14. Amor a medias

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Al principio, fue solo un sentimiento egoísta de mi parte lo que me impulsó a estar a su lado una vez más.

Todo el tiempo que pasé a su lado lo disfruté, ¿pero qué era esto? Al final resultó ser así. Parecía que los recuerdos de antaño me permitieron recrear los momentos preciosos que viví a su lado, luego olvidé que era un gran pecador que no paraba de codiciarla.

En los últimos tres años me acostumbré a estar solo, no importaba cuánto quisiera tenerla en mi vida una vez más, mis posibilidades eran tan pequeñas como recoger las estrellas en el cielo nocturno.

Así que, no importaba lo codicioso que fuera, ya había perdido el derecho de volver a tenerla; pero no quería admitirlo. No quería renunciar a ella. No importaba cuán desesperadamente lo quisiera, no debería exteriorizarlo. Así era cómo podría protegerla, y cómo calmar estos impulsos de querer monopolizarla.

Así que esta vez, podría hacerlo de nuevo, como si nunca hubiera tenido nada desde el principio. Incluso si Margo desaparecía de mi vida, podría llevarme buenos recuerdos.

Pero cada vez que pensaba en perderla, no podía soportarlo. Yo era la persona más cercana a ella, pero ahora me sentía más lejos que nadie en el mundo; y mi egoísmo era más grande que mi fuerza de voluntad para alejarla.

Esta contradicción iba a acabar conmigo.

―Margo... ―le hablé.

―¿Mmm?

Sonreí. No sabía lo que quería decir, solo sentí el impulso de llamarla y escucharla.

―¿Qué sucede? ―preguntó.

La abracé por detrás, un poco por debajo de sus hombro, y le dejé un beso en el hueco de su cuello, sonriendo.

―Me gusta tenerte aquí ―le dije.

―También me gusta estar aquí.

Bueno, mientras ella no cambiara de opinión, no tendría el valor para soltarla.

Ella se removió inquieta, lo que me incomodó un poco.

―¿No puedes dormir? ―Aflojé mi agarre alrededor de sus brazos.

―Abrazame aquí... ―Ella tomó mi mano con la suya y la colocó en su cintura―. Debería acostumbrarme a ti pronto.

Reí.

Tuve una buena noche realmente, pero al despertar, descubrí a Margo al otro extremo de la cama durmiendo con tranquilidad. Cuando traté de acercarme, ella me empujó e hizo una mueca de disgusto.

¿A esto se refería cuando decía que debería acostumbrarse a mí?

Su actitud era graciosa, la conocía muy bien, sucedió en el pasado. Al dormir sola siempre, cualquier movimiento de invasión a su espacio reaccionaría casi al instante: recordaba haber caído al suelo luego de dormir juntos a causa de esto.

Margo era como una gatita gruñona, que se debía sobornar con comida para ganar su confianza; pero se limitaba a alzar una patita a recoger el soborno y salir corriendo para esconderse. Luego, miraba en silencio, analizaba en un rincón con ojos agudos lo que sucedía en su entorno. Darle cariño e intentar abrazarla solo la haría sacar sus garras para atacar.

Pero también se acercaría a recibir mimos y a buscar jugar en el momento más inesperado.

Con esos pensamientos todavía, vi a Margo levantarse de la cama y observó su entorno, desorientada y somnolienta.

Al verme, ella miró el espacio entre nosotros y arrugó el entrecejo, disgustada.

―Abrázame ―pidió mientras dejaba caer su cabeza sobre mi pecho.

Seduciendo al chefDonde viven las historias. Descúbrelo ahora