Hoy era el día.
Acercarme a la chica debería ser fácil. No había intentado algo con una mujer hace tanto tiempo. Estaba algo oxidada, así que esto fácilmente podría culminar en un completo fracaso junto a una orden de restricción y una adolescente asustada. Aunque no era una completa inexperta, mi pequeña planeación era bastante decente. No soy la persona más detallista del mundo pero las cosas comienzan con algo sencillo. ¿No es así?
Una invitación a comer en un pequeño restaurante, llevarla a su casa al final de la noche y besarla.
No. Ella no confiaría en mi durante la primera cita. No para ser quien la escolte con caballerosidad hasta su casa. No para ser quien bese sus hermosos labios.
Supongo que sólo la invitación a comer suena como una buena idea. Al menos por ahora.
...
Ella, para mi desgracia, no entró a la tienda de ropa. En esta ocasión se desvió al centro comercial mientras observaba con atención sus alrededores. Las luces se reflejaban en sus grandes ojos haciéndolos brillar. Eran tan hermosos. Todo en ella lo era.Había planeado acercarme en la tienda y preguntar algo al azar. Sobre ropa o cualquier cosa que me permitiera entablar una conversación con ella. Ahora debía improvisar.
Caminé por detrás, a una distancia considerable. No soy una maldita acosadora y no luciría como una.
Unos cinco minutos después se encontraba de pie en un pasillo, frente a los congeladores con el ceño fruncido. Me acerqué y deslicé la puerta para tomar un recipiente mediano de helado de fresa. Dí la vuelta y ella me miró.
Sus ojos.
Sus labios.
Sus pestañas.
Su pequeña nariz y su mandíbula.
Todo en ella era hermoso.
Todo en ella tenía que ser mío.
"¿Hola?"
Ella alzó ambas cejas sorprendida por el saludo.
"Ya que estoy aquí puedo alcanzarte un recipiente"
Miró sus manos un momento. La escuché susurrar algo antes de mirarme.
"No. Sólo estaba mirando"
Su voz era hermosa. Emanaba inseguridad, timidez e inocencia. Todo lo que me gustaba en una persona.
También noté que no tenía un centavo en las manos.
"¿Quieres compartir mi helado?"
Su expresión de confusión fue tan linda pero mis palabras fueron tan estúpidas. Demasiada confiaza...
"Quiero decir, ¿te gustaría tener la mitad de mi helado? O puedo comprar uno para tí"
La de flequillo negó.
"E-es muy amable de su parte pero no puedo aceptar. Hasta luego"
Dio una corta reverencia y se dirigió a otro pasillo con rapidez. Tomé otro recipiente y corrí detrás de ella antes de perderla de vista sin siquiera preocuparme por cerrar el congelador. Ese aparato no tenía importancia.
"¡Espera!"
Paró en seco cuando estuvimos cara a cara.
"Es para tí"
Alcé el recipiente sin despegar mi vista de su rostro.
"Sólo ven conmigo a la caja"
Por su expresión. Debió sentir miedo.
Una mujer adulta ofreciéndole helado y pidiendo que vaya con ella a la caja... sonaba como la maldita encargada de una red de pedofilia o trata de blancas. No la culpaba por mirarme de esa forma.
"Disculpe pero-"
La interrumpí sacando mi billetera y le extendí diez dólares. Uno de los recipientes estuvo a punto de caerse con esa acción.
"Puedes pagarlo tú. Noté que no te queda más dinero. Sé lo que se siente querer algo y no poder pagarlo. Te ofrezco una disculpa sincera si te asusté o te puse en una situación incómoda"
Extendí el helado de fresa dando una suave sonrisa. Caería con eso.
Entonces me miró y soltó una pequeña risita.
"Es muy insistente"
Esa risa fue provocada por mí y mi idiotez. El sonido que salió de sus labios era adictivo.
Quiero escucharlo de nuevo.
"Lo soy cuando algo me interesa"
Seriedad.
¿Su rostro lleno de seriedad significa que lo arruiné?
No. El tono rojizo de sus mejillas significaba otra cosa.
"B-bueno... yo..."
"¿Entonces vas a aceptar mi helado?"
Ella suspiró cuando extendí el recipiente nuevamente.
"¿Helado de fresa?"
Asentí.
"Helado de fresa"
Tan rojo y dulce como sus labios.