, dejando escapar un pequeño suspiro antes de levantarse. Observó con atención el lugar, recordando que no estaba en casa. Todo era distinto, desde las paredes pintadas de verde y naranja hasta el ligero aroma a chocolate que aún flotaba en el aire, como si fuera parte de la esencia misma del espacio.

Su mirada se posó en la puerta blanca.

¿Debería salir?

La duda lo invadió. No quería incomodar a Demian ni arriesgarse a despertarlo si seguía durmiendo. El silencio al otro lado de la puerta era casi tranquilizador, como si confirmara que todo estaba en calma.

Miró el reloj sobre la mesita de noche y decidió que aún era temprano. Sin pensarlo demasiado, volvió a tumbarse en la cama, envolviéndose en las mantas que aún guardaban un tenue calor. Cerró los ojos, dejando que el viento fresco que entraba por la ventana lo arrullara una vez más.

En cuestión de minutos, el sueño volvió a envolverlo, y esta vez, soñó con momentos felices que aún no sabía si algún día serían reales.

[...]

El aroma del café recién hecho llenaba la pequeña sala. Demian, con una taza entre las manos, escribía en su ordenador con expresión tranquila. Apenas se había despertado hacía una hora, y aunque suponía que Will estaba despierto, no había señales de él en la sala. Con una sonrisa ligera, pensó que seguramente seguía durmiendo.

Ya es mediodía. Tal vez debería prepararle algo de desayuno, pensó, dejando la taza a un lado.

Sin hacer ruido, se dirigió a la habitación donde el castaño dormía. Abrió la puerta con cuidado, dejando asomar solo un poco su rostro antes de entrar. Allí estaba Will, completamente arropado bajo las mantas, con el peluche de oso apretado contra su pecho.

Demian sonrió para sí mismo. El sol entraba a raudales por la ventana, iluminando el rostro del castaño, cuya piel parecía brillar bajo la cálida luz. El pelinegro se acercó, quedándose de pie junto a la cama. No pudo evitar observar cómo sus labios estaban entreabiertos, dejando escapar pequeñas respiraciones pausadas.

Se ve tan tranquilo...

Sin pensar demasiado, extendió una mano para apartar un mechón de cabello que cubría parcialmente el rostro de Will. Sus dedos rozaron apenas su piel, y algo en él lo impulsó a inclinarse un poco más. La cercanía hacía que pudiera sentir el calor que emanaba del castaño. Sus labios estaban a un suspiro de distancia cuando vio cómo los ojos del otro comenzaban a abrirse lentamente.

Demian retrocedió de inmediato, componiendo una sonrisa radiante para disimular lo que acababa de pasar.

-Buenos días -dijo, tratando de sonar despreocupado.

Will parpadeó varias veces, su voz ronca por el sueño cuando respondió:

-¿Qué hora es?

-Mediodía. ¿Desayunas? -preguntó Demian con un tono suave, sin apartar su mirada de él.

El castaño asintió apenas, murmurando un "sí". Sus mejillas estaban ligeramente sonrojadas, y evitaba mirar al pelinegro directamente. Demian, por otro lado, parecía perderse en la forma en que Will intentaba esconder su vergüenza.

Se acercaron de nuevo, como si una fuerza invisible los empujara. Las respiraciones de ambos eran casi inaudibles, pero tan cercanas que podían sentirlas. La distancia entre sus labios se acortaba lentamente.

𝐓𝐮 𝐜𝐨𝐦𝐩𝐚ñí𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora