Aviso: Este capítulo toca temas sensibles relacionados con el abuso infantil, de manera sugerida. Se recomienda discreción al leer.
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El castaño se encontraba, como siempre, repartiendo los pedidos a los comensales del restaurante.
Hace poco había cumplido tres meses de noviazgo con Demian, y su pareja lo había sorprendido con una cena romántica. Recordaba perfectamente aquella tarde cuando Demian lo invitó a cenar en su departamento.
Desde el momento en que cruzó la puerta, el aire cambió. El camino de pétalos de rosas blancas y rojas lo dejó sin aliento, pero fue el aroma cálido y delicioso de la pasta lo que terminó de desarmarlo. Era como si el lugar entero estuviera abrazándolo con amor.
Se había quedado de pie, paralizado por la sorpresa. Jamás se habría imaginado que Demian, tan torpe a veces, pudiera tener ese lado tan dulce y romántico. Cuando se sentaron a cenar, Will no pudo evitar tartamudear mientras intentaba expresar lo mucho que le gustaba el gesto.
-No sabía que podías cocinar pasta tan bien... Y gracias por esto. Sabes lo mucho que me gusta. -Su voz salió temblorosa, y el calor en sus mejillas lo traicionó.
Demian sonrió de esa forma que hacía que su corazón se acelerara.
-Sabía que la pasta es tu platillo favorito. Pensé en pedirle a Charlotte que la preparara, pero preferí aprender la receta yo mismo. Es importante para mí aprender lo que te gusta, Will.El castaño sintió un nudo en la garganta, pero no era de tristeza. Era de alegría, de gratitud. ¿Cómo alguien como Demian había llegado a su vida? No lo sabía, pero estaba seguro de que no quería perderlo.
Después de la cena, Demian lo tomó de la mano y, sin previo aviso, lo invitó a bailar. La música suave de Just the Two of Us llenó el departamento, y Will sintió cómo el tiempo se detenía. Los pasos eran torpes y poco ensayados, pero eso no importaba. Las manos de Demian se posaron con suavidad en su cintura, moviéndolo con delicadeza, mientras sus dedos permanecían entrelazados.
Cada mirada que compartían era como un puente que conectaba sus almas. Los latidos de sus corazones parecían sincronizarse, resonando como un eco en sus pechos. Las risas tímidas pronto dieron paso a sonrisas sinceras, y Will sintió una calidez inusual llenándolo por completo. No importaba que ninguno fuera un experto en bailar; en ese momento, eran perfectos juntos.
Cuando la noche terminó, la luna se alzaba como testigo de su amor. Un casto beso selló aquella velada mágica, y Will supo que, en los brazos de Demian, había encontrado un refugio.
Suspiró al recordar esa noche, dejando escapar una sonrisa. A veces pensaba que no merecía tanta felicidad, pero ahí estaba, viviendo momentos que creía imposibles.
Con una gran sonrisa en el rostro, recibió su paga del día. Charlotte le había entregado el dinero, y con lo que ya había ahorrado, finalmente podría costear el tratamiento de su abuela. La alegría se extendió por su pecho, cálida y luminosa, como si el sol hubiera salido dentro de él. Por primera vez en años, sentía que todo estaba bien. Que la felicidad, después de tanto dolor, al fin era suya.
Pero la vida siempre encuentra formas de interrumpir los momentos felices, ¿verdad?
Mientras atendía a los comensales, un rostro apareció en la entrada del restaurante, y el aire pareció volverse pesado. Su corazón dio un vuelco, una mezcla de incredulidad y miedo apoderándose de él.
Aquella cabellera rojiza, esa piel levemente canela... No podía ser.
Con pasos nerviosos y un nudo en la garganta, se acercó a la mesa. Sentía las piernas como de plomo, y su respiración se volvió más corta, más pesada. Aun así, logró mantener su voz estable. -Buenos días, señor. ¿Cuál es su pedido? -preguntó, intentando mantener la calma.

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𝐓𝐮 𝐜𝐨𝐦𝐩𝐚ñí𝐚
RomanceWill quería un trabajo para poder salvar a su abuela, mientras luchaba con sus pesadillas, y Demian estaba cansado de escribir cosas de amor sin aún conocerlo. ¿Y si lo único que necesitarán es la simple compañía del otro?