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"Para: Diluc De: Lizzie
Si estásleyendo esto es porque seguramente lo hice, perdónamor, te juro que lo intente pero al final fui débil. Seguramente quieras entender que sucedía en mi cabeza o saber, ¿Por qué?, bueno, respondiendo a lo segundo, seguramente fue un simple impulso el cual está vez no pude ignorar, ¿quésucedía dentro de mi?, sinceramente ni yo lo sé, nunca logré entenderme pero siempre anotéy dibuje el como me sentía, debajo de la cama escondía aquella libreta por si quieres leerla.
De nuevo perdón, juro queintente decirte pero nunca buscaba el momento ni la forma de hacerlo, por favor no te culpes, tu fuiste el motivo por el cualvivímás de lo esperado, siempre lo hemos hecho bien, siempre lo hiciste bien, ¿yo lo hice bien?, no se, por favor perdóname y no te atormentes. Ahora, quizá esto es egoísta pero por favor, solo dime que lo hice bien y estas orgulloso de mi una vez más.
Te amo, mucho, como ni tienes idea, ódiame si quieres pero no te odies a ti por favor, si puedes, perdóname por este acto egoísta.
-Lizzie"
Los bonitos iris carmesí del chico se paseaban por toda esa carta, sintiendo como su corazón se estrujaba con cada palabra, no había sido un accidente el que haya caído de aquel lugar y que ahora su vida cuelgue de un hilo, pero, ¿porqué nunca le contó como se sentía?, ¿Por qué hasta ahora se daba cuenta de la tormenta que había en la cabeza de su amada?, ¿porqué no se quedo más tiempo con ella este día?.
Busco bajo la cama y efectivamente, una liberta forrada de negro cuero se encontraba debajo, al abrirla comenzó a hojear aquella libreta, con cada dibujo y pequeñas partes que alcanzaba a leer sentía como sus ojos picaban y ardían. Debido a que la luna era la única compañía se permitió dejar salir ese amargo llanto, quería que sea una cruel y pesada broma de su novia, quería que llegue y se ría de el por haber caído, quería volver a escuchar su hipnótica, melosa, cantarina, dulce y traviesa risa, pero sabía que ella no era esa clase de persona que te hace bromas tan crueles y pesadas.
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—No lo entiendo, ¿Por qué si decía amarme hizo eso?— murmuró en un hilo de voz el joven de rojizos cabellos luego de enterarse de aquella desgarradora noticia. Quizá era la primera vez que a Diluc se le veía de esa forma, si bien no estaba llorando en su mirada se veía todo el mar de emociones que sentía, rabia, tristeza, quizá hasta decepción consigo mismo y sin duda alguna la más amarga sensación de dolor en todo su ser.
—Sabes como era, tenía problemas a la hora de expresar como se sentía y prefería guardarse las cosas— menciono aquel moreno varón de azules cabellos mientras sobaba la espalda de su hermano en un gesto de apoyo, hasta a el le tomo por sorpresa aquella noticia, igual en su mirada se veía lo mal que se sentía, pero tenía que ser el apoyo del pelirrojo en estos momentos, no podía permitirse ser frágil, solo por hoy no sería el dramático y divertido Kaeya.
Era su culpa, ¿verdad?, ¿acaso fueron sus problemas de actitud?, o debio ser más abierto, igual debió ser más amoroso y también debido haber estado más tiempo con ella, quiza debió, debió y debió; su cabeza comenzó a realizar una larga lista de cosas que debió hacer y que no debió hacer.
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—Quizá en otra vida podríamos volver a encontrarnos— murmuró mientras observaba la fría tumba donde debajo descansaba su amada, en lo que regaba aquel pequeño árbol de manzanas para luego dejar un ramo de Margaritas Voladoras y Lirios de Cristal en el pequeño jarrón.
—Si muero antes de lo previsto, planta un árbol de manzanas en mi tumba, cuando sea grande y fuerte abrázalo si te sientes triste o si estás enojado o si solo quieres un abrazo y no sabes como pedirlo, recuerda que no estarás abrazando un simple tronco, será a mi , por cierto, cuando una manzana caiga y te pegue en la cabeza seré yo intentando molestarte— pronunció lo ultimo soltando una baja risa divertida ante la confusión de su amado —Por favor no olvides enterarme en un lugar tranquilo cerca del viñedo, el dulce olor de las uvas me encanta y es más tranquilo que la ciudad—
Diluc sonrió con melancolía ante aquel pequeño recuerdo de su difunta novia y acarició con ternura las verdes hojas del bajito manzano, había cumplido con todas las peticiones de aquella chica —Debo irme amor, volveré en otro momento, espero que sigas teniendo un agradable descanso— pronunció con calma, despidiéndose del lugar para volver al viñedo a seguir con su trabajo, deseaba que en otra vida si los dioses se lo permitían, que puedan volver a estar juntos.
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