12.5. Sin puntos grises

2.7K 269 126
                                    


Nunca recibí mi café.

Thomas tuvo que ir personalmente a prepararlo; en su ausencia, me relajé en el sillón que tenía en la oficina, liberando la tensión acumulada en el último día. Me sentía tranquila y feliz, justo ahora, pensaba que no podría necesitar nada más.

No podía creer lo que había hecho con Thomas. Sentía el calor del momento, la sensación placentera que me recorrió el cuerpo cuando noté su reacción. Thomas se veía lindo negando sus necesidades más primitivas, solo quería molestarlo un rato para avivar la relación.

Al notar que se tardaba en volver, caminé hacia el escritorio y me senté en una de las sillas al frente. Removí la silla y dejé caer la cabeza sobre el escritorio, esperando que él llegara pronto; me comí lo poco que quedaba de las frutas sin guardar nada para Thomas.

Quería hacerlo, pero fue inevitable.

Para cuando llegó, no había nada que compartir más que los sándwich envueltos en servilletas blancas.

―¿Estás aburrida? ―preguntó él. ¿Se notaba mucho?

Thomas tenía algunos documentos en las manos y bebía sorbos de su té por momentos.

―Un poco ―le dije, desganada―. Le quedan por lo menos dos horas a los niños.

―Podrías intentar leer algo.

―¿Sabes lo que pienso en este momento? ―le pregunté a Thomas.

―¿Qué?

―Que te volviste más aburrido porque sabes que te amo, y sientes que estoy asegurada.

La expresión de Thomas se volvió complicada de descifrar.

―No tengo nada asegurado ―comentó con voz neutra―. ¿Piensas abandonarme?

―No, te quiero demasiado para hacerlo.

Su expresión se suavizó un poco, aparté la mirada de su rostro.

―Si el trabajo es demasiado aburrido para ti, puedes dejarlo, aún estás a tiempo.

Levanté mi rostro del escritorio, sorprendida por las palabras de Thomas.

―¿Qué? ―dije, horrorizada―. Dejé mi orgullo en el discurso que di frente a esos niños, si de pronto abandono todo, ¿dónde quedará mi cara? No me alcanzaría la vida para esconderme.

Thomas rio.

―Si confías en tu apellido... podrías salir sin problemas.

―No ―me rehusé―. Además, esa mujer que tienes por asistente es muy atrevida. No me gusta.

―Ah, no te preocupes por Amanda.

―Ella aprenderá a conocer quién es tu esposa.

―¿Qué harás? ―dijo él, sonaba divertido.

―Deberías prepararte, esto no es cuestión de una sola persona, me ayudarás ―lo amenacé. En realidad no planeaba hacer nada más que observar la situación.

Escuché brevemente los rumores que surgían, pero nada estaba confirmado. Thomas no me mentiría, así que no tenía razones para desconfiar, pero ahg, ella me hacía sentir incómoda y enojada. No la quería cerca.

Alboroté mi cabello con fuerza, estaba demasiado aburrida para seguir cuerda a este punto.

―Oye ―le dije a Thomas, interrumpiendo su lectura.

―Dime ―respondió sin verme.

Aburrido.

Dejé caer mi cabeza en el escritorio una vez más, apoyándolo sobre el dorso de mis manos. Sonriendo, le dije.

Seduciendo al chefDonde viven las historias. Descúbrelo ahora