Capítulo diez

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Daniela
15°C

¿Crees que tenemos que llevarnos ese libro? Ya sabes, Tripas y órganos, o como se llame -le dije a Kim-. ¿Habrá que leerlo en casa, o podemos dejarlo aquí?

Kim cerró su taquilla con el codo; iba cargada de libros. Llevaba puestas las gafas de leer, con un cordón prendido a las patillas para poder dejarlas colgando del cuello. El conjunto le daba un aire de joven bibliotecaria que resultaba sorpren dentemente atractivo.

-Yo pienso llevármelo. Tenemos mucho que leer-respondió.

Metí la mano en mi taquilla y saqué el libro. Detrás de nosotras, el pasillo era un alboroto de estudiantes que recogían sus cosas y emprendían el camino a casa. Me había pasado el día entero intentando reunir el ánimo suficiente para contarle a Kim lo de los lobos. En circunstancias normales, se lo habría contado sin pensármelo dos veces, pero, después del conato de pelea del día anterior, me costaba encontrar el momento adecuado. Sin embargo, tenía que hacerlo ya; el día estaba acabándose. Tomé aire.

-Ayer vi a los lobos.

Kim siguió examinando sus libros, sin darse cuenta de lo importante que aquello era para mí.

-¿Qué lobos?

-Esa loba blanca tan arisca, el lobo negro y un lobo nuevo.

Una vez más, sopesé en mi fuero interno si debía contárselo o no. Kim estaba bastante más interesada en los lobos que Abi, y yo no tenía a nadie más con quien hablar del tema; incluso a mí me parecía que la historia era de locos. Sin embargo, desde la noche anterior sentía como si aquel secreto se me hubiera enroscado alrededor del pecho y la garganta y me estuviera sofocando. Dejé que las palabras salieran por sí solas, en voz baja.

-Kim, esto te va a parecer una idiotez. El lobo nuevo es... creo que ocurrió algo cuando los lobos atacaron a Jack.

Ella se me quedó mirando.

-A Jack Culpeper -aclaré.

-Sí, sí, ya -replicó Kim, ceñuda.

Se cruzó de brazos y yo me arrepentí de haber iniciado la conversación. Suspiré.

-Creo que lo vi en el bosque. A Jack. Pero era un... -titubeé.

-¿Lobo? -adivinó Kim haciendo entrechocar sus tacones, como Dorothy en El Mago de Oz, y escudriñándome con una ceja enarcada-. Estás loca -la algarabía del pasillo apenas me permitía oír lo que decía-. Vale, es una historia estupenda, y entiendo por qué quieres creértela... Pero estás loca. Lo siento.

Me incliné hacia ella tratando de evadirme del ruido.

-Kim, yo sé lo que vi. Eran los ojos de Jack. Y, por si fuera poco, oí su voz- desde luego, su incredulidad me hacía dudar, pero no pensaba admitirlo-. Creo que los lobos lo han convertido en uno de ellos. De todas formas, ¿por qué has dicho que quiero creérmelo?

Tras sostenerme la mirada durante un largo rato, Kim echó a caminar por el pasillo.

-Dani, en serio. No pienses que no sé de qué va todo esto.

-¿De qué va todo esto, según tú?

Ella replicó con otra pregunta:

-¿Dices que todos son licántropos?

-¿Todos los qué? ¿Los lobos de la manada? No lo sé. No se me había ocurrido pensar en eso.

Y era cierto: inexplicablemente, se me había pasado por alto. No, no podía ser. Entonces, ¿aquellas largas ausencias podían deberse a que mi loba se convertia en humana de vez en cuando? La idea me resultaba insoportable: desde el mismo instante en que entró en mi cabeza, deseé que fuera cierta con tanta intensidad que me dolía solo pensarla.

Temblor- ADAPTACIÓN CACHÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora