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“Era su pequeña estrella brillante, única y especial, quien brillo en sus caminos en medio de la oscuridad y seguiría iluminando a sus padres por el resto de sus vidas.”

El sol y la luna se unieron para ver el día en que todo Deam Vallis hizo silencio para oír el bullicioso llanto de un bebé recién llegado al mundo

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El sol y la luna se unieron para ver el día en que todo Deam Vallis hizo silencio para oír el bullicioso llanto de un bebé recién llegado al mundo.

No hubo insecto que interrumpió ni animal que chilló en el instante en que una pequeña niña cubierta por un manto blanco como la más pura espuma llegó al mundo, ni cuando lloriqueo contra el pecho de su pobre madre, quien no podía estar más feliz de tenerla en brazos sana y salva.

Todo dolor, todo malestar que rasguño cada parte de su cuerpo durante los largos últimos días y horas, se esfumó, su mundo cerrándose totalmente al nuevo ser que ahora dependía de él y su amor.

Diez deditos en las manos y otros diez en los pies, una nariz respingada con mejillas sonrosadas listas para ser besadas, era perfecta. Por fin podía verla tras tantas lunas en vela imaginando su carita, a quien se parecería o que color heredarían sus ojos escondidos detrás de esas rizadas pestañas. Harry diría que tiene más cosas de Louis, como su nariz o la forma de sus ojitos lo que la hacía más parecida a su padre, pero Louis aseguraría que su pequeña era su madre en miniatura, con los rizos definiéndose en su cabecita dorada y un par de hoyuelos en las mejillas que se marcaban al sonreír.

Adhara sonreía mucho para apenas haber visto dos amaneceres en su vida. Era un rayito de luz y alegría para todos. Ambos padres estaban encantados, más que enamorados del divino fruto de su amor.

Su nombre había sido un dilema enorme, Louis y él coincidían en que tenía que ser importante, un nombre transcendental digno de la pequeña, pero no llegaban a un acuerdo y eso los había frustrado mucho.

Pero fue en medio de una caminata nocturna días antes de su llegada que Harry señalo una estrella, la más brillante del cielo, aquella que capturó la atención de ambos en el momento y no dudo en preguntar su nombre. Adhara llegó a sus oídos y lo supo, era el nombre de su hija y ahora que la veía de cerca no podía no sentir que habían acertado. Era su pequeña estrella brillante, única y especial, quien brillo en sus caminos en medio de la oscuridad y seguiría iluminando a sus padres por el resto de sus vidas.

Era tan frágil para sus ojos, acurrucada en los brazos de mamá se había calmado luego de nacer, ya no lloraba ni gritaba, estaba en calma así como lo estuvo cuando Louis la cargo por primera vez y ella se acurrucó en su pecho en el instante. Todos parecieron saber que era el momento de ambos y no intervinieron, lo curaron en silencio, sin pinchar la nube entre los ahora tres.

Harry hubiera querido vestirla por primera vez, pero aún no podía pararse y Adhara estuvo bien con papá y su tío Zayn, quien se acercó en lágrima viva a dónde estaba cuando todo termino, entre los dos con ayuda de Genevieve se la devolvieron a sus brazos envuelta en flores y lloró de alegría otra vez.

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