Extra: Hilitos de amor.

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3 años después.

La madrugada ya casi llegaba a su apogeo y con ella la sala de emergencias del hospital central de Tokio sufría un total colapso.

Lastimosamente le había tocado trabajar la noche antes de navidad en urgencias que, aunque era su lugar favorito para ejercer, en las festividades se abarrotaba de personas accidentadas. Desde los accidentes más graves a los más idiotas posibles. La sala de urgencias era una caja de sorpresas y para un médico recién graduado, cursando su segundo año de internado, era una mina de oro de conocimientos.

Los casos más extraños podían presentarse allí y, con ellos, muchísimos datos médicos y oportunidades de cirugía.
Eran médicos y en esa vocación, alegrarse de la desgracia ajena era el pan de cada día, sobre todo entre los internos.

Shikamaru colocó rápidamente su par de guantes estériles talla seis mientras le ordenaba a las enfermeras que lleven al paciente a la cortina nueve, la única que se encontraba desocupada por el momento. Al mismo tiempo pidió el carro rojo para poder intervenir a su nueva paciente que estaba sufriendo un paro cardíaco.

A su vez, el paramédico que la había trasladado hacia el hospital se encargaba de darle sus datos.

- Sabaku No Temari, dieciséis años. Herida de bala en hombro izquierdo, perdió mucha sangre. Saturación 87, se le aplicó oxígeno en la ambulancia...

- ¡Despejen!- con el grito del de coleta, las múltiples manos de enfermeras se separaron del cuerpo de la joven, que se sacudió cuando la descarga del aparato golpeó su pecho descubierto. Sus latidos no cambiaron.- ¡Carga a doscientos, despejen!- nuevamente el cuerpo se sacudió en la camilla hasta que el aparato marcó arritmia, por el momento podía tratarse.

Las manos astutas volvieron a moverse sobre ella, yendo y viniendo intentando controlar el caos.

- ¡Quiero dos unidades de sangre, llamen al doctor Asuma y preparen un quirófano para trauma! ¡Rápido equipo!- los gritos, las corridas y las ruedas de la camilla que se dirigía con rapidez al ascensor era lo único que se escuchaban en el lugar.

Cada minuto contaba para salvar la vida de esa joven.

Shikamaru la miró por primera vez, estaba pálida. Parecía pequeña, no recordaba su edad.

<< ¿Cómo mierda una adolescente recibe un disparo en el hombro? ¿Un intento de robo, una disputa familiar? >> se permitió divagar hasta que las puertas de metal se abrieron y las corridas por los pasillos se reanudaron hasta llegar al quirófano número cuatro.

                            [...]

- Hora de la muerte cuatro con veinticinco de la madrugada.- se quitó sus guantes con brusquedad junto a su cofia y las lanzó con odio al tarro de basura para después empujar las puertas del quirófano y largarse de allí.

No había podido salvar a la joven, había perdido mucha sangre y, aún después de aplicarle tres transfusión, su corazón no resistió la enorme perdida y entró en shock. Jamás pudo sacarla del segundo paro cardíaco.

Se dirigió con lentitud a los vestidores y se dejó caer sobre la banca de madera que había en medio de los casilleros, apretando con fuerza sus ojos en un intento de quitar un poco el cansancio ocular que tenía.

Soltó un suspiro y recogió sus cosas después de cambiarse, su turno había terminado hacia más de una hora pero la cirujía de extracción de la bala se había alargado por las complicaciones. Había estado más de dos horas y media intentando salvar a la niña.

                            [...]

Cerró la puerta con cuidado y dejó las llaves en la mesita de entrada. Se quitó los zapatos y los suplantó por sus cómodas pantuflas que le dieron un descanso a sus pies. Su grueso tapado negro quedó olvidado en el perchero al ser recibido por la calefacción de su hogar y su maletín fué tirado al sofá con desdén.

Observó todo en penumbras y se sintió mal al ver que en la mesa de la cocina habían quedado olvidados los platos de la cena tardía que tendría esta noche con su pareja. Lo había dejado votado por el trabajo, otra vez.

Con ese pensamiento en mente y con una culpa que lo corroía subió escaleras arriba con cuidado de no hacer ruido y se metió en la primera puerta de la derecha. Un amplio cuarto con decorado clásico japonés en tonos rojos y té con leche lo recibió, oculto en la oscuridad de la noche.

Sobre la enorme cama de dos plazas y media se encontraba el amor de su vida, oculto entre las gruesas colchas que lo protegían del duro invierno.

Soltó un último suspiro antes de rodear la cama para poder finalmente acostarse, no tenía ánimos de colocarse su pijama.

Una mano, cálida y rasposa por el duro trabajo, acarició su espalda por sobre su remera y el bultito se volteó, acercándose a su pecho.

- ¿Cómo te fué? Cariño.- con voz adormilada preguntó, aún oculto en las mullidas telas.

- Lamento no llegar a tiempo para nuestra cena de madrugada. Perdón por hacerte esperar.- su mano fría acarició la mata rubia que finalmente se dejó ver y depositó un beso en los mechones amarillos y suaves.

- No te preocupes, no es tu culpa ¿Ocurrió algo malo? Pareces exhausto.- con una confianza que lo hacía sentir lleno el cuerpo contrario se subió levemente sobre él, apoyando su cabeza en el hueco de su cuello y rodeó su torso, dándole su calor. Suspiró.

- Perdí una niña hoy, llegó con una herida de bala.- contó vagamente, sin querer realmente profundizar en el triste tema. En cambio se permitió hundir su nariz en los cabellos dorados que desprendían un olor tan familiar y dulce que lo hacían adormecer.

Abrazó la espalda contraria, buscando refugio, y siguió olfateando la tenue fragancia natural que Naruto desprendía.

- Lo lamento, cariño. Pero no es tu culpa, estoy seguro que hiciste todo lo que pudiste e incluso más. No te atormentes.- entre palabras dejó vagos besos por todo el rostro ajeno, logrando que una sonrisita bobalicona que pinte en los labios del de coleta, permitiéndole olvidar sus culpas por un momento.

- Gracias...- murmuró sin más, dejándose llevar por la presencia del otro, por la paz que le transmitía, por el amor que le brindaba y que él se esforzaba por devolver con más intensidad, como si fuese una competencia de niños.

Y eran esos días malos, asquerosos, dónde Shikamaru agradecía a quien fuese que estuviese arriba. Sin entender realmente que había hecho en sus otras vidas para merecer ser tan feliz en ésta.

𝔸𝕣𝕥𝕚𝕤𝕥𝕒•ShikaNaru• 🍂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora