Capítulo 2 Bailando con el Diablo

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Esta noche Nuada me ha dejado plantada. Bueno, no exactamente, ayer me dijo que no vendría, pero es muy raro que no venga a verme. Puedo contar con los dedos de las manos las noches que no me ha visto desde que me encontró a los ocho años.

Ahora mismo me encuentro en un club que está muy de moda, llamado Hellgate. Decidí desquitarme viniendo aquí. En realidad la entrada a menores está prohibida, pero con el glamour nadie se me resiste. Así que aquí me encuentro, tomando una copa en la barra, sintiendo muchos pares de ojos clavados en mí. De hecho todos están clavados en mí.

De repente noto una poderosa presencia entrar en la sala de baile. Aún apoyada en la barra le miro. Se trata de un hombre alto, aunque no demasiado, y de cuerpo atlético, acompañado de dos hombre trajeados que parecen guardaespaldas. El pelo, totalmente blanco, a pesar de su juventud, lo lleva peinado hacia atrás y le cae sobre los hombros. Viste unos pantalones negros ajustados, una gabardina de cuero y unas botas de caña alta con puntera de acero y correas en la parte superior. Sobre su torso desnudo tiene tatuado un fénix negro con las alas extendidas sobre su pecho. Sin embargo lo que más me impresionan son sus ojos, su actitud desafiante y su confianza en sí mismo.

Tras echarme una intensa mirada viene directamente hacia mí. Sin vacilar, me agarra de la muñeca y me lleva al centro de la pista, mientras todos se apartan a su paso. Va tan seguro de sí mismo que parece un depredador, y eso me gusta. Aprieta mi cuerpo contra el suyo, aferrando mi cintura con sus brazos, haciendo que me percate de su musculoso torso. Sus manos descienden tan sólo unos escasos centímetros, que me ponen más nerviosa que en toda mi vida, y sin embargo sé que sólo acaba de empezar. Me da la vuelta, dejándome de espaldas a él, abrazándome desde atrás, y sigo el impulso de colocar mis manos sobre sus caderas, a la vez que él coloca una mano sobre mi vientre y la otra justo debajo del pecho, pero sin llegar a tocarlo. Ésta última se desplaza hasta quedar sobre mi espalda, justo debajo de la nuca, donde siento su respiración, dejándome sin aliento. Sus labios rozan mi piel muy levemente, provocándome un gran estremecimiento. Recorre mi espalda con sus dedos y tengo la sensación de que mi piel arde bajo ellos.

De nuevo frente a él, sujeta mi cintura con las manos. De pronto una desciende por mi cadera, acercándose "peligrosamente" a la nalga, pero sigue su recorrido hacia abajo para luego subir y colocar mi pierna de forma que pueda rodearle con ella. Sé lo que pretende y me dejo llevar. La parte superior de mi cuerpo se inclina hacia atrás y asciende bruscamente hasta que nuestras caras quedan a escasos milímetros. No puedo respirar con esos ojos mirando en los míos como si me atravesaran el alma, haciéndome saber que de alguna manera él también es "especial". Su mirada me abstrae de tal manera del resto del mundo que no sé si pasan segundos o una eternidad.

Bajo mi pierna muy despacio, sin dejar de tocarle ni de mirarle a los ojos y, repentinamente, o eso me parece a mí, la música termina, momento en el que realmente soy consciente de ella, ya que tenía el pulso tan acelerado que mis oídos habían ensordecido. Me siento como si acabase de salir de un trance.

-¿Una copa? –me pregunta con su masculina voz.

-Sí –contesto sin pensar. Creo que en ese momento sería capaz de decirle que sí a cualquier cosa.

Nos encaminamos hacia el bar y el camarero se acerca en cuanto nos ve venir.

-Lo de siempre –dice él apoyándose en la barra. Yo me quedo de pie a su lado-. Puedes pedir lo que quieras –me invita.

-Un "sex on the bayou", por favor. Así que el propietario en persona ha venido a verme –él sonríe ante el comentario.

-¿Cuál es tu nombre, niña?

¡Niña! ¡Niña!, pienso indignada. ¡Pero si casi me mete mano hasta el alma! Bueno, no, pero... ¡Si prácticamente lo había tenido entre las piernas! ¡Malditas hormonas que no me dejan pensar! Doy un paso hacia atrás para alejarme de él y recuperar el autocontrol. En ese momento caigo en la cuenta de que en ningún momento rozó o tropezó con mis alas.

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