♡⃕ O1ʾʾ𓈒᮫

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Su madre no mostró reacción alguna cuando le dijo que repetiría el curso, terminó de colocarse sus carísimos pendientes de amatista y oro y miró con condescendencia. Para ella, solo suponía un año más pagado el instituto, un gasto mínimo en comparación con sus lujosos caprichos semanales. Era una manera estupenda de mantener a la carga de su hijo ocupado durante el día, de alejarte de casa para poder encontrarse con alguno de sus amantes habituales. Y a Felix no le extraño, tenia suerte de no estar internado en alguna escuela militar alejada de la civilización.

A el nunca le importaron sus estudios, solo queria cumplir la mayoría de edad para largarse de su casa, alejarse de toda la pompa y los lujos innecesarios con lo que su familia sustituía la felicidad y el cariño de un hogar convencional. Prefería vivir bajo un puente antes que en esa ostentosa mansión en la que se sentía como una parte mas de mobiliario.

El primer día del nuevo cursó llego, y ni siquiera se habría planteado salir de la cama de no ser porque su padre volvería a casa un par de horas mas tarde. Se prepara desganado y camino hacia el instituto arrastrando los pies. Ese año prescindiría del chofer, queria acostumbrarse cuanto antes a vivir sin comodidades. Seis meses, seis meses más y la mayoría de edad le traería la libertad que tanto ansiaba.

Cuando entro al edificio, la ensordecedora efusividad de los adolescentes reencontrándose le golpeó. Aquellos jóvenes parecían tan felices. Algunos se fundían en abrazos interminables mientras otros sonreían como si quisiera desgarrar sus mejillas. Felix hizo una mueca de desagrado, nadie se acercaría a el. Su único amigo ya había acabado su estadía en aquella cárcel de hormigón, y su fama le precedía demasiado como para hacer nuevas amistadas. Allí donde pasaba, solo le hacia falta una de sus miradas oscuras para que la gente se apartara de su camino. Nadie queria peleas con Felix, no era famoso por escándalos, pero sus penetrantes pupilas negras y su rostro inexpresivo eran suficientes para helas la sangre de cualquiera. No tenían motivos para temerle y, sin embargo, todos se alejaban. Mejor, pensaba él .

Felix estaba podrido por dentro y por fuera, sus ojos crueles no eran mas que un reflejo de su interior. No le importaba nada ni nadie aparte de el mismo, al menos era así, hasta que lo vio por primera vez.

Felix era un alfa, todo el mundo sabia que se presentaría como tal nada mas nacer. Felix era un alfa, y era uno poderoso. Habría sido el alfa perfecto, sueño de cualquier omega, si hubiera puesto un mínimo de interés en encontrar una pareja. Pero Felix no era un buen alfa, el intimidaba a los omegas y jamás dejaba que se le acercaran. Nunca se sintió capaz de amar mínimamente a nadie. A él no le importaban los roles de clase; alfa, omegas y betas, los despreciaba a todos por igual. Por eso, nunca se había sentido afectado por el aroma de ningún omega. No hasta que entro a su nueva aula.

Había conseguido saltarse el discurso de bienvenida, no seria mas que un montón de palabras de aliento que el director escupiría sin sentido ni sentimiento alguno como una trabajadora. Se escondió en una de las aulas vacías y se fundió con la marea de gente que se dirigía a las clases una vez termino aquel teatro de motivación estudiantil. Mientras sus nuevos compañeros se ponían al día, pudo adueñarse del pupitre más apartado y esperar mirando al tiempo escaparse por la ventana, esperando a que el profesor llegara a explicar como funcionaria aquel nuevo curso.

Por suerte, Felix solo tuvo que aguantar alguna que otra mirada indiscreta. Su paciencia no habría soportado las impertinentes preguntas de alguno de sus compañeros excesivamente curiosos. Era el único repetidor, no queria estar allí y no queria que nadie se acercara, fin de la historia

Todos se sentaron automáticamente cuando el viejo maestro puso un pie en la sala. Los niños ricos eran realmente educados.

—Bienvenidos, alumnos. Soy Park ChanYeol y seré su tutor este curso.

—Hola, señor Park— corearon los estudiantes como monos de feria bien adiestrados.

Felix torció el gesto, apenas llevaba una hora en ese edificio y ya queria reducirlo a escombros con sus propias manos.

Su cabeza desconecto mientras el profesor Park anotaba en la pizarra las normas del centro. La mayoría de los allí presentes llevaban en ese instituto desde los doce años y, aun así, el hombre se empeñaba en explicar aquello que todos se sabían de memoria. El irritante chasquido de la tiza contra la pizarra y el repetitivo tic-tac de reloj de la pared acompañaban el incesante parloteo del profesor, y Felix podía sentir como se tensaban sus músculos con molestia. Aquello era una tediosa tortura, y pensar en el tiempo que aun debía parar allí, rodeado de educadores estirados y adolescentes snobs hacia que la idea de saltar por la ventana fuera realmente tentadora.

—Disculpe, señor. ¿Puedo pasar?

Felix nunca se había sentido afectado por el aroma de ningún omega, pero una arrasadora oleada de dulce fragancia barrio sus sentidos cuando la puerta se abrió. Del otro lado, Felix creyó estar viendo al protagonista de algún cuadro de Botticelli. El omega pelinegro parecía jadeante tras una carrera, sus labios abriéndose y cerrándose entre las profundas respiraciones. Sus ondas negras se encontraban alborotadas, y su ancho jersey azul celeste descolocado sobre su menudo cuerpo. Inalcanzable, esa fue la primera palabra que acudió a la mente de Felix al ver al hermoso omega.

—Llega usted tarde, señorito...

—Hwang Hyunjin. Lo siento mucho, señor, soy nuevo y me he perdido.

El chico parecía realmente arrepentido, con la cabeza gacha y los ojos de cachorro abandonado. El ambiente en la sala era cada vez más denso, incluso el señor Park, un respetable beta enlazado con una entrañable omega, se vio afectado por el recién llegado. Carraspeo levemente, reponiéndose de la impresión inicial.

—Bien, espero que sea la ultima vez. Tome asiento.

Su tono estaba lejos de ser todo lo severo que pretendía.

—Si, señor.

Hyunjin sonrió amablemente y la clase se convirtió en un hervidero de hormonas. Los alfas se encontraban revolviéndose nerviosos en sus sitios, observando la perfección personificada. Algunos repiqueteaban en el suelo con sus zapatillas de marca, otros daban golpes rítmicos con el dedo en la mesa, algunas se rizaban el pelo compulsivamente, y Felix no sabia como reaccionar. Aquel omega le había inducido a una especie de estado de shock, a un trance del que no podía salir. ¿Había muerto? No, un ángel no podría hacerle reaccionar así. Aquella mezcla de excitación y admiración era mas bien infernal, ardiente abrasadora. En un segundo, Felix pudo contar cada hebra en el sedoso cabello negro de Hyunjin, cada pestaña que coronaba sus hermosos ojos color miel. Felix se esforzó al máximo por grabar en su retina la imagen del ser humano mas hermoso que jamas hubiera visto.

Por un momento, Hyunjin paseo su vista sobre la clase, todos los alumnos mirándole con admiración. Sus ojos se posaron sobre el pupitre vació junto a Felix, y a este empezaron temblarle las manos con nerviosismo. Solo imaginar a aquel chico sentado a escasos centímetros de él , hacia su cuerpo hormiguear de pura felicidad.

—¡Hey! ¿Quieres sentarte conmigo?

Seguramente, Jeongin creyó que le hacia un favor al nuevo ahorrándole la tortura de sentarse junto al marginado del salón. Hyunjin sonrió tímidamente y se sentó junto al que se convertiría en su mejor amigo.

Mientras, Felix observo con el ceño fruncido como el omega se alejaba de su lado.

Había empezado a sentirse capaz de amar a alguien que no fuera él mismo.

Había empezado a sentirse capaz de amar a alguien que no fuera él  mismo

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𝐈𝐍𝐓𝐎𝐂𝐀𝐁𝐋𝐄|hyunlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora