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Una vez más, el temor por abrir los ojos le invade y le quita el aliento en cuanto se entiende despierto.

La decisión de mantener cerrados o abiertos los ojos, se ha convertido en una confrontación entre: dejarse invadir por sus turbias imaginaciones o enfrentar su oscura realidad.

Su instinto lo obliga a parpadear un par de veces y atreverse a escanear su alrededor. Se da cuenta que, a diferencia de otras ocasiones, hay una completa calma y silencio.

Ningún sonido de jadeos propios, con la voz cortada e irreconocible, lo perturba; ninguna vibración lo estremece o lo invade; ningún apretado amarre lo somete, solo tiene la larga cadena en su tobillo que lo ata a la pata de la cama; nada lo ahoga; nada lo lastima; y lo más importante: el demonio se encuentra ausente.

Extrañado, se incorpora adolorido sobre el duro colchón. Su mente está en blanco, no puede pensar en nada pues sigue sin creer que al fin su tormento de placer que parecía eterno, se detuvo.
El ciclo de perder la conciencia extasiado y despertar siendo estimulado, se ha roto al fin.

No sabía cuánto duraría esa calma, pero atesoró cada segundo.

Miró un punto fijo en el suelo sujetándose de la orilla del colchón, pudo haberse quedado así un buen rato, pero el ruido típico de su estómago reclamando comida, para llenar aunque sea un poco su vacío, lo interrumpió de sus nulos pensamientos.

Desganado y adolorido se levantó hasta donde su captor había dejado las botellas de agua y vitaminas en pastillas. Las tragó rápido sin pensarlo demasiado. Destapó el empaque de una barra energizante; eso y una manzana era lo único sólido que podía comer.

Nunca creyó que extrañaría tanto los fideos instantáneos que solía comprarse todos los días con tal de no cocinar. Y ni hablar de las tiras de carne con un buen soju.
Ahora mismo se le hacía agua la boca por una enorme pizza con mucho queso.

Se sentía tonto por todas esas veces que rechazó la comida, matándose de hambre con dietas estúpidas, cuando fácilmente podía comer lo que se le diera en gana. Pero ahora...

Suspiró pesado y tragó el último bocado de la barra. Eso no había sido suficiente, desde hace días que se quedaba con hambre.

Ignoró a su estómago insatisfecho cuando un deje de curiosidad lo guió directo al baño, la cadena lo dejaba llegar hasta ahí.

De repente se sintió desconectado de su entorno, como si fuera producto de su imaginación, o si estuviera viendo la pesadilla de alguien más.
No podía sentir el frío del suelo bajo sus pies desnudos al caminar frente al lavabo.

Tuvo miedo en ese momento porque ya ni siquiera se sentía dueño de su cuerpo, le costaba sentir que él se movía por voluntad propia.

Comenzó a respirar pesado cuando miró sus brazos y su vista no podía enfocarlos, se deformaban, se difuminaban, parecían los brazos de alguien más, de "algo" más; le parecían más largos y en otro instante le parecían demasiado cortos.

Se sujetó como pudo del lavabo para no caer al suelo, pues sintió que en cualquier momento sus piernas desaparecerían porque no podía sentirlas aunque podía verlas.

—¡¿Qué mierda?! ¿Qué está pasando?

¿Acaso se estaba desvaneciendo? ¿La pesadilla iba a terminar al fin? No.

Aferrado a su agarre, encorvado contra el lavabo, se alteró pues no reconocía su propio ser, su propia existencia se tornaba difusa. El mundo que lo rodeaba no lo percibía real.

Dame tu vida [ TaeKook ] +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora