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—Cuando creo que ya no puedes sorprenderme, ahí vienes tú y rompes un récord.

Todos los que estábamos en la mesa de aquella cafetería soltamos una risa a lo dicho por la pelinegra quien, luego de dar un largo sorbo a su café helado miró a la chica que estaba frente a mí, dando el primer bocado de lo que sería su segunda porción de waffles con crema auspiciado por mi amigo rubio, para evitar que siguiera robándole de sus brownies.

Hace dos días, a Eren se le había ocurrido hacer una videollamada grupal en donde, además de nosotros cuatro, participaron nuestros otros dos amigos del instituto: Connie y Sasha. Ambos iban a otra universidad un poco lejos de aquí, por lo que reunirnos seguido no era algo posible, así que realizábamos llamadas con frecuencia para no perder el contacto, pero, debido a que en las últimas dos semanas todos nos encontrábamos de vacaciones, fue complicado hacerlas.

Después de pasar al menos una hora conversando sin parar se nos ocurrió que ya era tiempo de hablar cara a cara.

Y lo primero de lo que nos enteramos luego de encontrar un sitio en el cual comer algo y hacer nuestro pedido, fue que durante las vacaciones Sasha se había intoxicado con algo que comió, al punto de llegar al hospital a por un lavado de estómago urgente. El gran problema no era ese, a pesar de que sí fue bastante malo, lo verdaderamente malo y por lo que Mikasa había dicho aquella frase, fue que, en el momento en que Sasha se sintió mal del estómago, en vez de hacer lo que toda persona normal haría en esa situación—traducción, dejar de comer— ella continuó devorando todo a su paso, se sentía enferma, comenzó a sudar frío, pero siguió en lo suyo porque "estaba delicioso".

De milagro no tuvo que quedarse internada.

Y ella lo contaba como una gran hazaña de la cual sentirse orgullosa.

—Cosas peores me han pasado, además, si tengo que morir de algo, que sea comiendo. —dijo sorbiendo de la taza con chocolate caliente, que pertenecía a Connie.

—¡Oye! —el chico de cabello rapado le quitó la taza de las manos y la alejó del alcance de la castaña. —No metas tu boca en donde no te llaman.

—Sólo me aseguraba de que no estuviera envenenado, ya sabes, es un sacrificio que estoy dispuesta a aceptar para salvar tu inexistente trasero.

—Pero si yo ya había... espera ¿Que no tengo trasero dices? —se removió en la silla, Eren le sujetó del hombro para que no se levantara, cosa que estaba segura haría. —_____, tú nunca mientes ¿es verdad lo que el pozo sin fondo dice?

Me encogí en la silla, ocultando la mitad de mi rostro con la humeante taza de café. Cinco pares de ojos me miraron provocando que me sintiera pequeñita, el tintineo de cristal chocando se escuchó en cuanto volví a dejar la taza en la mesa y piqué con un tenedor los panqueques a medio comer que Eren había abandonado para sostener a Connie, quien me miraba con un destello de esperanza en sus ojos.

Suspiré.

—No le ando mirando el culo a medio mundo, para que lo sepas.

—Obvio que no se lo vas a mirar, si ni tiene. —apuntó Sasha, intentando tomar otro bebestible que no fuera el suyo —Deja de lloriquear y come para que te engorde la retaguardia.

—No puedo si tú pasas robándome la comida ¡tragona!

—Pelón.

Y así comenzaba una de sus tan habituales peleas. Durante su constante intercambio de burlas, malas palabras y notable incremento del volumen de sus voces, Eren seguía sujetando al chico, pero le era inevitable aguantar las carcajadas, por otro lado, estaba Armin, quien con una sugerente cara de nerviosismo intentaba calmar a la chica que a pesar de tener la boca llena seguía insultando a diestra y siniestra, fallando en su cometido.

°Symphony° |Levi Ackerman|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora