Así empezó todo

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Me despierto de golpe, y abro los ojos en el acto. Al cabo de unos segundos inmóvil me doy cuenta de que estoy tiritando y tengo la respiración muy agitada.

Sumo un día más a la interminable lista de noches en vela por la culpa de las estúpida pesadilla, esa que me aterra y me atrae a la vez.

Me levando de la cama con sigilo de la cama.

Camino por el pasillo evitando hacer el menor ruido posible, pero cuando estoy llegando, un labrador me detiene. Se trata de mi perrita Gapi, que viene a recibirme, como hace todas y cada una de las noches que me despierto.

Me dirijo directa al sofá, y Gapi sigue mis pasos. Le cuanto mi pesadilla una vez más:

--Gapi, hoy he visto con más claridad la cara del chico, pero sigo sin reconocerlo.-- Ya sé que Gapi no me entiende, pero necesito desesperadamente contarle el sueño a alguien, y mis padres no están al tanto de mis pesadillas nocturnas.-- He distinguido sus ojos, son azules y me transmiten confianza, son bastante hermosos.

--¿Esmeralda? ¿Qué haces despierta a estas horas?

Es mi madre, Luz, compruebo el reloj, y son las cuatro menos cinco de la madrugada.

--Lo siento mamá, no podía dormir

--Pués venga, te acompaño a tu habitación, que en pocas horas estarás en el instituto y hay que descansar.

Caminamos hasta mi cuarto, como está oscuro, me da miedo ver al chico de las pesadillas por allí, y el silencio absoluto no ayuda. Me meto en la cama y me arropo hasta los ojos.

Después de un rato dando vueltas por la cama, consigo conciliar el sueño y disfrutar del resto de la noche sin las interrupciones de La Pesadilla.

Ojalá existierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora