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-Ya te lo he dicho, fue un accidente sin importancia

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-Ya te lo he dicho, fue un accidente sin importancia... Lo sé, pero... Sí, lo entiendo. -un pesado suspiro escapó de sus labios al tratar de contener la creciente rabia que se acumulaba dentro de ella.- No volverá a suceder, señor. Buenas noches.

La muchacha pulsó el botón rojo de «finalizar llamada» antes de tirar su teléfono a la cama, deseando internamente que cayese al suelo y se rompiese. Abrió uno de los cajones de su mesilla y sacó una cajetilla de cigarros sin estrenar, quitando el plástico que la recubría con cuidado y sacando de un tirón el pequeño papel que protegía los cigarros, tomando uno entre sus dedos lentamente para después llevárselo a los labios y encenderlo. Casi nunca fumaba, pero la situación en la que estaba lo requería. El que había llamado no era otro que su padre, y aunque sabía que tarde o temprano tenía que hablar con él, lo cierto es que no se esperaba que el hombre le fuese a dar tanta importancia a su "desaparición". Había logrado convencerle de que la causa no era otra que un accidente de tráfico, pero dudaba poder mantener la verdad por siempre. Todo aquel asunto de Empire Bay terminaría por llegar a oídos de su padre, y en cuanto eso pasase las consecuencias para ella serían fatales. Tenía la tranquilidad de que Ushijima era ahora el que estaba en la cima de los mandos de la mafia, pero eso no le aseguraba una protección total; nada en aquel mundillo era realmente seguro, y eso es algo con lo que todos tenían que vivir.
Si bien era cierto que la posibilidad de que su padre supiese la verdad le preocupaba, no era nada comparado con el plan que Suna y Osamu habían preparado. Por alguna extraña razón, sabía que no debía llevarse a cabo, su interior negaba a gritos la posibilidad de que el plan tuviese éxito, y para su desgracia la intuición que había desarrollado con los años era prácticamente infalible. Exhaló su último suspiro de tabaco, dejando escapar el humo entre sus labios lentamente para después apagar la colilla en el marco de la ventana y lanzarla hacia el exterior. Solo entonces notó lo cansada que se sentía, pero pese a ello decidió quedarse un rato mirando a las estrellas.
Alguna vez hace mucho tiempo había oído que, cuando alguien fallecía, una nueva estrella aparecía en el cielo, un fulgor lejano que aún sin distinguirlo de los demás estaba allí para mostrarte el camino cuando alzases la vista al cielo nocturno en busca de respuestas. Ella nunca se creyó ese cuento, pero aquella noche, quizá porque todavía no asimilaba la mayor parte de las cosas que habían pasado, sus ojos se clavaron en una estrella que, a primera vista, podía pasar desapercibida para cualquiera. No era especialmente brillante o de un tamaño destacable, pero por alguna razón su mirada se había detenido en aquel pequeño punto de luz, así que decidió justificar las razones con el destino y, en apenas un susurro, dijo:

-Mamá, ¿es esto lo correcto?

3:42 a.m

Sakusa estaba todavía despierto, algo realmente inusual en él, pero normal dadas las circunstancias. Estaba feliz porque ________ estaba de vuelta, todo lo sana y salva que podía estar, pero aquel beso que sus labios habían compartido, la dulce tentación que habían despertado en él junto al miedo de haber cometido un error fatal no lo dejaban descansar. Quizá Miya tenía razón y era mejor borrarlo de su memoria, hacer como si no hubiese sucedido y centrarse en la misión que tenía por delante, pero eso era algo imposible. Siguió perdido en sus pensamientos por largos minutos, hasta que oyó un cristal romperse, teniendo la certeza de que el ruido provenía de la habitación de ________. En ese momento, sus alarmas internas de dispararon, y salió corriendo de su habitación sin pensarlo dos veces, olvidándose hasta de su mascarilla. Abrió la puerta de la habitación de la chica con el corazón latiendo a mil por hora, dirigiendo su mirada inmediatamente hacia la ventana, la cual esperaba encontrar rota.

Pero estaba ilesa.

Le costó unos segundos asimilarlo, y entonces su atención de deslizó hacia la pequeña ranura por la que se escapaba la luz del aseo. Se acercó lentamente, esperando que no hubiese pasado nada grave, y llamó a la puerta con extremo cuidado.

-¿________...?

No hubo respuesta.

Empujó la puerta con suavidad, esperándose lo peor. Pero todo lo que sus ojos pudieron ver en un primer momento era el cristal del espejo hecho añicos, con pequeñas gotas de sangre recorriendo su superficie. Entonces, mirando hacia un lado, vio la pequeña figura de la chica, encogida sobre si misma, abrazando sus rodillas y temblando como una hoja en el viento. Sakusa se quedó paralizado. Quería ir y abrazarla, pero no sabía si eso ayudaría o empeoraría la situación, así que opto por volver a llamarla y tratar de captar su atención.

-Señorita ________...

La chica, que estaba demasiado ensimismada para darse cuenta de sus alrededores, alzó la vista claramente aterrorizada. En el fondo, sabía que algo como aquello iba a pasar, porque conocía los efectos de la tortura en el cerebro humano...y una pesadilla como la que acababa de tener era lo más leve. Sabía que no era real, que ya estaba a salvo (relativamente), pero aún así sentía el dolor en cada nervio de su cuerpo, como si volviese a estar sentada en aquella silla sin poder moverse. Cuando se despertó envuelta en una fina capa de sudor frío y temblando, pensó que lo mejor que podía hacer era ir a por las pastillas para dormir que guardaba en el aseo, pero olvidó por completo el espejo. Podía decir sin temor a equivocarse que su reflejo, en aquel momento, era su peor enemigo...y quiso acabar con él. No sabría decir muy bien que fue lo que pasó por su mente, solo tenía la certeza de que esa horrible imagen tenía que desaparecer para que su mente lograste conseguir un mínimo de calma. Entonces, golpeó el cristal con todas sus fuerzas, haciéndolo añicos y comprobando que, para su mala suerte, eso sólo la había hecho sentir peor. Por eso cuando vio los ojos de Kiyoomi sobre los de ella, se sorprendió al notar como su ansiedad disminuía poco a poco, como su corazón relajaba sus latidos y su respiración se hacía más lenta; pero sobretodo, como el dolor desaparecía poco a poco.

-Sakusa...deberías estar durmiendo.

-Lo mismo podría decir de usted. -sentenció él, con la voz entrecortada.

-Supongo que tienes razón...

Un pesado silencio se instaló entre los dos, hasta que la muchacha se levantó para dirigirse a Sakusa con paso firme y quedarse plantada frente a él, para después abrazarlo con evidente necesidad. El muchacho notó el creciente temblor en el cuerpo de la chica, sosteniéndola en sus brazos como si de cristal se tratase.

-Kiyoomi. -llamó ella con voz débil.- Estoy cansada de ser fuerte, no puedo más...haz que pare ya, por favor, haz que el dolor se vaya...

Él no dijo nada, tomó a la muchacha en brazos y la recostó en su cama, sin dejar de abrazarla, acariciando lentamente su cabello. Tenía tantas cosas que decir, tanta rabia acumulada en su interior que las palabras no salían. No era capaz de pensar con claridad; sólo tenía una certeza:

Suguru Daishō iba a morir, y Sakusa iba a ser su verdugo.

«Only for you» ||Sᴀᴋᴜsᴀ Kɪʏᴏᴏᴍɪ × ʀᴇᴀᴅᴇʀ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora