Capítulo 1 Princesa sin reino

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Me encuentro distraída, como me suele ocurrir, de pie, mirando hacia el horizonte. Oigo que alguien me llama. Es Teddy. Le miro con un poco de tristeza. Sé que nunca cumpliré sus deseos. Él me mira a mí, anhelante, con sus ojos color canela, como si yo tuviera algo fuera de lo normal, y tiene razón: no soy humana, o al menos no del todo. A veces me da la impresión de que ve mis alas, las cuales, divididas en dos partes, recuerdan las estilizadas formas de las flores de la madreselva. Aunque son invisibles para los ojos humanos, están ahí. Siempre tengo que comprar ropa que deje la espalda al descubierto, y si no la rompo o agujereo, otra cosa más por la que mis padres me tachan de loca, o de "inestable", palabra que les gusta más emplear.

Me llamo Leonor, y soy la reencarnación de un hada. Tengo diecisiete años y voy al instituto, como cualquier chica de mi edad, aunque disto mucho de ser una persona normal y corriente.

Ahora mismo me encuentro en el Audubon Park, cerca de mi casa, en el Garden District. Me gusta estar cerca de la naturaleza, oír a los robles hablar con esas voces que se asemejan al sonido de la brisa entre las hojas. En este parque hay suficientes árboles y flores como para sentirme algo a gusto. Sin embargo, los humanos... son siempre molestos.

Al único al que tolero es a Teddy. Somos vecinos y amigos desde la infancia. Entramos al instituto a la vez y desde entonces no se separa de mí, aunque casi nadie al principio lo hace, ya que, siendo totalmente imparcial, tengo que aclarar que soy el "ser humano" más hermoso que he visto en toda mi vida. No sólo estoy "buena", como diría un humano, sino que además poseo el glamour que caracteriza a las hadas. A veces es todo un problema.

Teddy es dulce, demasiado para mi gusto, y ha sido el único que ha permanecido a mi lado, a pesar de mis desaires y de mi, generalmente pésimo, humor. No tengo ni idea de porqué aún sigue buscando mi compañía, de cómo es posible que aguante tanto. Yo me relaciono con él porque es capaz de mantener una buena conversación, debe ser el único en todo el instituto, y porque le utilizo. No sólo debo alimentar mi cuerpo humano, mi alma feérica también necesita nutrirse. Cuando un humano ve o piensa en cosas fantasiosas despide una energía especial. Yo me alimento de esa energía cada vez que le cuento a Teddy mis sueños y recuerdos sobre mi vida pasada. Le he hecho creer que se trata de un libro que estoy escribiendo. A él le gustan estos relatos, así que disfrutamos de cierto "mutualismo".

-¿Nos vamos ya? ¿Te acompaño a casa? –me pregunta, ya que está anocheciendo. No contesto, al menos no en voz alta, tan sólo asiento con la cabeza.

Teddy me acompaña hasta mi casa, que para mí sola es enorme, lugar que compraron mis padres para enviarme lejos, para que sus conocidos no viesen a la demente de su hija y, ya puestos, para no tener que verme ellos tampoco... Mis "rarezas" les incomodan. No soportan cómo les miro, y yo tampoco aguanto cómo me miran ellos a mí. Mi simple presencia les exaspera.

Llegamos y atravesamos la valla de madera. Aunque en Nueva Orleáns se suelen usar de hierro forjado, yo no la tengo así porque no puedo tocarlo. Sin embargo, sí que tengo ese tipo de adornos en los balcones, ya que no los toco. Recorremos el pequeño sendero que atraviesa el jardín lleno de rosas, madreselvas, jazmines y robles, por el que doy gracias todos los días, hasta la puerta. Teddy me mira a los ojos de nuevo y me parece que se sonroja. Siento que quiere dar un paso más para acercarse a mí, incluso noto su tensión, pero no se atreve, así que se despide y se va. Contemplo su marcha, luego me quedo ensimismada un rato mirando hacia la fuente de color blanco que se encuentra en el centro del jardín.

Ceno poco y con desgana, sin dejar de mirar por la ventana de la cocina, como si eso obligara al cielo a ennegrecerse más rápidamente. La respiración empieza a fallarme por la excitación porque sé que, en cuanto el sol se ponga, Nuada vendrá a buscarme.

No es lugar para hadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora