En un pasillo oscuro, a lo lejos se veía una luz, y de esa habitación iluminada, afloraba una voz que recorría aquella galería y llegaba a otro habitáculo justo al otro extremo de la casa. -¡Gisela! ¡Hija, vas a llegar tarde a clase! –Sandra, madre de Gisela, quién llevaba tiempo deprimida, debido a su divorcio. Ella fue la que solicitó este trámite con su marido, pero aún así estaba dolida, no solo por su esposo, que había sido su mejor amigo durante muchos años, sino también por su hija, la cual lo estaba pasando mal por la falta de su padre. Gisela nunca fue de abrirse con su madre y contarle sus problemas, pero desde que su madre la separó de su padre, ya casi ni le hablaba. Su hija vivía enfadada, y ella no sabía como tomárselo. Si se entristecía, su hija lo pasaría peor, si se preocupaba, su hija no le haría caso y entonces ella lo pasaría mal. Tras pensarlo con detenimiento decidió que era casi mejor no sacar el tema delante de Gisela, ya que podría destruir más su relación.
Finalmente, Gisela bajó a desayunar. No comió mucho, pero si lo suficiente como para tener el estómago lleno durante unas tres horas aproximadamente. Estaba tan incómoda desayunando con su madre al lado que no pudo tomárselo con calma. Su madre ni siquiera hablaba. No hacía ningún ruido, ni siquiera estaba almorzando, nada, solo miraba. Observaba como su hija engullía su desayuno para así poder irse lo antes posible. Y mientras miraba, pensaba. Pensaba en cómo arreglar las cosas con ella. Su hija se distanciaba, y cada vez la relación se enfriaba más. Gisela interrumpió los pensamientos de su madre, saliendo bruscamente de la cocina, y regresando a su habitación a encerrarse, y acabar de prepararse para salir hacia el instituto.
Se dio una ducha y se vistió con lo primero que encontró dentro de su interminable armario, del cual todo lo que había, eran regalos de su padre. O al menos eso decía ella, cuando presumía de padre con sus amigas, a pesar de que hacía al menos un mes que no hablaba con él. Cogió una mochila a juego con el conjunto que llevaba puesto, y salió hacia su coche. Ya había cumplido los dieciocho, y tenía el carnet de conducir. A causa de esa separación, su padre, decidió comprarle un coche, para cubrir ese vacío que ni con todos los coches del mundo, Gisela podría cubrir. Arrancó hacia el instituto, pero no sin recoger antes a sus mejores amigas, Marina y Claudia, con quienes se llevaba desde hacía ya tres años. Se conocieron cuando ella repitió curso, y como Marina y Claudia creían que por llevarse bien entre ellas, serían más populares, pues fueron directas hacia ella. Además que todos la conocían por haberse acostado con Pablo ya hacía un par de años. Estaba enamorada, pero Pablo, como siempre, no quería nada más con ella, y la dejó. Su corazón se rompió en pedazos, y aún así trató de recogerlos lo más rápido posible y volver a pegarlos, para no perder esa imagen que ella adoraba de ser la mejor siempre.
Al final todo era una farsa, pues ni ella era la mejor en todo, ni lo tenía todo, ni esa imagen era real. Todo era un personaje, que sigue manteniendo, para que nadie se dé cuenta de que en realidad, ella es tan frágil, o incluso más que todos los demás que la rodeaban.
Estaba peor que nunca. La separación de sus padres, la ruptura con Pablo, problemas con su identidad. No podía dejar de pensar ni un solo segundo, así que le dio play al reproductor de música, para ver si podía evadir un poco su mente de esos temas tormentosos que le estaban agobiando. Se pasó por las casas de sus amigas y fueron al instituto. Por el camino Marina estaba muy alterada, así que Gisela preguntó, y lo que descubrió no le gustó nada.
- Que Marina. ¿Por qué tan callada?
- ¿Eh? No, no pasa nada, solo estaba pensando.
- A mi no me engañas Marina. ¿Qué pasa?
- Nada, en serio.
- Sí, claro. Nadie te cree.- Dijo Claudia, mientras le arrebataba el móvil.
- ¡Ey! ¡Devuélveme el móvil!
Pero tras ver lo que reflejaba la pantalla de ese Smartphone, Claudia no lo quiso devolver. Se quedó atónita, no se podía creer lo que estaba viendo. Y ahí estaba, la foto. Sí, esa misma foto en la que nuestra protagonista, Sara, no salía para nada favorecida. Claudia se quedó tan petrificada que Gisela se agobió aun más, y exigió ver lo que estaba causando tanto revuelo. Le quitó de las manos el móvil a Claudia, y vio lo que ocultaba. Esa foto, esa maldita foto. Si Marina no hubiese hecho esa foto, hubiera habido paz, pero al esto no ser así, hubo guerra.
Gisela, al ver esa foto, en la que estaba el chico el que ella aun amaba con otra chica, se volvió histérica. No quería llorar delante de sus amigas, ya que sentía que era una muestra de debilidad. Aceleró el coche y no paró hasta que llegaron al instituto. Aunque estaba muy enfadada, decidió no ir a por Sara directamente, pues eso parecería un ataque de celos, y eso tampoco parecería muy fabuloso en cuanto a su entorno popular.
Todos sabían que ella y Pablo habían tenido una relación tóxica, y, a pesar de esto, ella, todavía le quería. Pablo era violento, la maltrataba psicológicamente, y siempre le hacía sentirse culpable, hasta que se cansó de ella. Ya no la quería, pero ella no sabía por qué. Todo el tema con Pablo se le había mezclado con la separación de sus padres, y se sentía tan triste y sola que decidió pagarlo con alguien, y ahí es cuando entra nuestra protagonista Sara, y es que hay una cosa sobre ese día en el instituto que no sabéis.
Ese día en el que Gisela y sus amigas se acercaron para burlarse de Sara, hubo otra pelea a parte de la de Carlos, Pablo y Erick. Estaba devastada, triste, y enfadada con la existencia, así que fue al baño a despejarse. Cuando llego allí, había otra persona, alguien que ella ya conocía, la mejor amiga de Pablo, Alexa. Ésta, enfadada por el tema de la foto le reclamó que no fuera tan cruel con Sara, pero la conversación fue escalando y cada vez Gisela se estaba enfadando más. Esa foto había sido cruel, y ella lo sabía, pero estaba enfadada, no soportaba ver al que para ella era el amor de su vida con otra chica. Enloqueció y se abalanzó contra Alexa, quien le empezó a preguntar si estaba loca, mientras intentaba quitársela de encima. En ese momento de tensión llegó otra chica, Emma, una chica de pelo castaño rizado y ojos color miel que siempre pasaba desapercibida, ya que no tiene muchos amigos, y no se suele meter en problemas. Emma no quería formar parte de esa pelea, pero tampoco podía dejar que se matasen allí. Cuando por fin consiguió separar a las chicas, Gisela la empujó y le dijo que se quitase del medio, salió del baño enfadada, mientras Emma y Alexa se quedaron solas. Alexa se levantó del suelo y se lavó las manos. Todo fue muy incómodo, ya que no hubo ningún tipo de conversación.
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AMOR TARDÍO
RomanceUn chico estadounidense, enamorado de un chico de España. No diré más.