CAPITULO IV

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Los días se volvieron tan lúgubres para Aome, sus risas se habían esfumado, su mirada carecía de ese brillo tan característico de ella y su piel paso de ser un rosa ocráceo a un pálido casi amarillento, tanto así, que todo mundo pensaba que ella se encontraba realmente enferma «Si, enferma, pero de amor»

Poco a poco las reuniones nocturnas con el dueño de la casa comenzaron a ser esporádicas, por no decir que ya no se reunían en lo absoluto. Las pláticas en ambos se habían convertido en silencios demasiados prolongados para el gusto de Aome ¿Qué tanto había cambiado como para que las palabras se volvieran extrañas?

"Te veías tan feliz con ella, que me sentía pésima por desear que fueras solo mío, tu camino se fue separando poco a poco del mío, que no supe en qué momento tu sendero se encontró con el de ella, en qué momento tu mirada se conectó con la suya y de qué manera sus besos borraron los que una vez yo te había regalado.

Oh dios realmente sabía que enamorarme de ti era un error, pero me fue tan fácil aferrarme a tus alas y volar contigo para sentir aquello que los amantes presumen conocer, aunque tu no estabas dispuesto llevarme en tu viaje, y me condene yo sola al ser un polizonte en tu vida. Ahora estoy pagando el haberme atrevido a pensar que sería correspondida; cariño mío, estoy aquí en el averno, de camino a mi condena por este fatídico querer"

[...]

- Keitaro, cariño, no corras, te podrías lastimar – Aome perseguía al pequeño Taisho por todo el jardín, a pesar de salir tras de el casi al mismo tiempo que el niño comenzó a correr, Keitaro le llevaba algo de ventaja.

Recibir la noticia de las próximas nupcias de su señor padre, no fue del todo bien recibida para el heredero de Sesshomaru, Keitaro comenzó a ser más callado de lo habitual, pasaba largas horas en su habitación y evitaba estar mucho tiempo con Sesshomaru, quien realmente no había notado los sutiles cambios del niño hacia él, pero si Aome.

- Cariño, espera ¿Por qué has salido corriendo de esa manera? – Pregunto Aome mientras trataba de recuperar el aliento por la pequeña carrera que emprendió

- Por papá – contesto con su voz desolada mientras observaba la hierba que había a sus pies - ¿Por qué va a casarse?

- Bueno...es – Pensar sobre la próxima vida de Sesshomaru era difícil, y lo era más aun al tratar de explicarle al niño sobre ello – Tu padre se ha enamorado de la señorita Nakamura y...y ella también de él, y por lo tanto quieren estar juntos y formar una familia – Contesto Aome débilmente, realmente le era difícil hablar del tema sin querer que sus ojos se llenaran de lágrimas.

- Pero yo no quiero que papá se case con la señorita Nakamura – Contesto a la defensiva el pequeño

- Keitaro, piensa en la felicidad de tu papa, ¿No quieres ver feliz a tu padre? – Poco a poco el niño comenzó a mirar levantar su rostro y Aome pudo ver sus ojos llorosos

- Si

- Entonces, piensa que la señorita Nakamura es la felicidad de tu padre... – Algo dentro de Aome se rompió al decir aquellas palabras, le costaba aceptarlo, pero Kagura es la felicidad de Sesshomaru – además tendrás una nueva mamá

- Yo ya tengo dos mamás ¿para que quisiera otra más?

- ¿Dos mamas? – El entrecejo de Aome se frunció al no comprender las palabras dichas por Keitaro

- Si, mi mama Sara que está en el cielo y tu – Aome no supo que decir ante las palabras de Keitaro

Aome tomo al niño y lo abrazo con amor, a lo cual el correspondió de la misma manera. A pesar de que tenía vagos recuerdos de su madre y de que la llevaba en su corazón, quería a Aome como tal, ante él no había cabida para otra mamá que no fuera Sara o Aome y ante el saber que Kagura sería su madrastra creaba un conflicto emocional para Keitaro, algo que Sesshomaru no entendía y lo tomaba como un signo de rebeldía.

Cartas de media nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora