Daniela
9 °CAquél no era el mismo bosque por el que había caminado hacía tan sólo unos días, rodeada por las vividas tonalidades del otoño. Aquél era un bosque cerrado, compuesto por mil troncos ensombrecidos por el crepúsculo. El sexto sentido que había imaginado tener me faltaba ahora; además, los senderos estaban desdibujados por el paso de decenas de cazadores. Estaba totalmente desorientada, y con frecuencia tenía que pararme a oír los gritos y el ruido de pasos lejanos en la hojarasca.
Ya estaba sin aliento cuando divisé la primera gorra naranja que relucía en la distancia, a la luz del ocaso. Grité, pero la gorra ni siquiera se volvió: estaba demasiado lejos para oírme. Y luego vi a los otros cazadores, puntos de color naranja diseminados por el bosque, moviéndose en la misma dirección lentos pero implacables. Hacían mucho ruido. Estaban acorralando a los lobos.
—¡Basta! —grité.
Me había acercado lo suficiente como para distinguir la silueta del cazador más próximo, del arma que empuñaba. Eché a correr hacia él, tropezando de cansancio.
El hombre se volvió, sorprendido, y se detuvo para esperarme. Tuve que aproximarme mucho para verle la cara, ya que la oscuridad era casi total. Sus facciones envejecidas y angulosas me resultaron vagamente conocidas, pero no supe identificar a quién pertenecían. Tenía una mirada ceñuda y extrañada, y me pareció percibir en ella cierto aire de culpabilidad.—¿Qué estás haciendo aquí, niña?
Quise responder, pero me faltaba el aire y tuve que esperar unos instantes para recuperar la voz.
—Tienen... que... detenerse... Una amiga mía está en el bosque. Dijo que iba a hacer fotos.
El cazador me miró con los ojos entrecerrados y luego se volvió para observar los árboles.
—¿Hacer fotos? ¿A esta hora?
—¡Sí, a esta hora! —respondí, intentando que mi voz no sonara demasiado brusca. Entonces vi que el hombre llevaba en la cintura un aparato negro, un walkie-talkie—. Tiene que llamarlos y decirles que lo dejen. Ya casi ha oscurecido. ¿Cómo van a verla?
El cazador se me quedó mirando sin decir nada durante unos angustiosos instantes y luego hizo un gesto de asentimiento. Acercó la mano al transmisor, lo extrajo de la funda, lo levantó y se lo acercó a la boca. Me dio la impresión de que se movía a cámara lenta.
—¡Aprisa! —exclamé. Estaba tan nerviosa que me dolía todo.
El cazador pulsó un botón e hizo ademán de comenzar a hablar. En ese momento, oí una ráfaga de disparos. Venían de cerca. No eran simples chasquidos como los que había oído desde la carretera y, sin ningún género de duda, procedían de un arma de fuego. Me zumbaron los oídos.
Me invadió una curiosa sensación de extrañamiento, como si estuviera separándome de mi propio cuerpo. Notaba que me temblaban las rodillas, pero no sabía por qué, y oía los latidos de mi corazón sucederse a un ritmo vertiginoso. Un líquido rojo pareció gotear por detrás de mis ojos; era como un sueño superpuesto al mundo real, una pesadilla sangrienta y horrorosamente clara.
Noté un gusto metálico en la boca, tan vivido que me toqué los labios esperando encontrar sangre. Pero no estaban manchados. Ni siquiera sentía dolor; tan sólo una ausencia total de sentimientos.
—Hay alguien en el bosque —anunció el cazador a través del walkie-talkie, sin darse cuenta de que una parte de mí se estaba muriendo.
Mi loba. Mi loba. No podía pensar en nada más que en sus ojos.
—¡Eh, chica! —gritó alguien aferrándome el hombro. Era Koenig—. Pero ¿cómo se te ocurre salir corriendo de esa manera? El bosque está lleno de gente armada.
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Temblor- ADAPTACIÓN CACHÉ
FanficCuando el amor te hace temblar en otoño, es mejor que el invierno no llegue nunca.