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Aiko llevaba tres horas metida en el baño de su casa, otra vez lloraba de manera amarga debido a que estaba aprovechando la soledad de su gélido hogar a esas altas horas de la noche, podía sentir como su cabeza comenzaba a palpitar a doler, parecía que estaba apunto de reventar; hace rato que su respirar era irregular e incluso tosió e hipo bastantes veces.
¿Porqué?
Esa pregunta calaba con fuerza en su cabeza de tantas maneras y cada una peor que la anterior, no la estaban dejando dormir otra vez y no importaba cuanto intentaba distraerse durante el día haciendo cosas que le gustaban, porque de la nada esa presión en su pecho y las lágrimas comenzaban a brotar.
Quizá el grifo de sus ojos estaba roto y la ventana de sus pensamientos abierta, permitiendo así que en cualquier momento y a cualquier hora se sintiera así, como si le hubieran arrebato una parte importante de si, aun que en realidad sí que había sido de aquella manera aun que nadie le crea.
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"Por muy grosera que pueda sonar. Quiero que desaparezcas de mi vida. Ya no quiero que estés incluida en mis metas o que sepas de ellas"
Las palabras duelen más que un golpe y solo pudo entenderlo aquella fría noche en la que su querida Eula decidió botarla como si de una simple piña se tratara.
No entendía que había hecho mal, si no la presionaba y le daba su espacio, si la dejaba ser ella y la animaba a tener más confianza en si. No entendía que había hecho mal, si siempre dio todo de sí aun que sentía que a veces ella no daba ni lo mínimo.
Se concentro tanto en lo bueno, que ignoro lo malo, pero, ¿Cómo podría su inocente corazón hacerle caso a esas ociosas palabras que salían de los amargos labios de extraños?.
Eula era su persona azul literalmente. Y no se refería solo a su cabello o sus ropas, o a su visión cryo, porque incluso si hubiera sido de cabellos y visión pyro, a sus ojos seguiría siendo su persona azul.
