"Fuera de si"
P.O.V Alexander MooreLa cena estaba preparada y sus ojos esmeraldas fijas en cada movimiento que hacía.
- ¿Qué es una unión de honor? - su pregunta resonó estropeando la calma que se había creado.
- Cómo ya te he explicado, nuestro instinto animal está muy arraigado a quienes somos, no dejamos de ser lobos, seres volubles, con poca capacidad de razonar. El sentido de manada para nosotros, va mucho más allá que el sentido de familia para ti. Alan te debe la vida, por tanto, se antepondrá y velará constantemente de ti, es parecido a la relación que tengo con mi Beta.
- Entonces, ¿todos compartís sangre?
- No, cada cual tiene sus propias raíces, pero nuestro ADN tiene ciertas similitudes.
- Yo soy tu Luna, es una especie de reina en este mundo ¿me equivoco?
- Verás, todas las manadas que existen en el mundo tienen su Alfa, y mi papel es ser el Alfa de todos ellos, a parte de guiar a mi propia familia. La Diosa te ha elegido a ti para cumplir como mi mujer y madre de todas las Lunas
- No - se levanta de la mesa - yo no elegí nada de esto. A penas sé nada de este mundo, para formar parte de él y mucho menos guiarlo.
- No empieces Irish, no tienes elección. Esta va a ser tu vida, deja de revelarte ante tu destino y empieza a enfrentarlo - intenta con poco éxito abrir la puerta
- ¿Te he dicho ya cuanto me importa tu opinión Alexander? Abre la jodida puerta
- Esta es tu casa. No lo hagas más difícil, no podrás salir de aquí sin una orden mía - el dolor quema mi ser, su rechazo hace que mi lobo se descontrole y arda en cólera.
- Estarás más que acostumbrado a dar órdenes y que todos las acaten por ser quien eres, pero te digo una cosa, no eres mi Alfa, y nunca lo serás. - Siento las garras en el pecho demasiado incontrolables para cualquier licantropo, mi mano por instinto envuelve su cuello, como un pequeño cordero indefenso, huelo su miedo y desesperación, me hacen sentir poderoso
- Por tu propio bien, no deberías alterarme, no soy dueño de mi cuerpo - siento su saliva en mi cara y la suelto para limpiarme. Su respiración desacompasada reina en el silencio, se agarra el cuello con pesared, y en sus ojos sólo existe el odio.
- Pero si eres dueño de tus actos - se aleja todo lo que puede de mí, pero sus palabras han dejado de tener coherencia, solo me envuelve la sed de venganza pues el dolor consume a mi lobo.
- Mañana es tu coronación como Luna, y como mi mujer, más te vale comportarte o el resultado podrá ser desastroso.
(...)
La luminosidad de la madrugada se cuela en mi habitación, casi a la misma rapidez que la culpabilidad por mi sistema. Me miró al espejo con mis sentidos recobrados, siendo todo lo humano que cabe en mi. Siento la bilis en mi garganta debido a las consecuencias de mis actos, temeroso de plantarle cara.
El desayuno está en la mesa, y mis nervios se denotan con cada segundo que pasa. Melysa no ha sido capaz de ayudarme con sus palabras tranquilizadoras, ni el té con esencias que ha preparado. Nada consigue tranquilizarme hasta que siento su olor, tan peculiar y difícil de definir en una sola fragancia.
- Buenos - mi saludo se corta nada más verla, la marca de mi tosca mano reside aún en su translúcida piel, como un sucio recordatorio de mis acciones - días.
- Serán para ti - sino fuera por mis sentidos desarrollados a penas conseguiría oír esas tres simples palabras que me asesinan, soy el culpable de esas heridas, el culpable de esa mirada cargada de desaprobación.
¿En quien me he convertido?-Lamento mucho lo de ayer de veras - las lágrimas abundan en mis ojos incapaces de salir, sin lugar a dudas es mi única y más preciada debilidad. Pero solo me responde su silencio rotundo y doloroso.
El timbre interrumpe nuestra casi inexiste conversación.
- Señor, es Jones, Alan Jones - Melyssa mira horrorizada a Irish y baja la cabeza
- No requiero de sus servicios, tendrá que venir en otro momento.
- Lo lamento mucho, pero no sé irá a menos que la Luna se lo ordene.
- Irish ocúpate - me tocó el puente de la nariz con exasperación.
- Puede pasar - susurra mirándome desafiante. Me levanto furioso tirando el desayuno
- ¡Eres incapaz de acatar una simple orden! - me dirijo a su encuentro hasta que una mano me para por el hombro.
- Lo siento señor, pero no se lo puedo permitir
Ese insignificante lobo debe morir, sácalo de casa.
Mi lobo guía mi cuerpo sacandolo a la calle. La transformación a penas sucede en unos segundos, tan sólo quiero eliminarlo. Este se defiende convirtiéndose en animal, indudablemente mi tamaño es muchísimo mayor que ese pobre lobezno a punto de morir. Le muerdo por el cuello y lo estrelló contra un árbol no muy lejano. No puedo pensar, el deseo de matar se siente en cada extremidad, le vuelvo a morder por el lomo y lo levanto hasta que siento algo estrellarse contra mí, liberandolo.
Ella le rodea defiendolo.
- Aléjate, porque no te dejaré seguir con esto - su voz resuena en mi mente pero las emociones me desbordan y los celos me nublan cualquier juicio humano.
- No te metas o lo lamentarás - gruñó dispuesto a atacarla
- Atrévete y verás de lo que soy capaz
Le enseño los dientes amenanzandola pero nada sirve para alejarla de él. Me dispongo a aplastarla con mi cuerpo, hasta que veo la rapidez con la que se mueve, no es hasta sentir sus dientes en mi cuello que la siento. De una sacudida la tiro hacia un lado .
- Si te piensas que podrás conmigo eres una ingenua.
- Y si tu me subestimas eres un ignorante - veo mi sangre cubrir el suelo verde, y el rasguñón en el estómago de sus garras.
- Esto no va a quedar así - corro hacia su cuerpo y la muerdo empujándola contra una de las paredes de la casa. Ella se recupera al instante moviendo la cabeza y gruñendo.
- Ya te digo yo a ti que no - vuelve a morderme en el cuello hasta tal punto de aullar de dolor, clava sus garras en lo más profundo de mi herida. Mi vista oscila convirtiéndose en puntos negros hasta sumirme en la oscuridad.