1 - Ariana

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Miro a mi alrededor con miedo y camino más deprisa. Saco el teléfono del bolsillo de mi chaqueta y lo desbloqueo para ver la hora que es, son las 1:30 a.m. Maldigo en voz baja a la vez que acelero el paso, siempre me pasa lo mismo.  No debí entretenerme con Yulia ni mucho menos haber decido venirme sola aunque a decir verdad creo que era la decisión más razonable puesto que habían dos tios o más bien, dos babosos, deseando llevarnos a su piso o traernos a casa con el objetivo de tomar la "última" copa, que en realidad todos sabemos cómo querían esos chicos que acabara la cosa. Respiro hondo y miro mi teléfono nuevamente, no tengo mensajes de mi amiga y eso me preocupa, no debí dejarla sola con ellos, esos chicos no  eran muy buena compañía, a decir verdad... pero tampoco estaba dispuesta a volver a casa con ellos, ni mucho menos dejarles traernos. Respiro hondo abrazándome a mi misma y rezando por no cruzarme a nadie de camino a casa. Todo dentro de mi tiembla y es que las cosas no están bien. Últimamente la ciudad no está pasando por su mejor momento, hay más atracos y asesinatos, las bandas más peligrosas de New York están enfrentadas, la policía insiste con que no se vuelva demasiado tarde a casa y si se hace que sea en un vehículo propio, así que si, tengo todas las papeletas de morir a la vuelta de la esquina...

Cuando me mude a la ciudad nunca pensé que esto fuese a ocurrir, más bien, no quise escuchar a mis padres. Recuerdo aquel día, fue hace 8 meses, les dije que quería salir de la ciudad, durante un año, necesitaba tomarme ese "Año sabatico" del que todos mis amigos hablaban, aunque obviamente no iba a ser del todo "sabático". Mis padres insistían en que no, que debía de volver este curso a la universidad pero me estaba costando demasiado, mi ex novio, Zed, mis ex-mejor amiga, Samantha, mis profesores... todo fue un cúmulo de cosas que se resumió en una sola palabra, depresión. Apenas salía de casa, apenas me relacionaba. Zed y yo llevábamos 5 años juntos, nos conocimos en el instituto, si, éramos esa parejita, el capitán del equipo de béisbol y la chica de las buenas notas. Samantha era la animadora del equipo del instituto, siempre acudía a los partidos para ver a mi novio y mi mejor amiga, adoraba a esos dos cabrones, si, cabrones... después de cinco años los pillé, tal cual, entraba a casa de Zed, supuestamente ese fin de semana no estaría en la ciudad pero volví antes de tiempo, llevaba varias películas y nuestra comida favorita. La casa estaba en silencio, prácticamente, sus padres me dijeron que debía de estar en su habitación, estaría estudiando para los finales. Subí en silencio, sin hacer ruido y mi sorpresa fue enorme, ahí estaban. Los dos mentirosos, Zed y Samantha, la imagen os la podéis imaginar. Desnudos, una cama y un ambiente bastante caldeado. Las películas se me cayeron de las manos y la comida mancho toda alfombra. Los ojos de Zed eran dos esferas azules brillantes, sus ojos reflejaban sorpresa. Ignorando la discusión, los gritos y casi sacar de los pelos a Samantha de allí opté por irme, irme e ignorarlo. Una semana sin salir de casa, una semana con mensajes bombardeándome el teléfono. La semana siguiente resulte ser la cornuda de la facultad. La gente se reía de mi, otros me compadecían, resultaba que Zed no había pasado ni un día sin perder el tiempo, salía con Samantha, la cual se dedicó cual niñata adolescente a hablar mal de mi. Así que si, la situación no era la mejor y tampoco me apetecía tener cientos de ojos encima de mi, juzgándome, compadeciéndome y recordándome toda la mierda por la que estaba pasando, mi novio, mi único novio, el chico con el que ya imaginaba mi futuro perfecto, se desmoronaba delante de mis ojos, como si fuese un castillo de arena junto al mar.

Actualmente trabajo, más bien, son una especie de prácticas remuneradas en una empresa de un amigo de mi padre, como si fuese una becaria, más o menos. Decidí que quería independizarme, intentar volver a vivir, que este año me sirviese para recuperar mi esencia, curar mi corazón y volver a ser Ariana. Obviamente sabía que New York no era una ciudad idílica pero de ahí a tener que salir con miedo a la calle estos últimos meses es demasiado. Mi madre me llama casi todos los días para asegurarse que no me han raptado camino de la empresa o que no estoy en urgencias. Suelo reírme cuando me repite, "Ariana, por favor, no salgas de casa después de las 10 de la noche", o cuando me dice, "Todavía cojo un vuelo y me voy a vivir contigo". Soy su única hija y estoy al otro lado del estado, en una ciudad que es casi como un campo de batalla en el momento que se pone el sol, es normal que tenga miedo.

A.R.E.S- "Amor por error".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora