Cenar en casa de Quinn y Rachel era algo que Santana esperaba a cada momento.
Rachel era una maga absoluta en la cocina, cocinando delicias culinarias que eran saludables y deliciosas al mismo tiempo.
Eso era algo que Santana calificaba como imposible, al menos en su cocina.
El manejo en la cocina no era una de sus mejores cualidades, ni era aficionada a ella. Prefería ser alimentada por amigas como Rachel, personas que realmente conocían su camino alrededor de una cocina, y se compadecían de ella.
Sólo cuando había cumplido los treinta, Santana había empezado a darse cuenta de ello.
Nadie le dijo, cuando era joven ni cuando se hizo mayor, que no debía permitir que sus relaciones importantes se fueran a la deriva porque había estado demasiado absorta en cosas como el trabajo.
Su amistad con Quinn significaba demasiado para dejar que eso sucediera.
Cuando las cosas habían vuelto caóticas en sus vidas, las dos mujeres hicieron un pacto para garantizar que se mantendrían en contacto, incluso cuando la vida las volviera locas.
Cenar juntas era una manera regular de ayudar a cumplir con esa promesa.
Así, una vez a la semana o dos, Santana cenaba con la familia de su mejor amiga.
Mientras conducía, pensó en cómo pasar el tiempo con Beth, era otro de los beneficios de sus cenas.
Aunque Santana era la madrina de la niña y podría verla en cualquier momento que quisiera, nunca le parecía suficiente.
Sabía que los niños crecían rápido, que si ella parpadeaba, la podría perder.
En un minutos, ella tiene dos años... y yo soy la persona más cool que conoce, aparte de sus mamás. Al siguiente, tiene diez... y no me deja abrazarla delante de sus amigos.
Santana se prometió a sí misma que, mientras pudiera, pasaría cada segundo con Beth, cuando aún fuera lo suficientemente cría para ser vista.
Temía que algún día Beth elegiría a sus amigos sobre ella.
Quinn y Rachel tenían un hogar modesto, pero hermoso, en Victor, entre Canandaigua y Rochester.
Sólo le llevó unos quince minutos llegar ahí, en lugar de los cuarenta y cinco que tardaba desde la ciudad, por lo que tener una cena, con ellas, una noche en la semana era factible.
Se detuvo en la entrada, observando, con aprobación y un poco de celos, que Rachel había estado trabajando en el jardín... Apenas eran junio, pero sus perennes mostraban en una amplia variedad de colores brillantes, por lo que su vida hogareña en ese sector, era mucho más atractiva.
—Dame de comer—Santana ordenó al entrar en la casa de sus queridas amigas.
La cocina olía divino, con el delicioso aroma de ajo flotando en el aire.
—No te preocupes, cariño. Que te alimentaré—Rachel besó a Santana en los labios mientras hábilmente quitaba la botella de merlot de sus manos—Hola, amor.
—Hola, preciosa—dijo Santana.
Quinn había elegido muy bien, y a Santana le gustaba recordarle, cada vez que podía, que Rachel era impresionante, y si Santana no hubiera pensado en ella, como una hermana, muy bien podría haber tenido una o dos fantasías sobre ella.
Su aspecto era el clásico, ojos oscuros seductores y sexy.
Sus oscuros rizos naturales, le llegaban más allá de los hombros, pero con el nacimiento de Beth, se había encontrado con que no tenía tiempo para arreglárselo y había sido más fácil cortarlo un poco. Aun así, era grueso y se deslizaba a lo largo de sus hombros, con su color marrón cacao.
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La esposa del vecino- adaptación brittana
Fanfictionel otro dia encontré esta historia y merece ser leída. es de gleelatino.forosactivos.net