Habían pasado ya tres días desde que Santana había sido testigo de la discusión en el patio trasero, de la casa Evans-Pierce.
También habían pasado tres días desde que había visto a Brittany.
Al principio, se había preocupado terriblemente.
La pelea había sido muy desagradable, por no hablar de ruidosa, y Sam había estado tan cerca de golpear a Brittany, momento en el que Santana había estado a punto de explotar de horror, desgarrada de pie en su terraza.
Hasta cuando ella miró a los ojos de Brittany, llenos de una combinación de miedo y humillación, su piel había perdido color.
No tenía ni idea de qué decir o hacer y antes de que pudiera tomar una decisión, Brittany dio media vuelta y huyó al interior de la casa.
Tres días habían pasado.
Había dejado una docena de mensajes en el contestador de Brittany, también había ido a su casa, tres veces, a golpear la puerta y justo cuando estaba a punto de llamar a la policía, porque su preocupación era que Brittany podría haberse hecho daño a sí misma, llegó el alivio.
Vio luz, en la cocina, y se dio cuenta del movimiento de las cortinas de tela, sobre las enormes ventanas de la habitación del fondo.
Sabía que Sam no había sido.
Había estado vigilando la casa, sin quitar los ojos de encima, así que dejó escapar un suspiro de alivio, ante la sombra que se movía detrás de los paneles transparentes.
Seguía observado cuidadosamente hasta que se hizo evidente que la sombra iba a hacer algo de comer. Sólo entonces, sintió que unos cincuenta kilos de estrés despejaban sus hombros.
La había resultado difícil dormir.
Estaba tan agotada de su vigilancia y preocupación constante, que al parecer estaba también demasiado cansada como para ir a enfrentarse con la realidad.
Se había pasado las últimas horas dando vueltas sin cesar, sintiendo un calor sofocante, propio de esa parte del estado de Nueva York en pleno verano.
No había brisa, nada salía del lago.
El aire era denso y pesado, por lo que conseguir poder dormir era casi imposible.
A pesar de que estaba convencida de que Brittany estaba bien, su mente continuó girando en torno a la situación, finalmente llegando al punto de estar a punto de gritar de locura por todo.
Kinsey gimió molesto mientras lanzaba fuera las sábanas y balanceaba sus pies sobre el borde de la cama.
-Oh, cállate-le espetó mientras alcanzaba su bata.
Las sencillas bragas de algodón blanco, a juego y su camiseta de tirantes, que llevaba para dormir, parecían mucho más tela de lo que realmente podía soportar con tanto calor.
Echando un vistazo al reloj y dándose cuenta de la hora tardía, decidió no ponerse nada más.
-A la mierda-murmuró-Si el barrio consigue su espectáculo, que así sea.
Kinsey bostezó y volvió a su casi constante jadeo.
La casa tenía aire acondicionado central, pero Santana siempre se mostraba reacia a utilizarlo.
Odiaba la forma en que sus senos se secaban, y se creaba una atmósfera que se volvía rancia.
Odiaba cerrar las ventanas durante el verano.
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La esposa del vecino- adaptación brittana
Fanfictionel otro dia encontré esta historia y merece ser leída. es de gleelatino.forosactivos.net