Capítulo 2

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"Ojos amarillos"
P.O.V Irish Petrov

Un par de ojos amarillos me están mirando, como si me estuvieran leyendo la mente y vieran mi más profundo yo. No puedo dejar de observar a aquel animal, majestuosamente grande, con el pelaje negro como la noche. Y sin embargo, no siento ningún miedo ante tal bestia, todo lo contrario, siento paz. ¿Estaría volviéndome loca?

Se acerca despacio, miro a mi alrededor buscando una vía de escape, bien es cierto que no le temo, pero tampoco voy a darle motivos para querer matarme. Sus dientes afilados se reflejan con la luz de la noche, parece hambriento y yo soy su presa.
Cuando da un paso más, salgo corriendo entre la espesura del bosque, le siento cada vez más cerca, tropiezo y su hocico queda pegado a mi cara.
Voy a morir - cierro los ojos esperando algo doloroso, pero tan solo siento su nariz rozando mi cuello, oliendo.

(...)

Justo entonces me despierto, el corazón me late de manera desorbitada, casi a punto de salirse del pecho. Miro la hora, la alarma todavía no ha sonado, y yo no soy lo suficientemente valiente para cerrar los ojos y volverme a encontrar a esa bestia mirándome fijamente. No entiendo a que se debe este extraño sueño, jamás le había tenido miedo a los lobos, ni tampoco había creído en las historias paganas que contaban en Weston, casi nadie iba a ese pueblo por los mitos acerca de lobos debora humanos. En mi opinión no eran más que chorradas, desde pequeña había sido bastante escéptica, no creía en lo que no veía.

Me tumbo de nuevo en la cama mirando el techo, quedan dos horas para ir al trabajo, secretaria del señor Alexander Moore, dueño de la cadena de hoteles más importante del mundo, es todo un sueño y un milagro haber conseguido un puesto en aquella empresa.

Respiro profundo al recordar el calor que sentí al tocar su mano, todo fue tan íntimo e inentendible, un simple roce basto para que miles de descargas calientes viajarán por todo mi cuerpo, en veintiséis años de vida, jamás había sentido tanto ardor como en aquel instante.

(...)

El letrero del rascacielos es lo que más reluce cuando me bajo de mi auto, un edificio enorme, moderno y frío; tal y como su propietario.

Sé que puedo - me repito como un mantra - sé que puedo hacerlo

Entro al edificio y la recepcionista me guía a mi esplendoroso despacho, paredes blancas, alguna que otra planta verde de plástico, un escritorio con su laptop y un montón de papeles encima de la mesa.

Bravo - suspiro

- Tienes que empezar a organizar la agenda del señor Moore de toda la semana y crear un informe sobre la nueva contrata de petróleo de los hermanos Williams - se gira dispuesta a irse - y una última cosa, a las nueve en punto llega el jefe tienes que llevarle un café solo a esa hora - asiento lo más rápido que puedo

¿No puede coger el sólito el café? En fin.

Miro el reloj, a penas son las ocho de la mañana así que aún me queda tiempo para llevarle el desayuno a la mesa a mi querido y maravilloso Alexander.

(...)

El café me quema la mano mientras voy corriendo por los pasillos con la carpeta de su horario.

Vaya que esta ocupado toda la semana

Justo a las nueve en punto, golpeó su puerta.

- Adelante - su voz ronca me eriza la piel. A pesar de que la sensación es agradable, me resulta incómodo tener tantas emociones por alguien que apenas conozco y si eso no bastara, era mi superior, el que me ordena, todo es tan impropio.
- Buenos días, señor Moore, aquí le traigo su café y su itinerario del resto de la semana - cuando por fin suelto el vaso, hago una mueca por el dolor viendo las pequeñas quemaduras que me ha dejado el calor. Levanto mi cabeza al oír la silla moverse
- ¿Se encuentra bien señorita Petrov? - se acerca a una velocidad que a penas consigo percibir, siento sus manos cogiendo las mías, inspeccionandolas. Y de nuevo, esas mismas descargas acarician mi cuerpo, incitandome a sentirle más cerca, su olor, sus ojos mirándome embelesado, su calor, como si estuvieras cerca del Sol.
Quito las manos conmocionada
- Todo esta bien, solo me he quemado un poco - susurro con el ceño fruncido - iré a por un botiquín
- Si así lo desea, hay uno en mi baño - me señala una puerta
- Gracias - pongo un poco de ungüento para que no deje cicatriz en las yemas de mis dedos.
Justo cuando voy a girarme, siento su respiración muy cerca de mi cuello.
- Me ha asustado señor Moore - inspiró profundo calmando mi corazón. Su cercanía no lo hace una tarea fácil.
- No era mi intención señorita, solo quería comprobar que se encontraba en buen estado - agito la mano sin darle importancia como una maldita colegiala

El lobo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora