Capítulo catorce: los sentimientos.

233 18 8
                                    

Las últimas dos semanas han estado súper ajetreadas. Siendo este nuestro último año, estamos saturados con tareas, y los profesores están exprimiendo cada gota de nosotros. Lucho por no enloquecer.

No he podido pasar mucho tiempo con Luka, a penas y lo veo en clases, usualmente en la cafetería, pero tantos pendientes no nos han dejado un momento para salir juntos. Sin embargo, tratamos en lo posible de estar comunicados, así que hablamos cada que podemos por mensaje, e incluso, por llamada.

Siento que las cosas están fluyendo bien, sin embargo, esa incertidumbre en mi pecho que me embarga cada que me detengo a pensar, es abrumadora. Esa sensación de estar dentro de una burbuja fácil de hacer estallar. Que todo es muy frágil.

Y sigo teniendo miedo, de mis sentimientos y de como afrontarlos.

Sumado a ello, me han surgido muchas dudas sobre Luka. No sé nada de él. Aunque para ser justos, él tampoco sabe nada de mí.

Tengo tantas dudas referentes a él, por ejemplo: ¿Por qué se cambió de colegio a mitad del primer período? No había pensado en que llegó a intermedios del primer período escolar, es extraño y poco usual. De hecho, ni siquiera está permitido. Lo que me lleva a pensar en las muchas influencias que ha de tener su familia. ¿Por qué sus padres es un tema del que no le gusta hablar? Ese día en el restaurante, dió una respuesta muy breve sobre ellos, y su tono me advirtió que no indagara. A mí tampoco me gusta hablar de mis padres, al menos, no la parte real. Así que entiendo que probablemente su relación con ellos no sea buena.

Al principio pensé que solo era un chico pretencioso, de esos que siempre están sonriendo y haciendo comentarios pícaros. Pero ahora que lo conozco –o creo que lo hago–, me doy cuenta que es una persona con diferentes facetas, y emociones cambiantes.

Tiene la capacidad para sonreír todo el día, pero también puede estar con una expresión que no denote sentimiento alguno.

Y jamás olvidaré, su faceta tímida, aquella que mostró el día del autocine.

Ha pasado tan poco tiempo, y se siente como una eternidad. Me he sentido tan abrumada con tantas cosas.

Por otro lado, Juliet ha fingido demencia con respecto a lo de Paulette. No sé que me oculta, pero estos días no ha estado igual. Está decaída y algo distante. Me preocupa lo que pueda estarle pasando.

El profesor da por finalizada la clase, y junto a mi amiga, salgo huyendo del aula.

Unos minutos más escuchándolo hablar de átomos y juro que iba a enloquecer.

Nos dirigimos a la cafetería. Como he abandonado mi dieta, decido almorzar una jugosa hamburguesa.

No he parado de comerlas, me privé de ellas por mucho tiempo.

Mi amiga se pide una igual, sin poder resistir la tentación. Luego estamos en nuestra mesa de siempre, devorando aquellas delicias.

—Juliet —le llamo cuando he terminado de comer, ella está dando sorbos a su malteada—. He querido darte tu espacio, pero has estado muy extraña, y me preocupas —ella deja su bebida a un lado, y me mira con expresión seria.

—Lo sé, Lara —suspira—. No es mi intención preocuparte, y por supuesto que quiero contarte. Pero es un tema difícil para mí —me mira y la vulnerabilidad que hay en sus ojos me desarma—. Te contaré más tarde, en tu casa ¿sí? No es algo de lo que quiera hablar aquí —mira los alrededores, y asiento en comprensión. Entiendo que es algo importante para ella.

—Está bien, no te presiones —extiendo mi mano por encima de la mesa y tomo la suya—. Sea lo que sea, sabes que cuentas conmigo y estoy para apoyarte.

No sé en que momento me enamoré de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora