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Sus besos recorren mi espalda. Me sentía exhausto después de esa sesión de sexo duro que acabamos de tener.

Con él todo era duro, pero muy excitante. Amo cada vez que llega conmigo luego de comer en uno de esos lujosos restaurantes. Lo conozco tan bien y estoy seguro que al mesero le deja una muy buena propina. Él es de esos tipos, los que ganan muy bien y siguen siendo ángeles a los ojos de las personas; sin presumir, sin halagarse a sí mismos ni sentirse superior. Él es de esos.

Siento de nuevo sus manos en mis caderas y sé que viene un segundo round, porque lo conozco bien.

Él siempre ha quedado bien con todos, es el hombre perfecto para cualquiera; para cualquiera menos para mi. Conozco esos ojos. Ojos brillantes y expectantes; sé que él espera de la gente muchas cosas. Un alma impura que deambula entre la gente; alguien a quien todos tienen como dios. Si tan solo supieran lo que yo sé de él. Aún a través de su belleza, espero que esas miradas signifiquen alguna vez algo más. Aunque me creo conforme, sigo esperando que, como ahora que está lejos de casa, en algún momento, me adore como yo lo hago.

Mientras su miembro entra y sale de mí entre mis saltos, y yo no puedo retener mis gemidos, él sigue besando mi cuello con tanta ternura. Cada domingo para mí es el mejor, ¿lo es para él? Siento que me ama, cada toque suyo causa un estremecimiento en mi interior, un estremecimiento que sigue sin notar.

Veo una grieta en tus ojos. Grieta que se agranda cada que estamos juntos. Por esa grieta veo luz, amor. Es tu realidad; la verdad que ocultas a través de ese precioso cascarón. Espero que al igual que como yo te espero con mis piernas abiertas cada que tu mano toca el portillo de la puerta, tú algún día abras tu etéreo ser al mundo. Mis defensas se rompen para recibirte por completo, me olvido de mi conciencia y pudor solo para complacerte.

Ajusto su pene con mis paredes mientras me vengo fuerte en su abdomen. Él me gruñe y esos ojos siguen dándome ese bello resplandor de miedo y ternura. Sé que odia cuando yo aprieto y muerdo mis labios para retener sonidos de placer. Abro mi boca y en un jadeo lo invito a besarme profundo. Él corresponde y se sigue clavando en mi a pesar de mi estrechez.

Oh amor, ¿algún día me corresponderás con el mismo amor que te entrego cada buen domingo?

¿Me llegarás a llenar de tanta felicidad como la que le das a ella?

Soy su amante. Persona que ama y no teme en demostrárselo sin palabras. Lo amo. Lo digo y repito todo el tiempo con mis acciones y mi mirada. Él no hace lo mismo. Que se quite ese maldito disfraz y que admita de una vez que él es solo un infiel. Infiel que no engaña por amor, sino por placer y poder.

Yo soy tu amante y tú eres un infiel.

La odio. A ella, si, su esposa. En mi idiotez, siento ser yo su pareja y ella su tentación. Luego recuerdo que soy yo él que se arrastra a él enamorado; sin embargo, él se arrastra a mi cama.

Tu cuerpo descansa su peso sobre el mío luego de que llenaste mi interior de diferentes maneras. Tu respiración se vuelve tranquila y te estiras en busca de tu celular. Son las doce a.m. Como princesa de cuentos corres a cambiarte y yo te miro hipnotizado. No por tu cuerpo, cariño. Tú eres más que eso. Tu presencia sola es impactante. Me dejas impaciente y expectante por tu siguiente movimiento. Sé que te tienes que ir.

Su elegante corbata vuelve a su sitio. ¿He tenido la oportunidad de decir que amo su forma de atar corbatas? Muchos hombres necesitan de sus parejas para hacer un nudo. Él no; no la necesita. Y aunque sé de su independencia, me encantaría atarle esa corbata. Encargarme yo, de él.

Enciendo un cigarrillo, pues es la única manera de reemplazar su olor de mis pulmones, de mi pecho. Curiosamente, él al igual que su aroma, ambos se espantan de la nicotina.

Me mira con el ceño fruncido, serio. Parece un hombre correcto así, casi me engaña. Se mira en el espejo y yo desde mi cama desnudo, lo admiro. Usa su increíble traje Louis Vouiton azul marino, su favorito. Su gran Rolex y sus zapatos Givenchy. Toma esos lentes que no necesita, más lo hacen ver sexy e intelectual y se dirige a la puerta, pone su mano sobre el frío metal  de la manija y como siempre, antes de que se vaya, hablo.

- Jungkook. — le llamo.

Él para sobre sus pasos y gira, mirándome con esos preciosos ojos que causan un mar de sensaciones aterradoras envolventes en mi.

- Dime Taehyung.

Lo miro, mis ojos cristalizándose como cada que se va. — No me dejes ir.

Y, como cada vez que espero una respuesta, él solo me mira, sonríe suave, piensa y cuatro segundos después, se va.

Corre de vuelta a su esposa, llega en la madrugada; se da un baño y a la cama junto a ella. Mientras yo, me quedo solo. Esperando y ansiando que un día, él venga a mi y me responda a tan desesperada pregunta. A estás alturas, no me importa si es una respuesta negativa o positiva, solo quiero una contestación; algo para saber si finalmente, luego de estos dos años, valió la pena el tanto amarlo.

Ojalá y no me decepcione.

𝐷𝑜𝑛'𝑡 𝑙𝑒𝑡 𝑚𝑒 𝑑𝑜𝑤𝑛.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora