𝐈𝐍𝐓𝐔𝐈𝐓𝐈𝐎𝐍 | ❝ Y yo lo único que quiero es su muerte, sin importar quién de los dos lo atrape primero. Lo único que quiero es tenerlo cara a cara, vivo o muerto. Pero si me cedes la oportunidad, te aseguro que lo mataré con mis propias manos...
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0. ʀᴇᴠᴇɴɢᴇ
El atardecer había brillado nuevamente en su rostro, forzándola a alzar una mano y poniendo una barrera entre el cegador rayo de sol que le impedía seguir su camino. Y cuando el sol reflejó una cordial despedida entre los poros de su piel, ella recobró la postura y sintió cómo los ojos se le llenaban de adrenalina pura.
No se permitió llorar en ese momento porque sintió que ya había sido demasiado; sin embargo, jamás suficiente.
La satisfacción la inundó por un momento y se sonrió con pereza. Había logrado su primer objetivo: entrar.
Su melena alborotada le ocultaba los hombros, y era tan larga que lograba tocar su pequeño busto. Pero sus cabellos lucían tan diferentes actualmente. Antes, solía alisarlo con cuidado y peinarlo con una simple facilidad que ahora pareciera ser todo lo contrario.
Su melena cobriza había perdido su brillo y se iba desvaneciendo de poco a poco, como si la tristeza que la consumía se reflejara en éste. Un opaco contraste le había arrebatado su único encanto, y la resequedad que lo enredaba entre rizos, lo hacía ver sucio.
Para ella era un detalle insignificante que había estado ignorando desde hace tiempo. El glamour que la representaba había sido quemado como un cigarrillo barato y se había encargado de soplarle a las cenizas, llorando en la oscura esquina de su habitación.
Había reemplazado los tacones por unos converse negros que encontró en las pertenencias de su hermana. El frente estaba maltratado y sucio, pero a ella parecía no importarle en lo absoluto. También, había hecho a un lado las faldas que la caracterizaban, y ahora sólo vestía unos simple vaqueros que le quedaban flojos.
El cambio era notorio, y todos los que la conocían como la palma de su mano comenzaban a comentarle el descuido que aparentaba.
El suéter azul que llevaba puesto le cubría los nudillos y le llegaba hasta la cintura. El tamaño no era perfecto pero sí lograba llenar sus expectativas. El olor que éste llevaba impregnado la hizo sollozar inesperadamente y le hizo recordar aquel rostro sonriente dibujado en sangre.
Sus dientes rechinaron y la tensión en su mandíbula fue tanta, que por un momento creyó que la destrozaría por completo. Lágrimas de enojo le ensucian el rostro y murmullos entrecortados abandonan sus labios.
Está tan furiosa que no dudaría en estrellar su puño contra la barrera metálica que tiene enfrente. Sin embargo, desecha la idea rápidamente y frunce los labios con indignación ante el pensamiento que por poco la domina.
Con sus dedos intentó peinar sus alborotados rizos y tomándolos entre sus manos como si de pronto fuese a amarrarlo en una coleta alta, para simplemente dejarlo caer por su espalda. Creyó que de esa manera no llamaría tanto la atención, pero sabía perfectamente que aquello sería lo primero que los demás notarían en ella.