D O S

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D O S • 19.37 HORAS.

Linnisterm, Alemania.
13 de noviembre, 1866.

—¡A la mesa, que se enfría!—gritó mamá con su típico tono animado.

Dejé a un lado el carboncillo y escondí mi dibujo debajo de mi cama junto con los demás. Por alguna razón, tenía la punzante sensación de que nadie debía saber de ellos.

Bajé las escaleras de madera oyéndolas crujir. Llegué al pequeño comedor conectado con la cocina. Mamá estaba cocinando un estofado en el fogón. Inhalé el delicioso olor y solté el aire dejándome caer en la silla.

—Cada día huele mejor—dije con una sonrisa.

—No puedes mejorar la perfección, Elise. Es solo que cada día tienes mejor gusto—bromeó girándose hacia mi.

Solté una pequeña risa y me levanté a ver de cerca el estofado. Me incliné sobre la gran vasija de acero. El estofado burbujeaba y sentía el calor chocando con mi rostro, pero no se sentía molesto. Era agradable. Quise quedarme más tiempo allí pero mi mamá habló.

—Elise, averigua donde está tu padre. Por favor—pidió mientras ponía la mesa.

Fui a la entrada y me puse mi abrigo. Salí a la calle de tierra y piedras. El aire frío pegó directo en mi rostro y me dió un escalofrío.

Encontré a papá con mi hermana en la sastrería. Mi hermana portaba unos pantalones, un abrigo y un sombrero que le quedaba gigantes. Papá y ella se reían.

—¿Que hacen?—pregunté divertida, recargándome en una de las mesas.

—¡Que le explicaba a papá que las faldas dan frío y me ha dado unos pantalones, Anne! Al fin me han hecho caso—explicó Alice moviéndose con emoción y batiendo sus hermosos cabellos rubios rojizos.

—No se lo cuentes a tu madre—fue lo que dijo mi padre.

Negué con la cabeza y reprimí una sonrisa.

Mamá solía ser un poco estricta en esos temas.

—Vayan rápido a casa, que ya está sirviendo la cena—avisé y me di al vuelta para caminar de vuelta a casa.

Unos minutos más tarde estábamos todos sentados en la mesa.

Frente a mi estaba sentada mamá, Elise a mi derecha y papá, como siempre, en la cabezera de la pequeña mesa para cuatro en la que nos sentíamos a gusto. No necesitábamos más, eramos felices.

—Anne, ¿que tal tu dia?—preguntó Alice mientras tomaba un trozo de pan con ajo recién hecho.

—Bien, ya sabes, lo de siempre —dije mientras movía con una cucharilla de madera.

—¿Y el hijo del Señor Wilde, Elise?, ¿tampoco has hablado con el hoy? Se nota que ese chico se siente muy atraido hacia ti —pronunció mama mirándome con cautela, sabía que ese era un tema que no me gustaba tocar.

—No—me limité a contestar, haciendo un movimiento desdeñoso con la mano izquierda antes de apoyarla debajo de mi barbilla—. No, gracias a los Dioses no he cruzado palabras con el hoy tampoco. Me disculpo de antemano por el tono que usaré; pero alargo cada día más el conocer a este muchacho, madre.

—Al parecer tus suplicas nocturnas han sido escuchadas, anoche fueron unas cuantas—dijo Alice intentando reprimir una sonrisa burlona.

Ella sabía bien a lo que se refería. Le dirigí una mirada helada y sorprendida.

—¿A que Dios le tocó anoche?—esa vez no pudo soportar mas y dejo escapar una risotada que resonó en el pequeño espacio.

—Annelise, ¿a que se refiere tu hermana con "suplicas nocturnas"?—intervino papá, logrando que Elise se calmara para asi tomar un poco de aire y decir:

—Oh, nada papá. Solo que Anne es muy devota de las entidades religiosas. Tanto, que de madrugada les dedica unas oraciones llenas de energía y dedicación —dijo dramatizándolo entre risas.

—¿Que quiere decir esto, Elise? ¿Desde cuando haces ese tipo de cosas y desde cuando creemos en... eso?—me preguntó con desdén mi madre.

Baje la mirada y coloque una expresión frustrada y enojada. Impotente. ¿Por que le había confiado eso a Alice?

—Bueno, basta de platicas, terminen el estofado que se enfría—dijo papá al ver mi incomodidad, supongo. Le dediqué una mirada de agradecimiento.

La cena transcurrió sin más chistes por parte de Alice. Pero si noté que me dedicaba una que otra mirada de soslayo y risitas.

Al terminar papá fue a darse una ducha mientras las tres nos quedamos recogiendo y limpiando los trastes utilizados.

—Bueno, mis princesas, gracias por la ayuda. Pero es tarde, suban a dormir. Yo termino con estos tres platos—dijo mamá con sus ojos casi cerrados por el cansancio.

—No mamá, sube tu a descansar, nosotras terminamos —dije, ganandome una mirada reprobatoria por parte de Alice, a lo que yo respondí con una mirada de advertencia.

—Pero terminan y suben a dormir, ¿esta bien? No se queden por aqui comiendo chuches que despues no pueden dormir. Las estaré vigilando—dijo mientras subía las escaleras.

Despues de lavar los pocos platos que quedaban y organizar la mesa, nos dirigimos a nuestras habitaciones. No sin antes llevarnos un plato cada una repleto con galletas y un vaso de leche tibia.

Antes de cerrar su puerta para ir a descansar, Elise se detuvo y me dijo:

—Te amo Anne, lo sabes, ¿no?

Y con extrañeza y honestidad le respondí:

—Lo se Elise, yo tambien lo hago, mucho.

—Buenas noches, devota. Mándale saludos al Dios que te toque esta noche de mi parte—dijo dando un paso hacia su habitación.

—Ash, ¿cuando piensas superarlo?—dije con fingida molestia.

—Nunca. Hasta mañana, E.

—Hasta mañana, A.

Sonreí y me dirigí a mi habitación.

Mientras esa cariñosa sonrisa adornaba mi rostro; lo único que no sabía era que ese sería el último te amo caluroso y cariñoso que escucharía de mi hermana.

Instagrams: itsdannaa._ y caasswp

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