El Legado Del Asesino Oscuro: Crónicas

Capítulo 1: El diablo y los nephilim

Con una capa con capucha envuelta alrededor de él, Vergil caminó por las calles de Fortuna, actualmente sin residentes, que era algo que le gustaba. Gruñó, notando fácilmente el enjambre de insectos arrastrándose sobre un letrero, pero todavía no les prestó atención. Se detuvo, sus ojos se posaron en la estatua de su padre que estaba casi terminada.

"La Orden de la Espada, ¿eh? ¿Adoran a un demonio como a un dios?" musitó casi divertido.

Mientras decía esto, numerosos Espantapájaros surgieron de la nada, impidiéndole seguir adelante. Vergil los miró con una mirada en blanco, simplemente preparando el Yamato moviendo su mango, desenvainándola ligeramente. Un espantapájaros apareció por detrás, intentando un ataque furtivo.

Vergil fue mucho más rápido, dejó atrás su capa y atravesó el bloqueo de los demonios, ya en el proceso de enfundar su katana. Se dieron la vuelta, sorprendidos de que su compatriota hubiera sido asesinado fácilmente. Se volvieron hacia el medio diablo, que simplemente mantuvo una mirada en blanco.

El Dark Slayer gruñó mientras corría hacia tres demonios separados, solo necesitando un golpe para cortarlos. Luego, arrojó la vaina de Yamato a otro, que atravesó y golpeó a dos más. Con una velocidad inhumana, se ocupó de ellos en un instante. Deteniéndose por un momento, lanzó a Yamato a su alrededor, destruyendo a los Espantapájaros que lo rodeaban. Agarrándola con una mano, la devolvió a su funda, levantando la katana mientras los demonios explotaban.

Suspiró, pasando una mano por su cabello. Gruñó y dio unos pasos, solo para que otro enjambre de Espantapájaros cayera. Vergil saltó en el aire y arrastró a Yamato, girándose mientras su espada los atravesaba a todos con un grito de guerra. Pateando el último, descendió y lo cortó, aterrizando en una pose de rodillas mientras se levantaba y colocaba lentamente a Yamato en su vaina con los ojos cerrados.

Sin más plagas con las que lidiar, continuó caminando mientras el resto de los Espantapájaros caían muertos. "¿Cuáles son tus verdaderas intenciones?" el se preguntó. Levantando la mano, agarró la capa que caía y se la volvió a poner con un rápido movimiento. Como sucedió, algunos de los ciudadanos de Fortuna habían comenzado a usar el camino por el que había venido.

Siguió caminando, muy contento de que la gente no le prestara atención ... excepto por la mujer de rojo. Volviéndose, miró a Vergil con una mirada curiosa. Cuando desapareció, ella sonrió y siguió caminando.

Vergil pasó el dedo por los libros alineados en el estante hasta que se detuvo en el lomo de uno que captó su interés. Lo sacó y miró la portada, viendo que detallaba los logros de su padre. Y el siguiente fue la fundación de la Orden de la Espada.

El Hijo de Sparda gruñó y se lo llevó también, agregándolo a la creciente cantidad de libros que se había llevado. La biblioteca pública estaba casi vacía, aparte de algunos eruditos y niños curiosos que estudiaban. Le dio la tranquilidad y el aislamiento que deseaba. Vergil se sentó en el rincón más alejado y comenzó su propia investigación.

Había venido a Fortuna por dos razones: para investigar esta supuesta Orden que adoraba a Sparda y para ver si tenían alguna información valiosa que lo ayudara en su búsqueda del poder.

Mientras el medio diablo examinaba el libro, murmuró un pensamiento para sí mismo. "¿Dónde me quedaré durante las próximas semanas ..."

Las horas continuaron pasando mientras la gente en la biblioteca crecía cada vez menos hasta que él era prácticamente el único allí. Vergil miró por la ventana y vio que el sol comenzaba a ponerse. Cerró los libros de golpe y frunció el ceño.

Todavía tenía que pensar en un lugar donde quedarse. En teoría, si la gente de la isla realmente adorara a su padre, él podría revelarse y no tendría que preocuparse por ese asunto. Pero odiaba la atención y prefería permanecer en la oscuridad. Es lo que salvó de estar en el radar de Mundus durante tanto tiempo. Y además, no tenía ninguna intención de gobernar a la gente. Simplemente no quería volverse indefenso como en ese entonces.