Veinte minutos antes del solsticio

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El fulgor de una vela se tambaleaba en la noche y aunque la oscuridad que arropaba la estancia le anunciaba que ya era demasiado tarde y tenía que ir a su propia alcoba, Arthur siguió acompañando a Alfred. Después de años sin verse, cinco días por supuesto que no fueron suficientes para poner al tanto de todo lo que había pasado. 

No podría haber notado la diferencia en comparación con el pasado sino fuera porque ahora Alfred se apegaba más a él, a veces jugando con sus dedos sin ninguna excusa aparente o robándole besos cuando Arthur bajaba la guardia. Era tan impertinente y emocionante al mismo tiempo que Arthur muchas veces no sabía como reaccionar a tiempo y dejaba que Alfred se riera de él por eso.

—¿Te acuerdas cuando practicábamos esgrima aquí? —Se permitió sonreír con burla esta vez cuando pasaron cerca del salón de entrenamiento—. Siempre perdías.

—Hey, yo era mejor en el esgrima que tú—aclaró alcanzando su paso.

—Claro que no—empujó ambas puertas y entró al salón iluminado que desdibujaba memorias del pasado en la baldosa y reflejaba un sol mirando desde los ventanales. Más allá se mantenían todavía las armas de entrenamiento al lado de un caballero de armadura. Arthur se acercó—. Todavía estabas en el nivel de usar florete*

—¡Claro que no! Usaba espada. Lo que pasa es que yo perdía apropósito para hacerte ganar.

Arthur dejó de caminar por la estancia y se volteó a verlo. Alfred parecía muy presumido al respecto.

—Estoy seguro de que si tuviéramos un duelo ahora, todavía seguiría siendo el ganador.

—¿Con qué es así? —Alzó la ceja quedando a su lado frente al ramo de herramientas y al ver esa sonrisa juguetona en sus labios, Arthur se dio cuenta de su error. Alfred desvainó una espada y lo apuntó—. ¡Te reto a un duelo entonces, Arthur Kirkland!

—¿Estás loco? Ni siquiera tenemos las máscaras y-

—¿Declinas entonces?

El príncipe lo observó con la adrenalina corriendo por su sangre mientras podía un extraño burbujeo abrigaba su corazón. Alfred se veía muy seguro y no parecía que iba a retirar su pedido de duelo. Arthur era una persona honorable y sabía por racionalidad que era un sinsentido emprender un duelo sin la preparación adecua-

—Si estás asustado, puedes declinar ¿sabes?

Del ramo de espadas del salón se apresuró a tomar una y enfrentarlo.

—¡Quién podría estar asustado de ti! ¡Acepto!

La sonrisa en su rostro se volvió a dibujar mientras bajaba la hoja de su espada.

—¿Qué pasa si gano?

—¿Si ganas? —repitió Arthur.

—Bueno, debe haber una recompensa por ganar ¿no es así?

Arthur podía ver que no existía ninguna benevolente intención detrás de su sonrisa, pero aún así solo suspiró y decidió ceder.

—¿Qué quieres si ganas?

—Hmm...—Tanteó con su paciencia moviéndose a su al rededor dejando que el sonido metálico de la espada balanceándose hiciera eco.

—Te juro que si es algo estúpido...

—Si gano yo, podrías acompañarme a Corazones, ¡oh, Arthur, podría mostrarte la fábrica!

—Dudo que Yao me deje hacer eso—respondió recordando de hecho los documentos pendientes que lo esperaban en su alcoba.

Querida alma gemela (usuk)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora