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Catherine no sabía exactamente qué había esperado, pero definitivamente no era lo que estaba viendo.
La casa de Samuel era pequeña, de una sola planta, y de un revestimiento que antes debió ser azul. Se le notaba que era algo vieja, que tal vez necesitaba reparaciones en el tejado, que la malla que separaba el jardín ya necesitaba un cambio... Pero era bonita, acogedora, limpia.
A pesar de ser invierno, se hacía evidente que el jardín estaba cuidado, pues los arbustos, aunque desnudos, tenían cierto orden, y las macetas se apilaban la una al lado de la otra indicando que había una mano que las cuidaba.
Sonrió mirando a Samuel, que parecía estudiar sus reacciones.
Ajá, él había esperado que ella se horrorizara.
—¡Sam, date prisa! —dijo la voz de Cassie saliendo al porche, y entonces vio a Catherine. No pudo disimular su sorpresa, y le agitó la mano invitándola a entrar.
—Bienvenida a nuestra pequeña casa —dijo Cassie con una sonrisa.
Catherine entró y de repente vio la explosión de colores que era la casa por dentro. Las paredes eran blancas, pero los muebles azules, amarillo y rojo, haciendo juego con una vieja alfombra, fotografías en las paredes, plantas de interior, y los juguetes que estaban esparcidos por el suelo.
La casa tenía una estructura antigua, con paredes que separaban cada ambiente, pero lucía limpia, cuidada, y llena de detalles como fotografías de los mellizos de niños, de la fallecida madre, y de la familia al completo.
—Si hubiese sabido que venías, habría limpiado un poco —dijo Cassie excusándose y recogiendo del sofá un largo gusano de colores. Catherine sonrió.
—No hace falta. Tu casa es muy bonita.
—Eres muy amable. Sam, ¡estás lento!
—Ya voy —contestó él, y miró a Catherine—. Espérame un momento, no tardaré —dijo, y caminó por un pasillo que seguramente llevaba a las habitaciones.
—¡Papá, ven para que conozcas a la amiga de Sam! —llamó Cassie, y Catherine la miró con un poco de aprensión.
Tal vez esperaba a alguien con expresión severa, o que la rechazara tal como había hecho Samuel al principio, pero Frank Slater fue sumamente amable.
—Bienvenida —le dijo Frank estrechando su mano—. Eres muy guapa.
—Oh, gracias.
—Es de la misma universidad que Sam, papá —comentó Cassie con una sonrisa—. ¿En qué año estás?
—En segundo —contestó ella sintiéndose un poco rara. Para ellos parecía ser algo muy interesante que estuviera estudiando en una universidad, siendo que tenían a Samuel que también lo hacía.
Le ofrecieron café, y mientras lo tomaba, pudo ver a Samuel ir y venir un par de veces por el pasillo.
De repente, se escuchó a alguien llorar. Un niño, o bebé.
—Oh, Harper despertó. Sam, ¡hiciste ruido! —se quejó Cassie, y se metió en una habitación, saliendo luego con una bebé en sus brazos.
Era una niña, y debía tener dos o tres años, no estaba segura. Ella se recostaba en el pecho de Cassie muy somnolienta, y la miraba con los mismos ojos de Samuel.
—Esta es mi hija —le dijo Cassie a Catherine—. Saluda, Harper —pero la niña solo la miró en silencio, y luego giró su cabeza a otro lado—. Cuando recién se levanta, es un poco gruñona.

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El fuego en tus ojos
RomansaTodo lo que Samuel desea en el mundo es estabilidad para sí mismo y su familia; se exige día a día para lograrlo, hasta que al fin empieza a ver los frutos de su esfuerzo. Sus planes van muy bien, pero un día conoce a Catherine, una niña rica y mima...