8. Increíblemente hermosa

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Los invitados se precipitaron a entrar por la puerta principal, admirando la decoración del gran salón de usos múltiples de la academia. Los estudiantes nuevos quedaron fascinados por la importancia que se le daba a este evento en particular, incluso los estudiantes más viejos no se quedaron atrás y mostraron su asombro con elogios y remembranzas de su primer años. Todos admiraron la esplendorosa decoración y el banquete preparado por los profesores e invitados especiales.

Tras una breve charla introductoria, el evento fluyó sin problema. La presentación de los profesores y la autoridad dentro de la academia era un punto importante que se dio sin mayores contratiempos, a excepción de una instructora en particular.

La señorita Moir.

Mi hermana se ganó una mirada indulgente de mi parte. Por su culpa, el puesto seguía vacante.

―Pareces tener problemas este año. ―Mauricio se colocó a mi lado, extendiéndome una copa de champagne―. ¿Es Alice de nuevo?

―Sí.

―¿Te sigue molestando? ―Mauricio rio.

Alice jamás dejaría de ser caprichosa, su mayor pasatiempo era molestarme, incluso cuando éramos niños.

En ese momento, no tenía planeado hacer nada en específico, más que devolver saludos y hablar con algunos invitados; quería disfrutar del banquete al igual que el resto. Sin embargo, noté a Amanda pasar frente a mí y mi sentido de responsabilidad se activó por instinto.

―Amanda, ven aquí ―la llamé.

―¿Si? ―Ella se pavoneó con un vestido blanco, con un escote en v que le acentuaba los pechos. La miré con indiferencia mientras avanzaba en mi dirección con una sonrisa deslumbrante.

―¿Sigues contando con los archivos de las entrevistas a los candidatos para ocupar el puesto de profesor titular?

―Eh, sí.

―Eso es bueno, entonces contacta al más apto de la lista y pídele que asista mañana sin falta.

Desganada, Amanda asintió. Comparado con su actitud alegre de cuando la llamé, su desilusión era un cambio gigante para ella. No la comprendía.

El estado de ánimo de Amanda era un asunto ajeno a mis responsabilidades; me concentré mejor en tomar decisiones prudentes para la academia. Esperé el tiempo suficiente que necesitaba la señorita Moir para decidir, y asistir al banquete de esta noche dejaría en evidencia su posición. Algo que no parecía dispuesta a hacer.

Mauricio permaneció en silencio a mi lado, sin cambios relevantes en su expresión. Observó el ambiente acogedor con ojos indiferentes, escuchando sin pretensiones el parloteo de los invitados, hasta que su mirada fría se fijó en alguien en particular.

Intrigado por el leve cambio que percibí en su expresión, seguí la dirección de su mirada desdeñosa, topándome con Andrew.

Por primera vez, el semblante de Mauricio se descompuso.

―Vámonos de aquí ―dijo él, se dio la vuelta caminando en el lado opuesto. Palmeó mi espalda, indicando que debía seguirlo.

Extrañado, no reaccioné rápido. Andrew nos alcanzó e hizo un alboroto por nuestra reciente actitud evasiva. Yo solo seguí la corriente, realmente no pretendía hacer nada. No entendía esta clara diferencia entre ambos.

Mauricio y Andrew eran mis amigos de la infancia, me entendían y conocían mi situación mejor que nadie. Organizamos reuniones ocasionales, compartimos experiencias relacionadas tanto a la cocina como ajenas a ella. En los últimos años esas reuniones se redujeron de manera drástica.

Seduciendo al chefDonde viven las historias. Descúbrelo ahora