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Luego de la ceremonia en el cementerio, todos los asistentes acudieron a un pequeño salón que fue alquilado con el propósito de conmemorar la vida y muerte de cuatro adultos y un menor. Incluso varios de los sobrevivientes estaban allí, y contaban la anécdota de cómo había sido el momento más terrorífico de sus vidas.
Había fotografías de los fallecidos, con una pequeña reseña de sus vidas. Una mesa con muchos alimentos, vino, y buenas conversaciones.
No era la primera vez que se hacía un memorial como este. Hacía cinco años, se habían reunido para una conmemoración, pero no hubo tantos asistentes como en esta.
Samuel miró a la distancia a Catherine, y la vio caminar frente a las fotografías, deteniéndose por más tiempo ante la de su madre.
Su figura alta y delgada se veía un tanto solitaria, y sus ojos la recorrieron desde las botas hasta su cabello suelto. Como siempre, ella se comportaba como si no necesitara de nada ni de nadie, pero cuando sus ojos se encontraron en el cementerio, él casi había podido ver en ellos vulnerabilidad.
Dio un paso acercándose, y luego otro y otro. Cuando pudo darse cuenta, ya estaba ante ella.
Catherine lo miró un tanto sorprendida, pero sus ojos fueron iluminados momentáneamente por un brillo de alivio, o alegría. No supo con exactitud.
—Qué... coincidencia tan grande —dijo él con voz grave, y los ojos de Catherine le recorrieron el rostro.
¿Se había afeitado bien?, pensó de inmediato. ¿Se había peinado?
Ella sonrió.
—Una triste coincidencia, diría yo —dijo, y señaló la fotografía delante de ella—. ¿Es tu madre? —él asintió en silencio—. Lo lamento.
—Yo también lamento tu pérdida—. Ella tragó saliva y bajó la mirada.
—Puedo decir que aún no lo entiendo del todo —dijo—. Estúpido accidente—. Él sonrió, y respiró hondo. Ambos guardaron silencio por espacio de un minuto, con muchas cosas que decir, pero sin atreverse a expresarlas.
—No vives en Altoona, ¿verdad? —preguntó él, y ella sonrió.
—No. Vivo en Manhattan.
—Ah.
—Pero papá se vino a vivir acá luego de divorciarse de mamá. Ayudaba a mi tía en su negocio, y esa noche, simplemente, no volvió a casa. Estuvo una semana en coma, y, finalmente, falleció—. Él la miró de nuevo, muy atento a sus palabras, y Catherine carraspeó—. Tú... Imagino que tú sí vives aquí—. Él asintió.
—Con mi padre y mi hermana —respondió. Catherine se giró a mirar entonces a la mujer que antes había estado colgada de su brazo.
Aleluya, no era su novia.
Pero aún podía tener una.
O, tal vez... ¿Entre hermanos se dicen "Te amo"?
Pregúntale, ¡pregúntale!
Pero sólo volvieron a mirarse en silencio.
—Oye, Sam —dijo Cassie acercándose con el teléfono en la mano, pero al ver que Samuel miraba fijamente a la mujer delante de él, sus ojos volaron automáticamente a ella.
Era una guapa y sofisticada mujer no mayor que ella, y que también tenía clavados sus bonitos ojos en él.
¡Flechazos, flechazos!
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El fuego en tus ojos
RomanceTodo lo que Samuel desea en el mundo es estabilidad para sí mismo y su familia; se exige día a día para lograrlo, hasta que al fin empieza a ver los frutos de su esfuerzo. Sus planes van muy bien, pero un día conoce a Catherine, una niña rica y mima...