seis

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Le avergonzaba recordar la conversación que había tenido con Fleur por teléfono. Apenas había podido contener sus nervios, así que las palabras salieron atropelladamente de su boca sin que Fleur pudiera encontrarles ningún sentido. Al final, ella le había pedido —con mucha amabilidad— que le repitiera lo que había dicho. Por supuesto, Hermione lo hizo, pero sin dejar de fantasear que el suelo se abría y la tragaba para siempre.

Lo positivo era que el día, la hora y el lugar de la cita —Hermione lo había dicho así y Fleur no se preocupó por corregirla— ya estaban pactados. Se encontrarían el domingo, a las cuatro de la tarde, en la plaza central de la ciudad. Charlarían un rato y luego decidirían que hacer.

Hermione estaba muy nerviosa. No sabía que esperar, no tenía idea de como actuaría y no sabía sobre que podría conversar. No se consideraba una persona interesante ni divertida, bonita o, mucho menos, carismática. Fleur, en cambio, era todo lo contrario: hablaba con fluidez y sus conversaciones eran muy esporádicas y graciosas, tenía el encanto y buen humor para ganarse hasta a la persona más gruñona y, como si sus otras cualidades no hubieran sido suficientes, era preciosa.

Y, por si fuera poco, era lesbiana.

A Hermione le gustaba.

Lloró toda la noche cuando, al fin, tuvo el valor para reconocerlo. No era un gran descubrimiento, si era plenamente sincera consigo misma, pero le supuso un coraje del que no sentía poseedora. Fue reconfortante contar con el apoyo de sus amigos, que no se mostraron ni un poco sorprendidos. Al parecer, todos lo sabían, menos ella.

Se había librado de un peso enorme, pero todavía no se sentía aliviada del todo. Ni siquiera se le había pasado por la cabeza el sincerarse con sus padres. No podía evitar estar nerviosa por su reacción.

Sus amigos no fueron ajenos a su abrupto cambio de comportamiento.

—¿Te sientes bien?

La voz de Ginny la hizo volver —un poco— en sí. Se llevó la pajilla a la boca y bebió un poco de su jugo. Luego, levantó la vista e intuyó que sus amigos habían interrumpido su conversación.

—¿Nerviosa? —preguntó Harry muy bajito.

Hermione se encogió de hombros con timidez.

—Estarán bien —dijo Ron, presionando su hombro con cariño.

Asintió y volvió a tomar de su bebida para evitar responder, aunque, de todas formas, daba la impresión de que ninguno esperaba que lo hiciera. Hermione no les había contado más que lo necesario, temiendo que sus miedos se colaran en sus palabras. Por fortuna, sus amigos tampoco la presionaron.

Todo se sentía tan irreal cuando despertó esa mañana. Era domingo, lo que significaba que estaba a escasas horas de encontrarse con Fleur.

No quería levantarse de la cama.

Pero, eventualmente, tuvo que hacerlo. Tenía miedo, pero ya era demasiado tarde para echarse para atrás. Tenía que ser valiente.

Deseó que la tarde no llegara, pero, como sucedía siempre, las horas pasaron volando. Antes de que se diera cuenta, ya estaba sentada en la parte trasera del autobús, con la espalda muy rígida y mirando a la ventana. Los nervios la estaban comiendo viva.

Se bajó del vehículo con las piernas temblando como gelatina. Una rápida consulta a su reloj de pulsera le informó que aun era demasiado pronto. Respiró hondo y empezó a caminar en dirección a la plaza.

Vio, quince minutos después, el inconfundible cabello de Fleur agitándose. Ella estaba sentada en una de las bancas, dándole la espalda y mirando fijamente al frente.

Empleó todo su valor para no echarse para atrás.

—Oye. —Hermione se acercó, dando pasos silenciosos, hacia Fleur. Tocó su hombro y ella dio un salto, asustada, pero cuando la reconoció una cálida sonrisa cruzó por su rostro—. Hola, Fleur. ¿Cómo estás? ¿Llevas mucho tiempo aquí? —preguntó Hermione, tímidamente, mientras se sentaba a su lado.

—No, no te preocupes. Acabo de llegar hace cinco minutos —contestó Fleur, apartándose el rubio cabello de la cara. Volvía a usar un vestido de tiras, azul, que combinaba con los dos zafiros que tenía en el rostro. Se veía hermosa.

Quizás Fleur notara que la estaba mirando con atención —o embeleso— porque le sonrió. Sintió a su rostro enrojecer, arder, encenderse, pero no apartó la mirada.

Fleur colocó el codo en la parte superior del asiento y apoyó la barbilla en su antebrazo, sin dejar de mirar a Hermione. Sonrió y sus mejillas se pintaron de rosa. De pronto, sus labios rojos se abrieron y Hermione contuvo la respiración.

—Eres preciosa —pronunció con voz firme—. ¿Te dije que me gustas?

Increíble.

—Lo... sospechaba... —respondió Hermione con voz trémula—. ¿Sabías que tú también me gustas?

La sonrisa de Fleur solo podría ser descrita como una epifanía. Una epifanía de amor.

***

Esto es horrible, siéntanse con la libertad de decírmelo, pero en mi defensa diré que... fue complicado jajaja. Igual, gracias por leer. Los quiero <3. 

PD: Olvidé mencionar que este fanfic está inspirado en una canción de la oreja de van gogh: Epifanía. Temazo.

Epifanía [FLEURMIONE AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora